Al rememorar la historia teatral avileña siempre se recuerda la impronta del Iriondo y del Principal, pues fueron los más relevantes de la urbe. Sin embargo, hubo otros que también aportaron al acontecer cultural y no deben quedar en el olvido.
La afición teatral en la Ciudad de los Portales data del siglo XIX. En 1846 Manuel Ramírez, teniente de partido, organizó un grupo de aficionados que llevó a escena la comedia Armando y Reinaldo y el drama Efectos de una ausencia, con el fin de recaudar fondos para construir un pequeño coliseo, propósito que lograron.
Lamentablemente en 1859 un incendio destruyó el local. En 1885 fue fundado el Casino Español, institución que abrió un espacio fijo para las artes escénicas. Finalizada la guerra, la Sociedad de Instrucción y Recreo La Popular, creada el 2 de abril de 1899, a través de su Sección de Declamación y la invitación que hizo a compañías mantuvo viva la tradición.
París Garden
A diferencia del Iriondo, fundado en 1910 por el inmigrante asturiano Vicente Iriondo, el París Garden fue instalado al aire libre. Inaugurado en la noche del 5 de septiembre de 1915 en la calle Independencia, donde hoy está El Bohemio, como era usual en la época ofrecería espectáculos teatrales y funciones cinematográficas.
Acerca del dueño solo conocemos que se nombraba Ramón Gómez y había nacido en Argentina. En el escenario del París Garden actuaron 29 compañías y se presentaron 164 obras, según la colección del periódico El Pueblo que consultamos para elaborar el libro Fechario cultural avileño.
Entre los actores más notables que allí trabajaron se recuerda a la española Prudencia Grifell, quien luego alcanzaría notoriedad en el cine mexicano con sus papeles de abuelita y sus interpretaciones en la radio y la televisión de esa nación.
Asimismo, el entonces joven Ramón Espígul, director, compositor y actor teatral cubano, a quien le llamaban “El Rey del Chiflido”, pues lograba un silbido de flauta perfecto y se destacó como uno de los interpretes del “negrito” del teatro bufo. Otras figuras populares de la época que ofrecieron su arte a los avileños en el pequeño coliseo fueron Manuel Bandera, María Klein, Sevilla, Bolito y Eduardo Blanca.
En relación con las obras del repertorio internacional, se escenificaron Don Juan Tenorio, La viuda alegre, Juan José, Tosca, Odette, entre otras. De autores nacionales se representaron Cubita la bella, La mulata, ¿Quién será el alcalde?, La brujería en acción y La fuga de Arroyito; esta última, referida a la espectacular evasión de la cárcel de Matanzas del célebre bandolero Ramón Arroyo.
No faltaron recitales de músicos en la programación. Por ejemplo, la arpista cubana Estrella Grau Moyúa, natural de Holguín, brindó su arte el 4 de enero de 1923. Pero, sin duda, un acontecimiento inolvidable fue la actuación, las noches del 13 y 14 de enero de ese año, de la española Amalia Molina Pérez (1885-1956). Sobre ella ha escrito la investigadora Ángeles Cruzado Rodríguez:
(…) es una de las artistas más internacionales y polifacéticas que ha dado Sevilla. Niña prodigio del baile flamenco y la escuela bolera, desde los albores del siglo XX fue estrella indiscutible de los teatros de variedades. También destacó como cantaora y cupletista, e inauguró y puso de moda el género de los cantes y bailes regionales. Su estilo elegante y refinado, y su cuidada presentación escénica la convirtieron en la artista predilecta de las señoras. Durante décadas desarrolló una intensa actividad por toda la geografía española. En 1919 triunfó en la Ópera de París, al frente del ballet de Goyescas, y durante los años 20 y 30 conquistó el continente americano, desde Canadá hasta el Cono Sur. Por su gracia chispeante y su simpatía natural, sirvió de inspiración a los hermanos Álvarez Quintero para crear a la protagonista de su obra Mariquilla Terremoto (1930).
Otra personalidad prominente fue la bailarina y violinista Baronesa Norka Rouskaya, cuya actuación ocurrió el 8 de marzo de 1923. Antes había obtenido rotundo éxito el teatro Iriondo. Natural de Suiza, confesaba a un periodista habanero que a muchos escandalizaba verla “en las tablas luciendo las piernas desnudas por las exigencias del puro arte”. En su época era muy popular; varias veces estuvo en Cuba y sus giras por Estados Unidos, América Latina y Europa siempre captaban la atención del público y la prensa.
