Leo Brouwer prefiere celebrar a sus colegas antes que caerse a besitos cada mañana ante su espejo, recordándose a sí mismo lo bueno que es. Quizás porque se sabe grande, y porque además tiene muchos amigos, puede darse el lujo de traer al festival de música de cámara que lleva su nombre a monstruos que llenan estadios, al módico precio de su amistad…
“Si tuviera que pagarles lo que cobran –lo que valen- tendría que comenzar a robar bancos”, bromeó Brouwer en una maratónica conferencia de prensa interrumpida por chistes e incidentales, en el habitual contrapunteo del músico y su esposa, la directora y productora general del evento, Isabelle Hernández.
Ella siempre se refiere a él como “El Maestro”, y él se refiere invariablemente a ella como “La Jefa”. Son, según Brouwer, como un ying y yang que se complementan en lo público y lo privado, con el objetivo final de promover la obra de un imprescindible de la cultura cubana, en particular la música y no solo la suya: la música erudita.
En esa empresa, el Festival Leo Brouwer de Música de Cámara juega un rol primordial, y los resultados se evidencian en el salto cuantitativo y cualitativo de su propuesta: de cuatro conciertos en 2009 a 20 ahora, con unos 300 músicos invitados y medio centenar extranjeros, entre ellos Paco de Lucía, un inmortal que “revolucionó el flamenco y toca la guitarra como si tuviera 100 dedos”, como lo resume Brouwer.
Por primera vez este año, el festival sale de La Habana. De hecho, abre en Santiago de Cuba el próximo 24 de septiembre, con el concierto Cello Plus a cargo del duo Cello Capriccioso, del cubano Douglas Vistel y la alemana Almuth Krausser. A propósito, es significativa la presencia de intérpretes cubanos que viven en otros países, entre ellos Josué Tacoronte, que repite el “Brouwer Flamenco”.
En Santiago mismo comenzarán los debates teóricos, en este caso con el estreno de obras de Laureano Fuentes y Cratilio Guerra, dos compositores cubanos del siglo XIX con un sólido legado en la música sacra y de escena, que no han sido suficientemente escuchados, según la investigadora Miriam Escudero, una suerte de Indiana Jones de la música antigua en Cuba.
Antes de llegar a La Habana, el festival dedicará un concierto al medio siglo de la muerte de Ernesto Lecuona, con la interpretación en Pinar del Río de El Cafetal. La cita pretende servir de homenaje a varias personalidades e instituciones: los 160 años de José Martí, el bicentenario de Giuseppe Verdi y Richard Wagner, el centenario de Benjamin Britten, los 95 de Harold Gramatges y Bebo Valdés, y los 90 de Italo Calvino.
Pero los homenajes también serán a los vivos: los 100 años de Esther Borja, los 75 de Bobby Carcassés y Roberto Varela, y los 70 de Pablito Milanés. Están previstas además sendas exposiciones fotográficas de Iván Soca, Gabriel Guerra y Silvio Rodríguez, y una muestra plástica de los pintores Eduardo “Choco” Roca, Alberto Lescay y Nelson Domínguez, entre otros.
El festival tendrá una buena dosis de humor, con el Concierto para dedo y orquesta, de Brouwer con Osvaldo Doimeadiós como intérprete. Brouwer le aseguró a OnCuba que contactó con Les Luthiers, agrupación argentina que sublimó la unión de humor y música de cámara, pero los padres del inefable Johan Sebastián Mastropiero ya no están para estos ajetreos.
A los amantes de la música antigua le recomiendan en especial el concierto Órgano plus… en la Iglesia de San Francisco de Paula, con el organista Vincent Bernhardt, que Brouwer definió con cubanísima simbiosis de sapiencia teórica y admiración popular: “El que toca el órgano es un salvaje”.
Seguirle el ritmo al festival requerirá una suerte de don de la ubicuidad, y cazarle la pelea a las presentaciones será una empresa utópica que valdrá la pena encarar. Y si este pinta genial, el del próximo año promete la presencia aquí de monstruos como Bobby McFerrin, el español Jordi Savall o Fito Paez, por amor al arte, mejor dicho, por amor a Leo. Es que, como dice Brouwer, “más vale un amigo que una cuenta de banco… aunque eso tampoco viene mal”
Foto: Roberto Ruiz