A Tiago Felipe Díaz, de 25 años, el entramado cultural y musical que la isla guarda como un tesoro para el mundo entero, sin quererlo, nubló sus aspiraciones y expectativas y, por eso, después de barajar las opciones y conversarlo con familia y amigos, un día decidió también venderlo todo e irse del país.
Su emigración fue un asunto profesional y no tuvo que ver con dinero ni con acuerdo o desacuerdo con nada ni nadie. Lo de Tiago es una cuestión de oportunidades, de proyección personal, desarrollo humano y acceso a un público que en Cuba sabe brillar, si bien no por su ausencia, sí por su poca masividad.
En Cuba hay rock sobre todo en ciudades como Santa Clara y Pinar del Río, pero está más que claro que son otros los géneros que despabilan y excitan la sangre isleña.
Tiago Felipe es músico, como casi todos en Cuba, y sigue el folclor de su país, pero el género que ha venido perfeccionando los últimos años no es fructífero allí: Tiago hace rock pesado y, aunque pudo haberse quedado, tocando de vez en cuando en festivales y bares e intercambiando el tiempo con cualquier otro trabajo para sobrevivir, la ilusión le ganó la mano y le puso la vara muy alta: ¿Por qué no podía ser un rockstar?
***
Tiago Felipe nació en La Habana, en Marianao, pero creció en el Vedado. Allí, desde muy temprano se empapó de los sonidos propios del siglo XXI. A sus 12 años era el líder de un dúo de reguetón llamado Flow Street con el cual participó en varios concursos y festivales en los que se valoraba nuevos talentos, pero fue justo por esa época que sus padres prácticamente lo obligaron a que los acompañara a la Tribuna Antiimperialista a ver un concierto que hoy por hoy hace parte de la mitología rockera cubana: el de Audioslave.
Aquel día de 2005 algo en Tiago cambió por completo. No solo es el día más feliz de su vida, sino que también es el momento en que un click en su cabeza le hizo decidir que, si iba a dedicarse a la música, sería levantando la bandera del rock. El poderío sonoro de Audioslave le revolvió todo por dentro y esa sensación no puede olvidarla. Recita de memoria la lista de temas que tocó la banda estadounidense aquella noche y lamenta solo haber podido volver a vivir semejante imperio distorsivo once años después, cuando los Rolling Stones rugieron en La Habana en marzo de 2016.
Al día siguiente de aquel primer concierto, con el cerebro aún dislocado y los ánimos frenéticos, pidió a sus padres que le dejaran escuchar toda la música de Audioslave que tenían en discos originales enviados desde Estados Unidos. Después de oir una y otra vez cada canción, se enamoró de la guitarra de Tom Morello y de la voz de Chris Cornell. Fue ahí cuando salió corriendo al baño, se miró en el espejo y no vio más un reguetonero: el reflejo no mentía, de la noche a la mañana se había convertido en friky.
Lo primero que hizo Tiago fue hablar con su compañero de Flow Street para convencerlo de abandonar el reguetón. Fue una tarea difícil pero, para poder llevarla a buen puerto, siguió escarbando, tarde tras tarde, en la música de sus padres y encontrándose con joyas del calibre de Nirvana, Rage Againts The Machine, Linkin Park y System of a Down. Todo lo que descubría se lo pasaba a su amigo, como si estuviera educándolo. Al final el compañero cedió, animándose a probar con la batería, mientras Tiago se afirmó en la guitarra. Así empezaron un nuevo dúo que después de incontables digresiones fue bautizado como Son of the sound.
La guitarra que Tiago encontró en su casa estaba destartalada y solo tenía dos cuerdas, mientras el otro usaba las manos como baquetas. Dos veces a la semana se reunían a ensayar: el primero imaginaba la existencia y el sonido de las cuerdas faltantes y el segundo golpeaba todo lo que pudiera hacer eco.
