Bob Marley dijo en cierta ocasión: “las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos”. Esta frase, tan subliminal, sintetiza la obra y la personalidad de Tomás Fernández Robaina, Tomasito, un septuagenario reparador de sueños, al que muchos consideran el académico del pueblo, que lleva un poco más de medio siglo (51 años), trabajando en la Biblioteca Nacional José Martí: “apartando piedras de aquí, basura de allá –haciendo labor– siempre va esta personita feliz trocando lo sucio en oro”.
Es autor de un número considerable de títulos sobre la historia social del negro en Cuba, también ha abordado varios tópicos sobre la religiosidad popular, y cuenta ya con tres testimonios literarios. Como vemos es un polifacético en los temas que escribe, que sale cada mañana de su casa en el capitalino barrio del Cerro, a la lucha del día a día.
En exclusiva para OnCuba, accedió cordialmente, a compartir algunas de sus incontables experiencias.
¿Cómo valorarías el estado actual de las temáticas que tanto has defendido en tus libros, tus charlas y tus cursos?
Mucho se ha avanzado, ahora hay más espacios para hablar de temas, que antes no se mencionaban, y en particular de la problemática racial en Cuba. Uno de los logros inmediatos se patentiza en la ampliación, del convencimiento de que la problemática racial existe en Cuba en forma de prejuicios y de discriminaciones no concientizadas como tales, pero que han comenzado a visualizarse como acciones y hechos que deben ser combatidos de manera enérgica. Otro aspecto que debe tomarse en cuenta que la lucha en contra de la discriminación no puede limitarse a la racial, sino expandirse a todas las discriminaciones vigentes aun entre nosotros, unas más visibles, otras más solapadas, religiosas, genéricas, homofóbicas, regionales. Me siento optimista por todo lo señalado, y por la incorporación de jóvenes de todo el país, que de la Negritud estudian e investigan sobre estos hechos y llaman la atención del poder revolucionario sobre lo que debe combatirse de manera objetiva .
¿Cuáles consideras son los mayores retos por afrontar?
En primer lugar la comprensión de que todo los que hacemos individualmente o integrados a la Cofradía de la Negritud, a la Articulación Regional Afrodescendiente de América Latina y del Caribe, a la agrupación Afrocubanas, o a la Comisión Aponte de la UNEAC, entre otras, tenemos el objetivo principal de luchar contra el racismo y sus secuelas. En segundo lugar valorar objetivamente los puntos de vista de los diferentes individuos y grupos que luchamos contra el racismo y en contra de todas las discriminaciones y prejuicios. Lograr un consenso en todo aquello que nos une, con el propósito de salvaguardar todo en lo que hemos avanzado en virtud del triunfo revolucionario. Y uno muy importante, no considerar que la difusión del conocimiento analítico, crítico de nuestra realidad histórica del ayer y la contemporánea, a los sectores más necesitados de ese conocimiento para su más activa y concientizada integración a la lucha que libramos, signifique abrir el caos, y un peligro. No podemos retomar la idea de que hablar del tema, es crearlo. La acción comunitaria es muy necesaria para apoyar las medidas y políticas raciales y sociales que nuestro gobierno tomará teniendo en cuenta el nivel alcanzado del debate actual ante esas problemáticas.
¿Qué proyectos centran hoy tu actividad tanto investigativa como de activismo social?
Investigativamente preparo un curso y libro sobre las publicaciones periódicas de las sociedades negras cubanas, muy modestamente deseo rendirle tributo a Carlos Manuel Trelles, a Pedro Deschamps Chapeaux, a Carmen Montejo y a Oilda Hevia Lanier, entre otros, que contribuyeron con obras paradigmáticas en este campo de nuestra historiografía, o de nuestra hemerografía. Continuar con mi activismo, muy ligado a la docencia, aprovechando cada espacio donde pueda hablar sobre la lucha que libramos con el fin de que se tome más conciencia de la necesidad de participar en esa lucha con amor, pensando y deseando que las generaciones futuras no tengan los escollos que las actuales han tenido que enfrentar, por eso es muy importante que ese batallar comience por uno mismo, para desenraizar de ese modo los prejuicios, que se solapan para no ser abolidos.
Durante muchos años, has sostenido importantes intercambios en universidades e instituciones en los Estados Unidos ¿Cómo valorarías estas experiencias?
Para mí ha sido una experiencia fundamental, que me ha hecho sentirme más cubano, identificarme más profundamente con nuestra cultura, con nuestra historia. Ofrecer seminarios, charlas sobre nuestra historia, y nuestro presente, de nuestros éxitos y nuestras deficiencias, de manera objetiva, honesta, subrayando la toma de conciencia y de las medidas tomadas para superarlas, ahora mucho más visible, ha sido una gran oportunidad.
¿Hasta que punto consideras la relevancia que te han aportado tanto en el ámbito profesional como personal?
En cierta medida parte de lo dicho en la respuesta anterior satisface esta interrogante. Pero insistiré que mis viajes a los Estados Unidos fueron viajes de adoctrinamiento político. Todavía no he ido a los grandes centros turísticos a los cuales todos anhelan concurrir, me llevaban a ver todas las contradicciones del sistema de vida estadounidense, a hablar con las comunidades haitianas, dominicanas, puertorriqueñas, y de otros países de América, de Europa y de África, quienes me permitieron apreciar los aspectos positivos y negativos de la sociedad estadounidense, cuando escuchaba sus valoraciones, recordaba siempre las palabras de mi maestro, Walterio Carbonell, en cuanto a la presencia de la dialéctica. Te diré que he comprendido más ampliamente los proceso sociales, que se operan en nuestro continente, en virtud del conocimiento de la realidad social de los Estados unidos, no olvidemos que en igual medida nuestro Héroe Nacional no se equivocó al analizar las esencias de los Estados Unidos de su tiempo, y de lo que le avecinaba a Nuestra América, como bien se materializó en su primera guerra imperial invadiendo los territorios de Filipinas, Puerto Rico y Cuba.
