El poblado del Quince y Medio, o Simón Reyes, está ubicado al sur de Ciego de Ávila, en el actual municipio de Venezuela. El lugar fue el escenario de la historia tragicómica que les contaré, sucedida durante las elecciones generales de 1940.
Siempre me resultó un sitio pintoresco y entrañable, cuando de niño lo visitaba asiduamente con mi padre, y tanto fue su atractivo que inspiró una breve novela, titulada precisamente Quince y medio, de la autoría de C. Mesa Royé.
Muy cercano al central Stewart, allí radicaba el grueso de las instalaciones comerciales, un cine, sociedades de instrucción y recreo, escuelas, un bello parque y la estación del ferrocarril de Júcaro a Morón, denominada Silveira por un antiguo empresario que en sus inicios intentó fomentar el mentado ingenio azucarero.
En los comicios de 1940 se postuló como concejal un hombre modesto y trabajador que ganaba el sustento para su familia con una pequeña colonia en la zona del Stewart. Su nombre era Francisco Álvarez, pero se le conocía por el apodo de Chicuelo, y en los pasquines de propaganda electoral aparecía su lema: “Vote por Chicuelo, concejal modelo”.
El día de las elecciones acudió con su familia a votar en el colegio que le correspondía, en el poblado de Quince y Medio. Luego de ejercer el voto, esperaron con paciencia a que concluyera el ejercicio cívico y se pusiera en el exterior del local la relación de boletas.
Una vez cumplida esta gestión, revisó con detenimiento el listado y pronto se llenó de estupor, pues comprobó que no había conseguido ni un solo voto en dicho colegio. Airado por el fraude de que había sido víctima, Chicuelo exclamó, casi entre sollozos:
“Que mi esposa, con la cual llevo tantos años de casado, considere que no soy un buen marido y por tanto sería un mal concejal y no me otorgara el voto, pasa. Que mis hijos, con los cuales me he sacrificado tanto, consideren que no he sido un buen padre y por lo tanto sería un pésimo concejal, y no me otorgaron el voto, pasa. Pero que yo, Chicuelo, no haya votado por mí hoy. ¡Eso sí que no pasa!”
La frustración de Chicuelo no fue única en esa jornada comicial. El diario El Pueblo, del jueves 18 de julio de 1940, en la sección “Cháchara” que firmaba el periodista e historiador Antonio Benedico Rodríguez bajo el seudónimo de Yoyo, comentaba de un evento parecido en un colegio electoral de la ciudad avileña, donde el candidato y su hija habían depositado el voto preferencial y se lo habían escamoteado.
No hay dudas de que Chicuelo no tuvo en cuenta, dada su probidad, el consejo que daba José M. Muzaurieta en su Manual del perfecto sinvergüenza: “El día de las elecciones será su gran día. Pero supongo que usted no será tan necio que de antemano no haya preparado ya su elección. Otros lo hacen. Usted puede hacerlo. Hágalo”.
Fuentes:
José G. Quintas: El hombre que nunca ríe. Editorial Ávila. Ciego de Ávila, 2013.
Todo el mundo quiere tener un puesto de jamon y encima, robar. La solucion consiste en que los aspirantes a la politica solo puedan optar por una posicion sacrificada, para proclives al sadomasoquismo. No se les da ni un quilo, nada pueden resolver para si mismos ni para sus enojados electores y se la pagan recibiendo reprimendas y conazos. !Genial! Como todo lo que se le ocurre a nuestro invicto Comandante en Jefe.