Cuando el padre de Tiago vio el potencial de su hijo para el rock and roll y la seriedad del proyecto Son of the sound, resolvió gastar parte de sus ahorros como empleado del gremio gastronómico para completar las cuerdas que la guitarra reclamaba. El día que Tiago recibió este regalo se convirtió, instantáneamente, en el segundo día más feliz de su vida después del concierto de Audioslave.
***
En la escuela Tiago era un raro. Como está dicho, no era que el rock no existiera en La Habana, lo que sucedía era que la moda iba por otro lado. No contento con influenciar a su amigo, Tiago empezó una labor básica de evangelización en rock dirigida a muchos de sus compañeros de escuela y así, de a poco, algunos fueron cayendo hasta consolidar un grupo notable de frikys que cada fin de semana se reunía en la famosa intersección de las calles 23 y G, a conversar y a entretenerse, auspiciados por ese género que décadas atrás había sido prohibido por considerarse una manifestación contrarrevolucionaria, tanto, que la “infracción” engrosaba, entre otras, un pecado con nombre propio: diversionismo ideológico.
Ahora bien, 23 y G solo congregaba a los jóvenes pero no les permitía armar peñas. Entonces muchos frikys, entre los que se encontraba Tiago, empezaron a proyectar pequeñas reuniones y conciertos en lugares que hallaban disponibles y que, además, no los satanizaban.
A los 16 años, Tiago quiso tatuarse, aun sabiendo que eso podría complicarle conseguir un trabajo en el futuro, o incluso vivir tranquilo, porque según él, el prejuicio que había en la isla con los tatuajes y que todavía persiste muchas veces, convierte a los tatuados en sospechosos de lo peor.
Cuatro años después de la fundación de Son of the sound, Tiago fue contactado por Kill the Fish, una conocida banda que cultivaba el subgénero del Metal Core. Con el paso del tiempo, y ya muy involucrado en la escena metalera cubana, entre un grupo de amigos empezó a surgir la idea de fundar una nueva banda más melódica y legible y menos ruidosa y, entre ensayo y ensayo, nació Stoner, la banda con la que Tiago profesionalizaría su sonido, componiendo, grabando discos, produciéndolos y haciendo videoclips en la sala de su casa, en el Vedado, con equipos muy rudimentarios que de apoco fueron apareciendo y posteriormente comprando.
Stoner fue una bomba. La banda llegó a tener 6 integrantes y se presentó en cada lugar que pudo: La Habana, Holguín, Santa Clara, Pinar del Río… La rotunda pesadez del Metal Core había disminuido y el estilo se convirtió en algo inclasificable, en una medianía que gravitaba instrumentalmente entre el metal extremo y el rock and roll clásico. Y fue en este punto, después de tres discos Desnudo (2013) Nuevo despertar (2015) y Destino (2017), y varios demos y sencillos dispersos en diferentes compilados de rock isleño, que la banda empezó a ser reconocida, gracias también a que en 2014 ingresaron como grupo de primera línea al ente estatal llamado Agencia Cubana del Rock y a la Asociación Hermanos Saiz, esta última la responsable de que Stoner pudiera salir de Cuba a tocar en países como Panamá, Costa Rica y Argentina, siendo el país austral el que le cambiaría a Tiago la visión del rock y de la vida.
***
De un momento a otro, tres de los integrantes de Stoner dejaron Cuba y el sueño intentó derrumbarse. No obstante, Tiago agarró los hilos conductores del proyecto y, además de la guitarra, empezó a cantar. Así, logró hacerse de reconocimientos como dos premios Cubadisco, tanto como mejor productor (con la banda Extraño Corazón) y como músico (con Stoner). También ganó 3 Cuerda Viva y 2 premios Lucas, gracias a su labor como videógrafo.
“En Cuba no podía hacer nada más, seguir allí era aceptar que no podía hacer una carrera seria dentro del rock, era básicamente echarme a perder, allá no hay industria, no hay posibilidad de vivir del rock porque no hay locales, no hay movida, no hay repuestos para los instrumentos, ni tecnología, la gente es muy reducida y se puede decir que hasta prefieren otros géneros para evitarse problemas con las autoridades”, dice Tiago, sentado en el segundo piso del McDonald’s más concurrido de la ciudad de Buenos Aires.
