Armando Valido Menció conoce la historia del poblado de San José de las Lajas y la cuenta con tal vehemencia que parece que la vive. Sobre todo porque muchos de los principales hechos que han ocurrido en ese municipio de la provincia de Mayabeque, bien cerquita de La Habana, tuvieron a su familia como protagonista.
“La mejor casa del poblado la tenía mi bisabuelo, Don Antonio Menció Roura, de origen catalán, que era un acaudalado comerciante y estaba casado con Doña María del Socorro Díaz Martínez de Menció. María tenía varios hermanos unidos a los mambises y un hijo del matrimonio —Antonio María Menció Díaz— estaba exiliado en México, por razones políticas”.
“A pesar del vínculo que tenía con los mambises, la familia tuvo que acceder a la solicitud del jefe de la guarnición española, ubicada en San José de las Lajas, porque le debía algunos favores. Es así que Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, pernoctó en la casa de mis bisabuelos —los Menció— cuando decidió visitar a las tropas y sus almacenes en este territorio.
“Ya había sido dictado el bando de reconcentración. En San José de Las Lajas se encontraban los reconcentrados en los portales de las casas y en la vera del camino entre la capital y Güines. Las tropas del Ejército Libertador estaban en las puertas de La Habana; y aunque a la familia no le complacía el visitante, se prepararon para la ocasión. Mi abuelo contaba que su papá, Don Antonio, compró una vajilla para servir café.”
Armandito acota con cara de risa que en esa zona lajera a Weyler le llamaban “Patilla de mono”, por la forma de su afeitado; y que si se hablaba de café al español había que servírselo fuerte y bien amargo.
En la sala de la casa de nuestro narrador se observa aún la propaganda borbónica que compraron para adornar la residencia y, con ello, no levantar sospecha ante el gobernador de la Isla. El adorno consistía en un plato con el escudo del Rey y tres monedas, donde aparecía Amadeo I de Saboya y las otras dos de Alfonso XII.
“En aquella propaganda —que para muchos pudo pasar como detalle mínimo—, el propio Don Antonio tomó una de las monedas y la colocó al revés, entonces el Rey aparecía con la cabeza hacia abajo y, de alguna manera, él expresaba su desacuerdo con la situación que le tocaba vivir.
“El 19 de enero de 1897 Weyler almorzó, cenó y pasó la noche en casa de mi familia, sintiendo el frío de los anfitriones. Digo ‘pasó la noche’ y no ‘durmió’ porque realmente la casa fue atrincherada y, según registran los apuntes de una de mis tías abuelas —Angelina Menció Díaz, hija de Don Antonio—, Weyler no pudo dormir, por el despliegue militar.”
La repercusión de tamaña visita no se hizo esperar. Asegura Armandito que “al día siguiente, al salir de San José de las Lajas, Valeriano Weyler se dirigió a Güines. Al preguntarle allí cómo había pasado la noche, el gobernador hizo el siguiente comentario: «Me parece que he pasado la noche en un campamento mambí»”.
Pero la historia daría un giro más.
Seis años después la misma casa acogería a otro importante jefe militar. “En el primer mes de 1903”, cuenta Menció, “el Licenciado Celestino Hernández Díaz, amigo personal del Generalísimo Máximo Gómez, propuso que éste visitara por dos días San José de las Lajas, acompañado de algunos de sus familiares. Entonces fueron días de júbilo para la Villa a pesar del carácter absolutamente privado de la visita, según las recomendaciones del Generalísimo. Mis bisabuelos y el resto de la familia que, fría y obligatoriamente recibieron a Weyler, entonces asumieron con beneplácito la visita de Gómez”.
Buscando entre muchos documentos, Armandito encontró la foto que recuerda el hecho: “Fue tomada en el segundo día de la visita, por el propio Celestino Hernández. Junto a Máximo Gómez, que está en el centro de la fotografía, aparecen su esposa, la señora Doña Bernarda Toro de Gómez, además de un grupo de notables lajeros. Vagamente se aprecia en la foto la imagen de la perra Campana, mis tíos abuelos contaban que todo el tiempo que Gómez estuvo en la finca jugó con el animalito, es por ello que terminó también incluida en la fotografía”.
La casa que sirvió para recibir a Weyler y Máximo Gómez, hoy está dividida en tres viviendas, pero el paso del tiempo ha dejado una huella evidente en su construcción. Para Armandito, verla en esas condiciones es doloroso, pero así pasa también con otros lugares asociados a las muchas historias que sabe Armando Valido sobre San José de las Lajas. Su vínculo con las tradiciones y el conocimiento popular le han hecho poseedor de un gran saber sobre el pueblo en el que vive y quiere.
Muy intersante artículo, que nos da a conocer hechos históricos, muchas gracias