¿Pudieras mencionarnos algunas de estas universidades e instituciones, las cuales desde tu punto de vista han sido particularmente significativas dentro de tus experiencias?
Mi primera charla fue en la Universidad de Texas, en Austin, en noviembre de 1991, será inolvidable para mí, como lo fue también durante ese viaje mi visita a la Universidad de Chicago, donde regrese para impartir un seminario, como he efectuado en muchas otras, pero esas universidades, al igual que la Universidad de Miami, fueron en la década del noventa del pasado siglo, las que más me impresionaron y me impactaron profesionalmente. No olvidemos que en la Biblioteca de la Universidad de Miami se encuentra en la sección Cuban Heritage una, sino la primera y más importante de las colecciones bibliográficas sobre cuba en los Estados Unidos. Mis 19 viajes a los Estados Unidos me han enriquecido el conocimiento de ese país, me ha permitido apreciar que una cosa es la política imperial que suelen desplegar, y otra los hombres y mujeres que también luchan contra ese poder imperial, que se evidencia en el apoyo de amplios sectores de esa sociedad a la Revolución Cubana con sus virtudes y defectos. Me siento muy orgulloso de que mis viajes iniciales fueron promocionados por colegas como Ben Jones, Fannie Rushing, Laurence Glasco, Aline Helg, quienes confiaron absolutamente en mí para invitarme a eventos, en sus universidades. Tambien la Biblioteca Arturo Schomburg, del sistema de Bibliotecas Públicas, de la Ciudad de Nueva York, sitio que considero como mi casa; desde 1992 investigué sus fabulosas colecciones, colaboré y compartí un tiempo muy hermoso, que considero formativo, porque en ese centro ahondé mi conocimiento del caribe, al intercambiar experiencias profesionales y personales, con especialistas, técnicos, que me hablaban de sus lugares de origen, de sus ideas políticas, siempre mirando al futuro muy progresivamente, esporádicamente. Gracias a Howard Dodson, el director de la biblioteca, y a Miriam Jiménez Romaní, y Diana Lachatañeré, ese lugar se convirtió siempre, cada vez que llegaba, en un aula en la que tanto aprendí sobre la problemática del negro en todo nuestro hemisferio. Otra institución que no puedo dejar de mencionar es el Buildner Center en Nueva York y a su director Mauricio Font, un espacio donde he debatido sobre nuestra realidad actual de manera vehemente y apasionada. De todas las universidades e instituciones visitadas tengo algo que decir, pero ese será el contenido del libro donde contaré mis experiencias por las tierras de Marck Twain.
Hace unas semanas, en un importante encuentro, en el marco del Día Mundial Contra la Discriminación Racial, se desato un gran debate que en alguna medida cuestionaba tu trabajo de activismo y el de otros. ¿Qué piensas al respecto?
Para mí fue un hecho triste, lamentable, nada nuevo dije que no hubiera dicho con anterioridad. En aquel momento expresé que lamentaba mucho que se hubiera mal interpretado mis palabras. Mi intención no fue que se me tomara como un provocador, por reiterar mi pensamiento de que el debate racial y en contra de todas las discriminaciones debía salir de los espacios académicos, y llevarlos a los parques, a las casas comunitarias, a los barrios. No creo que esa propuesta vaya en contra de la que afirma que todo debe ejecutarse desde el poder. Me parece que el debate abierto, público en la base de nuestra sociedad, es vital. Sé que ya se confeccionan nuevos programas para los diferentes niveles de nuestro sistema de enseñanza, una forma objetiva para ir creando las condiciones para la formación más objetiva de nuestros escolares y estudiantes, y maestros a corto y a largo plazo. Ese hecho es una prueba de que estamos avanzando.
Pienso que debemos trabajar más en todo lo que nos una, y no pensar que criterios diferentes a los nuestros puedan ser dañinos, y mucho menos si esos criterios son los siempre enarbolados por compañeros comprobados y objetivamente identificados con la lucha que libramos. Ese incidente me ha servido para comprobar que no todos los que estaban allí mal interpretaron mis palabras, pues los mensajes que han circulados en internet, así lo evidencia de forma muy objetiva. Además de que mis compañeros del diplomado de Antropología, dirigido por el Dr. Antonio Martínez, me hicieron un acto de desagravio en la clase del 27 de marzo. Pienso que todos hemos salido más fortalecidos por ese lamentable suceso, y muy optimista y confiados en toda la lucha que nos queda por delante.
Hoy en día Tomasito continúa siendo un luchador incansable, a pesar de los años que lleva de trabajo intenso. ¿Podemos asegurar que mantendrá intactas sus líneas de trabajo o habrá algo nuevo a incluir?
Siempre vuelvo a mi maestro Walterio Carbonell, no sé qué podrá surgir en nuestra lucha que deba prestar atención, e incorporar como algo fundamental en mi bregar por un mundo mejor. Pero si hay algo muy cierto, las condiciones que nos hacen demandar desde posiciones revolucionarias medidas contra todas las discriminaciones que a pesar de todo lo hecho por la Revolución para combatirlas, aún se mantienen, serán ellas razones poderosísimas para continuar en la batalla, la cual cesará en la medida en que la realidad circundante demuestre la disminución hasta su abolición de todo lo que hemos históricamente combatido.