Un comerciante habanero entre las víctimas del Titanic

“Don Servando Ovies es una de las víctimas del horrible naufragio que consternó al mundo entero”, reseñó la prensa de la época.

Don Servando Ovies. Foto: www.lnes.es

Don Servando Ovies. Foto: www.lnes.es

La nota necrológica, publicada por el Diario de la Marina el 20 de abril de 1912, fue un mazazo: “No se ha confirmado la primera consoladora noticia. Don Servando Ovies es una de las víctimas del horrible naufragio que consternó al mundo entero”.

El medio de comunicación sabía de primera mano lo relacionado con el desaparecido porque entre sus colaboradores se hallaba José Antonio Rodríguez Fernández, primo hermano de Servando y quien firmaba sus artículos con el seudónimo de “Bartolo”.

Días antes, informaciones divulgadas en La Habana afirmaban que el exitoso comerciante, copropietario y gerente de El Palacio de Cristal, famosa tienda dedicada a la venta de telas y ropa, era uno de los sobrevivientes del transatlántico Titanic, después que este se hundiera la noche del 14 al 15 de abril tras colisionar con un iceberg, en el océano Atlántico, frente a las costas de Terranova.

A la viuda, Eva Matilde López del Vallado, embarazada entonces, le parecía increíble aquella tragedia. Desconsolada quedó con su pequeño hijo de un año. Servando, a sus 36 años de edad, tenía tantos proyectos. Era tan emprendedor.

Representación del hundimiento del Titanic.

La historia de Ovies en Cuba comenzó en 1891, cuando llegó a La Habana con 15 años. Había nacido en Avilés, Asturias, el 21 de febrero de 1876, hijo de Ramón Ovies y María del Carmen Rodríguez. 

Contratado como aprendiz en la empresa familiar de Rodríguez & Co., su inteligencia, dominio de varios idiomas y capacidad de trabajo lo hicieron prosperar, al punto de multiplicar su capital e inversiones. El tío materno, José Rodríguez López, dueño del establecimiento, no se arrepintió de haberlo traído a Cuba.

Propiedades en Morón

Aunque todavía se desconoce cuándo Ovies inició sus inversiones en el municipio Morón, hoy perteneciente a la provincia Ciego de Ávila, el historiador de la localidad Héctor Izquierdo Acuña refirió en el artículo “Más sobre el cubano del Titanic”, de la autoría de Félix Flores Varona y publicado el 15 de septiembre de 2012 en el periódico Invasor:

Don Servando Ovies y Rodríguez era propietario de solares en la calle Martí esquina a Salomé Machado, en Morón (…) Se declararon herederos abintestatos su hijo legítimo Servando Ramón Ovies y López y su viuda Matilde López del Vallado y Riverón.

Esto va de acuerdo con el auto realizado el 20 de agosto de 1912 por el juez de primera instancia del Distrito Este de La Habana ante el Secretario Judicial Don Adolfo Miguel y de la Torre. Poseía, de acuerdo con otra escritura, 42 caballerías de tierra en la finca El Barro, además de otras once fincas.

El fatídico viaje

Titanic al zarpar. Foto: www.elespanol.com
Titanic al zarpar. Foto: www.elespanol.com

Ovies se despidió de su esposa, de sus socios de trabajo González y Pola para embarcar en el vapor Habana el 13 de enero de 1912, con destino Nueva York, desde allí viajaría rumbo a Europa, donde firmaría contratos para abastecer El Palacio de Cristal, que siempre ofertaba lo más actualizado de la moda parisina y rivalizaba con El Encanto, también propiedad de asturianos.

Tenían proveedores en telares españoles (de Cataluña), franceses, holandeses e ingleses. Cuando realizaba estos viajes de negocios, Ovies visitaba a la familia. Según la tradición oral, estuvo en Avilés, donde disfrutó de la compañía de su madre, Carmen Rodríguez Maribona, quien residía en el barrio La Magdalena. Después marchó a Inglaterra y Francia.

El 9 de abril estaba en París. “Sería con toda seguridad la última jornada parisina del viaje porque el comerciante asturiano embarcaría en el puerto de Cherburgo al día siguiente. De la capital francesa a Cherburgo hay unos 350 kilómetros que, si Ovies los hizo por ferrocarril, tardaría no menos de ocho horas desde la estación parisina de Saint-Lazare, donde se sabe que se despidió a un numeroso grupo de pasajeros del Titanic por todo lo alto”, relata el periodista Eduardo García.

Como podía darse el lujo, pagó 27 libras (más de 3200 libras de hoy) por el camarote D-43, de primera clase, en el Titanic, el mayor barco de pasajeros del mundo que realizaba su viaje inaugural. El 15 de abril de 1912, vestido con “abrigo y chaleco negros; pantalones de sarga azules; camisa gris”, sucumbió el empresario durante el naufragio más legendario de la historia.

Félix Flores Varona cita esta curiosidad en una crónica que publicó sobre Servando:

El martes 23 de abril de 1912 los marineros del buque Mackay-Bennett suben a bordo, entre otros, los cuerpos de tres de los componentes de la orquesta del Titanic, que se mantuvo tocando hasta el hundimiento mismo del buque, y otro cadáver que fue etiquetado con el número 189. Junto a esos cuatro cuerpos se recuperan durante la jornada 124 víctimas más. El número 189 fue identificado como Servando Ovies Rodríguez…

El misterio de un cadáver

En la ficha forense de Servando Ovies, escribieron “probablemente, un marinero”, debido a la ropa que vestía. Esto provocó especulaciones acerca de la identidad del cadáver, dudas que todavía siguen en pie.

Al conocer el suceso, su primo José Antonio Rodríguez Fernández viajó desde La Habana a Halifax, Canadá, con la encomienda familiar de identificar los restos. Ya había trascurrido casi un mes. Hubo que desenterrarlo. A pesar de observar “un cuerpo seguramente irreconocible, vestido con prendas que no parecían las propias de un caballero de su clase, lo dio por reconocido, tal vez para evitar un mayor dolor a su viuda, la cubana Eva Matilde López del Vallado, de la que esperaba un hijo”, opina Pablo Antón Marín Estrada.

A juicio del periodista, el primo del fallecido tal vez lo hizo para proteger económicamente a la viuda, por aquello de “sin cuerpo no habría herencia”, como diría otro colega que entrevistó para El Mundo a Jorge Ovies, bisnieto de Servando.

Eva Matilde López del Vallado presentó una demanda por 75 mil dólares por la pérdida de la vida de Ovies y 2,800 dólares por la de sus propiedades. Se calcula que obtuvo 286 mil pesos cubanos, por indemnización, de las acciones que tenía su marido en la empresa.

Antes de regresar a Cuba, José Antonio Rodríguez gestionó el traslado del cadáver al Cementerio Católico de Mount Olivet, en Halifax, donde fue inhumado el 15 de mayo de 1912.

 

 


Fuentes

Diario de la Marina

Eduardo García: “Servando Ovies, un asturiano en el Titanic”, www.lne.es

Pablo Antón Marín Estrada: “El empresario que vestía como un marinero”, www.elcomercio.es

Félix Flores Varona: “Más sobre el cubano del Titanic”, Invasor, 15 de septiembre de 2012, p. 3.

Alberto del Río Legazpi: “Un alcalde de cine”, https://blogs.elcomercio.es

Eva Belmonte: “Ahí murió vuestro bisabuelo”, https://www.elmundo.es

www.encyclopedia-titanica.org

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