Jornada de guerra, escribe José Martí en su diario de campaña. La tropa marcha con cautela. Espinas y bejucos hieren la piel y se rumora que los “Indios de Yateras” siguen el rastro de la columna, como fieros sabuesos en busca de su presa.
El 25 de abril de 1895 se escuchan disparos. Acampan al mediodía. El Mayor General Máximo Gómez es el jefe de la tropa insurrecta: “Siguiendo nuestro camino subimos a la margen del arroyo. El tiroteo se espesa. Magdaleno, sentado contra un tronco, recorta adornos en su jigüera nueva. Almorzamos huevos crudos, un sorbo de miel, y chocolate de ‘La Imperial’ de Santiago de Cuba”, anota el Apóstol en su libreta de apuntes.
Esta es la referencia más antigua que encontré sobre la producción industrial de chocolate en la provincia de Santiago de Cuba, que abarcaba entonces al territorio que hoy pertenece a Holguín, Las Tunas, Guantánamo y Granma.
La fábrica existía desde la década de 1860. La Revista Oriente afirma que fue fundada en 1868. Sus primeros dueños eran de origen francés y laboraron bajo la razón social de Pinzan y Wanton. Luego tuvo otros propietarios hasta que, en 1900, Ramón Colomé Paradeda la compró al catalán Juan Estiú. Probablemente Colomé también era inmigrante español.
El desarrollo del negocio
El 25 de abril de 1906 la firma Colomé e Hijos solicitaba a la Secretaría de Agricultura, Industria y Comercio la aprobación de la marca La Imperial, chocolate “garantizado, puro y sin mezcla”, según argumentaba en la petición. Nacía así el sello que distinguiría al emprendimiento.
La Compañía, creada con sus hijos Ramón, Ventura, Juan y Lorenzo, se abría paso exitosamente en el tejido empresarial del Oriente de la isla. Sin embargo, él tenía metas superiores. Anhelaba que sus confituras se vendieran también en el extranjero. Y pudo lograrlo.
Tres años después fue aceptada en el registro de la propiedad intelectual la marca Crema Imperial, de clase superior. Se convertiría en el producto estelar del emprendimiento. El premio, recibido en 1911 en la Exposición Nacional, era también un respaldo a las aspiraciones de la familia Colomé.
Entre los obstáculos que enfrentó la empresa estuvieron las afectaciones por el alto costo de los aranceles. El Diario de la Marina, en su edición del 1ro. de marzo de 1927, abordaba así el tema:
“La Manufacturera Nacional que comprende las fábricas de chocolates, galleticas y dulces sufre grave perjuicio a causa del arancel que afecta a determinadas materias que importa, y en cambio protege a los chocolates, galletas y dulces confeccionados que se traen del extranjero”.
A pesar de ello, la fábrica de los Colomé continuó activa, se adaptó para sobrevivir y funcionó bajo diversas directivas. Acerca de su historial refiere Cuba Contemporánea. Provincia de Oriente:
“Al fallecer D. Ramón la sucesión siguió bajo la misma denominación, aceptando más tarde modificarla con la introducción del señor Francisco Cabello en el negocio y por lo cual la sociedad se denominó Cabello y Colomé hasta el año 1926, en que el señor Cabello se retiró del mismo e ingresó en la firma la sra. Teresa Colomé Vda. de Caveda, hija del extinto D. Ramón y figurando entonces la sociedad bajo el nombre de R. Colomé S. en C; hasta 1940. En 1943 la fábrica responde al nombre social de Ramón Caveda y Colomé y en marzo del mismo año se constituyó la actual sociedad Chocolates Colomé”.
El proceso productivo en la década de 1940 era el siguiente: de acuerdo con declaraciones de los directivos de la empresa a redactores de Cuba Contemporánea. Provincia de Oriente: “El cacao crudo hay que tostarlo, descascararlo y pasarlo al molino que lo licúa convirtiéndolo en una gran grasa espesa; no se le extrae grasa de ninguna especie, se hace natural, al revés de como se fabrica en otras partes. Se le adhiere azúcar turbinada después de pulverizarla y con sus otros ingredientes como canela, vainilla, etcétera, se obtiene el resultado final, pasándose después a los refrigeradores. Luego se envasa en cajas de 25 libras, divididas en medias libras para su expendio al público”.
La fábrica fue instalada en un edificio que construyó la empresa para ese fin. El negocio tenía sus oficinas en las calles Batortomé Masó y Teniente Rey. En 1938 la capacidad productiva era de 5 mil libras diarias y sus marcas principales: Crema Imperial, Ferrer y La Caridad.
Según los anuncios publicitarios, el primero de los productos mencionados se recomendaba “para las nodrizas; el Chocolate Malteado (con malta), más ligero, más digerible para los niños y estómagos débiles”.
Cuba Contemporánea. Provincia de Oriente divulgó otros detalles: “La Crema Imperial es la más internacionalmente conocida porque se ha exportado mucho a todas partes y actualmente algunas firmas americanas han celebrado grandes contratos para próximos embarques. La maquinaria es de marcas americanas y alemanas, movida por fuerza motriz. Trabajan en la fábrica 25 obreros, asegurados en La Tabacalera y las mercancías están aseguradas en la Yorkshire Insurance Co.”
Aporte adicional de la Compañía a la economía regional y local fue la adquisición del cacao y azúcar producidos en la provincia, insertándose así en un encadenamiento beneficioso para los demás actores.
Colofón
Coexistieron con el negocio de la familia Colomé varios emprendimientos similares en el Oriente cubano. En la década de 1920 el de mayor magnitud era La India, establecido en Guantánamo y propiedad de Cueria y Co. Aunque un incendió destruyó la fábrica en febrero de 1933, logró recuperarse. Comercializaba las siguientes marcas: La India, Pirata, Valenciana, Medalla, Bacarat y Popular.
Quedan apenas en la memoria recuerdos de aquellas cremas y galleticas elaboradas por la empresa de los Colomé, tan presentes antaño en la vida cotidiana de los santiagueros, como demuestra una estampa del Dr. Ludovico Soto, fechada en 1936:
“Los dulceros de Santiago de Cuba viven de los niños de los colegios, de las mujeres de las fábricas y de los enamorados de los parques. Reparten, a todo grito, por las calles su mercancía de confites, de chocolate, de coco-piña, de galletitas de Colomé, de Tuttis helados, de maní tostado o garapiñado, con una placidez encantadora en sus pregones típicos, que rompen con la monotonía del ambiente y ponen una nota alegre en las tardes urbanas, cargadas de luz solar y de brisa yodada.”
Fuentes consultadas:
José Martí: Diario de Campaña: (De Cabo Haitiano a Dos Ríos), https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/diario-de-campana-de-cabo-haitiano-a-dos-rios–0/html/dcb1ae40-2dc6-11e2-b417-000475f5bda5_2.html
Alcibíades S. Poveda Díaz: Las noticias de la historia, 1902-1958 (Crónicas de Santiago de Cuba), Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2015.
Boletín de la Secretaría de Agricultura, Industria y Comercio, La Habana, 1906.
Boletín Oficial de la Secretaría de Agricultura, Comercio y Trabajo, La Habana, 1922.
Cuba contemporánea: Provincia de Oriente, Centro Editorial Panamericano, La Habana, 1944.
Revista Oriente 1938-1939.
Diario de la Marina.
Volvemos a leer otra linda e interesante crónica de domingo. Siempre aportando nuevos indicios de lo que lograron hacer estos emprendedores en su tiempo. Gracias José Antonio.