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En un mundo ficticio, hombres medievales batallan a hielo y fuego, dispuestos a morir por el codiciado Trono de Hierro. Basada en esa línea argumental, la famosa serie Juego de Tronos ofrece la crónica de una guerra en la que siete reinos están condenados a entrelazarse.
En la vida real, siete hombres del mismo clan lidian con el cincel y la piedra, encargados durante casi un siglo (1559-1649) de levantar algunas de las principales fortificaciones costeras del imperio español. Así se entretejió la saga de los Antonelli, una casta de arquitectos e ingenieros militares destinada a conectar dos continentes y dejar notables cimientos en el patrimonio cultural cubano.
¿Pero qué relación pueden guardar entre sí Juego de Tronos, España, Cuba y el linaje de los Antonelli?
La punta del hilo para hilvanar esta historia —y responder dicha pregunta— pude hallarla en El Castillo de Peñíscola, tras la huella de los Antonelli hasta América, interesante conferencia que el acucioso Juan de las Cuevas Loret de Mola tuvo a bien impartir el pasado martes en el Museo de Arqueología de la calle Tacón.
“Examinar la conexión subyacente entre el Castillo de Peñíscola, en la Comunidad Valenciana, y el Morro de La Habana no solo nos permite revisitar raíces esenciales de nuestra historia común con España, básicamente mediante el abordaje de los sistemas defensivos que fueron construidos desde tiempos remotos de corsarios y piratas, sino que conduce a esclarecimientos necesarios sobre la genealogía de la familia Antonelli y su legado”, comenta a OnCuba Cuevas Loret de Mola, quien fue director del Museo del Morro y actualmente administra junto a su esposa el negocio de renta de habitaciones “Casa Cuevas”, en Miramar.

Peñíscola, punto de partida
Incrustada sobre una península rocosa en el mar Mediterráneo y unida a tierra por un istmo de arena, Peñíscola es una comarca impresionante con más de 2 500 años de leyendas y misterios. Por su ubicación estratégica, devino encrucijada de distintas civilizaciones antiguas. Como muchas regiones del Levante, este enclave costero fue disputado indistintamente por íberos, romanos, visigodos, fenicios, cartagineses, bizantinos, antes de que en la Baja Edad Media se sucedieran los dominios árabes y cristianos.
De estilo gótico, con enormes portones y guardián de la ciudadela, el Castillo de Peñíscola se alza en la cima del peñón como el principal símbolo arquitectónico y patrimonial. Llega a alcanzar los 64 metros sobre el nivel del mar, con un perímetro de 230 metros y muros de una altura promedio de 20 metros. Su construcción, sobre los restos de una alcazaba musulmana, duró de 1294 a 1307, época en que fue baluarte de los caballeros templarios.
Uno de los acontecimientos cimeros de la fortaleza sobrevino cuando se refugió allí Benedicto XIII, conocido como el Papa Luna. De origen aragonés y nombre secular Pedro Martínez de Luna, había sido elegido Sumo Pontífice por la obediencia de Aviñón, Francia. Pero su papado transcurrió durante el llamado Cisma de Occidente, período épico en que la Iglesia Católica se sumió en guerras intestinas por el control de la fe en Europa, llegando a existir tres regentes simultáneos. Se dice que, por su testaruda resistencia frente a los enemigos, dio origen a la popular frase “mantenerse en sus trece”. El Papa Luna murió a los 95 años en el propio castillo.
Con el paso de los siglos, Peñíscola continuó desarrollando su celosa capacidad de adaptarse a los tiempos. Con la modernidad, se transformó en centro de interés turístico, dadas sus riquezas históricas, culturales, medioambientales y paisajísticas; lo que le valió integrar desde 2013 la red de los Pueblos más Bonitos de España. Según datos de la plataforma Holidu, figura a la cabeza del listado de ciudades españolas con mayor masificación turística, atrayendo anualmente a más de 200 mil visitantes, pese a contar con solo 7 882 residentes.
Un lugar con infraestructura medieval, aspecto monumental y magnífica conservación no podía pasar inadvertido para el foco de HBO, cuyos productores descubrieron en el castillo y callejuelas empedradas escenarios perfectos para filmar algunas escenas de la sexta temporada de Juego de Tronos. Así, Peñíscola se transfiguró en Meereen, y por su Rampa de Felipe II o Calle Mayor, el Portal Fosc, la Plaza Santa María, el Paseo de Ronda y el Parque de Artillería, anduvieron Tyrion, Varys, Gusano Gris y Missandei, observando conmovidos la decadencia en que los enemigos de la reina Daenerys habían sumido a la ciudadela amurallada.

Justo en aquel excepcional “plató” habían dejado su sello los Antonelli casi cinco siglos atrás. Lógicamente, no iban a imaginar que alguna vez podría realizarse semejante rodaje al interior de las murallas renacentistas que levantaron por orden del rey Felipe II, entre 1576 y 1578, a fin de actualizar las defensas periféricas de la villa.
Pero Peñíscola no solo constituyó la escuela: allí empezó a rodar el renombre de aquella dinastía de constructores italianos al servicio de la Corona. Al respecto, Cuevas Loret de Mola, también autor del libro Las fortificaciones de Cuba, ofrece una ruta concisa pero completa.