***
El 1ro de febrero de 2019 Tiago aterrizó en la capital de Argentina. Después de su primera visita no se sacó nunca de la cabeza esta ciudad ilimitada y rutilante. En 2017 conoció el público argentino tocando en varios escenarios, al lado de bandas de talla internacional como Carajo y Todos tus Muertos.
Quise volver a Argentina porque me encanté con este país, el rock, la gente, no me veía ni en Estados Unidos ni en México ni en España, que son los países a los que más se van los cubanos. En Argentina encontré mucho de lo que quiero para mi vida, aquí nadie te mira por nada, digamos que no importas, pero una vez que estás sobre el escenario lo eres todo.
El baterista de Stoner también viajó, con el sueño de grabar y tocar, pero la compleja realidad argentina los superó a los dos. Hoy Tiago aguanta, en solitario, el embate de una crisis económica que le consume velozmente los 2000 dólares que juntó para llegar al Río de la Plata, una crisis que no le permite conseguir trabajo, mientras su compañero supo declinar a los cuatro meses de estadía, y volvió a Cuba, cuando se dio cuenta no solo de que el sueño musical es una quimera en todos lados, sino que además ningún trabajo alterno podría significarle algún tipo de ganancia más que para la supervivencia.
La ansiedad y el estrés han empezado a gobernar a Tiago, lleva dos meses buscando un empleo, y nada. Una leve tartamudez contrasta totalmente con la brillante labor de youtuber que viene desempeñando desde hace algún tiempo. Tiene un canal en YouTube que se llama Viva la música y, desde allí, hace videos sobre su vida en Argentina. También ha logrado establecer contacto con algunas bandas que le pagan algo de dinero por cubrir sus shows como fotógrafo.
En 2020 Tiago quiere relanzar Stoner, si es el caso con nuevos integrantes y un sonido más depurado, apuntando a novedosas fusiones entre música tradicional cubana y Hard Core. Cada día, después de entregar varios currículos a diferentes comercios de la ciudad, Tiago se encierra en su habitación del microcentro porteño, a dos cuadras del Obelisco, a maquinarlo todo a propósito de su proyecto musical. Dice que una vez consiga la residencia temporaria y esté trabajando formalmente en lo que sea, quiere anotarse en alguna universidad para estudiar producción musical y algún día producir discos con la calidad sonora de Dream Theater o Avenged Sevenfold, sus dos bandas preferidas.
Tiago baja el rostro y dice que extraña a toda su gente en Cuba. Afuera del McDonald’s, en esta noche lluviosa y fría, el paisaje le es tan propio que parece sutilmente preparado. Mesas con gente sola: un senegalés grita por su teléfono en un francés inentendible, una venezolana mira por la ventana mientras mastica una hamburguesa que parece de plástico, una pareja de turistas brasileros toma café mientras planean el día siguiente.
En medio de la transitoriedad, Tiago sigue conversando, con la voz muy baja: está cansado de comer empanadas, pizzas y comida por peso. Echa de menos la seguridad y la tranquilidad de Cuba “donde puedes estar en cualquier lugar a cualquier hora y nadie te va a hacer daño”. Le ha costado acostumbrarse a la prisa que Buenos Aires le impone como un karma y no gusta mucho de lo explosivos que pueden llegar a ser los nativos. Pero no pasa nada, dice que seguirá adelante, construyendo su sueño paso a paso, sacrificando lo que sea necesario y cada vez que desfallece, recuerda algo que no sabe si lo leyó o escuchó: la noche siempre es más oscura justo antes del amanecer.
“Asere, la buena noticia es que mi novia está por llegar de Cuba en estos días, a vivir conmigo, para empezar una vida juntos aquí, ojalá musicalizada por Stoner”, me dijo antes de irse.
Ese es mi hermano!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!Recuerda siempre : Persevera hasta el final. TE QUIERO TATA!!!!!!