Su ubicación céntrica, en la calle comercial por excelencia, la programación cinematográfica y las veladas musicales apuntalaron el éxito del teatro. Una nota divulgada por la revista Alma Ilustrada destacaba:
El simpático salón de la calle de Independencia sigue cosechando triunfos con sus programas cinematográficos, sobre todo en sus días de moda, pues el público queriendo contemplar interesantes cintas y escuchar agradable música, escoge el París Garden como lugar apropiado para esas expansiones del espíritu.
El 14 de febrero de 1924 la prensa anunciaba que el cine-teatro estaba cerrado por reparaciones. No se conocen las causas de su clausura definitiva, solo que Ramón Gómez volvió a dedicarse a su antigua profesión de comerciante.
Teatro Martí
La noche del 28 de enero de 1922 el pueblo avileño celebró el natalicio del Héroe Nacional con la inauguración de un nuevo teatro, bautizado con el nombre del Apóstol. Estaba en la calle José María Agramonte, entre Independencia y Libertad, donde hoy está el patio del tostadero de café, y era propiedad de la empresa Ipiña y Cía.
Tenía capacidad para 500 espectadores y cuatro camerinos. El interior del edificio, en forma de herradura, mostraba escudos con las banderas de países latinoamericanos, según investigaciones que realizó Eddy Miguel Vargas. La fachada, donde insertaron el nombre del coliseo y la fecha de fundación, se distinguía por la ausencia del portal. Poseía columnas rematadas con órdenes griegas. El proyecto y su ejecución correspondieron al habanero José Delgado Valdés, maestro de obras y uno de los dueños; el otro propietario se llamaba José Ipiña.
En el estreno actuó la Compañía cubana de Zarzuelas, bajo la dirección de Angelita Martínez. Presentaron las obras: La Viuda Loca y Goyita. Durante la breve existencia del teatro, el público disfrutó las actuaciones de la Compañía Romántica Española de Villaespesa, con las obras de El Alcázar de las Perlas, Esclavitud, El Juramento de Bolívar y La Maja de Goya, todas del poeta andaluz. Se presentaron además las agrupaciones de la española Fe Malumbres, Eduardo Blanca, Ramón Espígul, Sevilla y Bolito.
Asimismo, fueron contratados cantantes, transformistas, magos y hasta se presenció un espectáculo con animales amaestrados. Tal vez la más famosa de las artistas fue la cupletista española Carmen Pereira Barrera (1889-1969), popularmente conocida como Carmen Flores.
La empresa, además, atenta a los adelantos de la tecnología, el 16 de enero de 1923 ofreció un nuevo espectáculo, adicionado a la exhibición de la cartelera cinematográfica “una audición radiotelefónica, en la cual el público escuchará obras musicales de distintas estaciones del extranjero”. Al día siguiente, El Pueblo reseñaba la repercusión:
Anoche la función cinematográfica de “Martí” fue amenizada por bandas de música de distintas capitales. Debióse este acontecimiento al aparato radiotelefónico que anoche y esta noche puede ser oído por el público. ¡Qué cosa más grande! Si los que se murieron hace cincuenta años oyeran eso, de seguro, que espantados volvían para el cementerio.
El 20 de mayo de 1923 en la cabina de proyecciones ocurrió un incendio. A pesar del esfuerzo de los bomberos y el apoyo ciudadano no pudo detenerse el siniestro: las llamas destruyeron el Teatro Martí. Casualmente, esa noche iban a exhibir el capítulo siete del serial El endiablado.
Fuentes:
Adalberto Afonso Fernández: Mis investigaciones y algo más, Tomo I, Estados Unidos, 2011.
Antonio Benedico Rodríguez: “Ciego de Ávila, bosquejo histórico”, en Revista Agramonte, Talleres Jaime II, Camagüey, 1936.
Sixto Espinosa Dorta y José Antonio Quintana García: Fechario cultural avileño, trabajo inédito.
Alma, revista ilustrada
Bohemia
El Pueblo
Diario de la Marina
Investigaciones de Eddy Miguel Vargas