Arquitectos del Caribe
El primero de los Antonelli fue Juan Bautista (Gatteo, 1527–Toledo, 1588), quien empezó sirviendo a Carlos V y desde 1560 trabajó en Peñíscola como asistente del maestro de obras Vespasiano Gonzaga, virrey de Valencia. En cumplimiento de un encargo del rey Felipe II, y siendo ya experimentado en dichos asuntos, en 1563 trazó un ambicioso plan de protección marítima, marcando la posición idónea de castillos y torres vigías para enfrentar la piratería y la amenaza turca en el litoral sur de España. Contrario a lo que se cree, nunca viajó a América. Este Juan Bautista es considerado el precursor entre los de su estirpe.
“Mientras Juan Bautista trabaja con Vespasiano en la exploración del Levante español y norte de África para proponer el proyecto de defensa de esas costas, también participa su joven hermano Bautista (Gatteo, 1547–Madrid, 1616), aunque lógicamente con un protagonismo menor, pero que le permitió ganar experiencia al lado de esos grandes maestros e ingenieros. Bautista llegó a Peñíscola alrededor de 1559-1560. Pronto ejerció como ingeniero jefe a pie de obra de Vespasiano y, como alumno aventajado, cumplió tareas importantes hasta que Vespasiano se retira en 1578 y entonces Bautista queda completamente al mando”, explica Cuevas Loret.
Entre 1586 y 1599 vivió su etapa más fecunda. El 15 de febrero de 1586, Felipe II emitió una Real Cédula nombrando a Bautista Antonelli como su ingeniero responsable de explorar las costas del Caribe y delinear un proyecto de defensa con los puntos donde convenía levantar fuertes y castillos. Así se convirtió en el primer Antonelli que pisó el Nuevo Mundo.
Volvió a América en 1588, con una primera escala en Puerto Rico. De allí se trasladó a Santo Domingo y luego a La Habana, donde puso manos a la obra. Sus creaciones más encumbradas en esta plaza fueron el Castillo de los Tres Reyes del Morro, la fortaleza de San Salvador de La Punta y la terminación de la Zanja Real, obra fundamental para el auge de la villa. Antes de trasladarse a Cartagena de Indias en 1594, dejó todo organizado para que el proyecto continuara aún en su ausencia. A su genio se deben otras fortificaciones en el río Chagres y Portobelo (Panamá), San Juan de Ulúa (Veracruz) y Puerto Caballos (hoy Cortés, Honduras).

Sobre la variación en los nombres de estos Antonelli, aclara el investigador que se debió a una “españolización” de los hermanos, registrados originalmente como Giovanni Battista y Battista. De ahí que puedan aparecer en documentos con las grafías “Baptista”, “Battista” y “Bautista”.
Cristóbal de Roda (Gatteo, 1560–Cartagena de Indias, 1631), hijo de Rita Antonelli y sobrino de los anteriores, trabajó como mano derecha de su tío Bautista. Llegó a La Habana en 1591 para ayudar en la construcción del Morro y La Punta. Tras la partida de su tío a Cartagena, quedó a cargo de las obras hasta 1608. Fue descrito como enigmático y hosco, pero fiel, honesto y dedicado. Vivió diecisiete años en La Habana y tuvo allí, al parecer, esposa e hijos.
Juan Bautista Antonelli (Madrid, 1585–Cartagena, 1649), hijo de Bautista, fue conocido como El Mozo o El Joven. Su obra cumbre fue el Castillo San Pedro de la Roca, en Santiago de Cuba, diseñado en 1638. También construyó los reductos de La Chorrera y Cojímar. A menudo ha sido confundido con su padre.

Otros miembros notables fueron Cristóbal y Francisco Garavelli Antonelli, sobrinos de los Antonelli mayores. Francisco viajó a La Habana en 1591, pero su estadía resultó infructuosa y regresó a España. Murió a los 36 años en Valencia.
“Vivían moviéndose por las posesiones del reino. Los ingenieros Antonelli aportaron conceptos técnicos de avanzada y diseños innovadores. Incorporaron baluartes y murallas robustas, excavaciones directas en promontorios, y adaptaciones al clima tropical”, sintetiza Cuevas.
Conexiones y legados
Valencia tuvo tanta importancia en el Mediterráneo español como La Habana en el Caribe. Según Cuevas, existen similitudes estructurales notables entre el castillo valenciano y el Morro habanero, como el uso de baluartes, rampas, bóvedas, casamatas, garitas y baterías escalonadas.

“La Habana les sirvió como escuela y trampolín para alcanzar su notoriedad. Esta familia marcó pautas en innovación constructiva, estrategia militar y nexos culturales. Su huella es un recordatorio de una globalización histórica y del intercambio de saberes”, concluye el historiador.
Esto no va sencillamente de una dinastía de ingenieros que dejó su nombre escrito en piedra, en una época de rivalidades al mejor estilo de Juego de Tronos; tiene mucho de la espiritualidad de un estudioso que, como el mejor obrador Antonelli, reconstruye la historia.