Durante los últimos días ha sido noticia la renuncia del núcleo dirigente de la revista Espacio Laical. En algunos medios de la diáspora cubana y en sitios web más o menos visitados, especialistas o ciudadanos en general han emitido criterios, han comentado o explicado las razones que provocaron este suceso.
Sin dudas, Espacio Laical había ocupado un lugar relevante dentro del ámbito público nacional y en ello influyeron varias razones.
Es una verdad proverbial que los medios de comunicación en la Isla no están muy sobrados de crítica: les falta independencia de juicio y la decisión de afrontar la realidad cubana en toda su vibrante complejidad. Además, el debate en nuestro país, sobre todo cuando se habla de política, muchas veces termina en el irrespeto, en los claroscuros violentos, donde no hay cabida para los juicios sensatos.
Espacio Laical había logrado tomar distancia de ambas desdichas: no solo había levantado la bandera de la crítica sino también de la compostura y el razonamiento equilibrado. Sin embargo, ha ocurrido un cambio en su dirección y ese hecho, que refleja desavenencias y forcejeos dentro de la Iglesia católica, hace pensar que la revista podría cambiar de naturaleza, es decir, de perfil editorial.
Este breve artículo quizás pueda ayudar a comprender por qué surgió la revista, por qué se mantuvo viva hasta los días presentes, qué razones llevaron a cambiar su dirección y qué consecuencias esto podría traer para la Iglesia. Son apreciaciones sustentadas en una reciente investigación que recurrió al análisis de 32 números de la publicación entre los años 2005 y 2013, y se apoyó en entrevistas a un grupo de reputados intelectuales cubanos en la isla y la emigración.
Espacio Laical surgió hacia el año 2005, cuando un grupo de laicos, bajo el auspicio del cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, decidió relanzar un antiguo proyecto editorial. Ese antiguo proyecto se llamaba Espacios (Órgano del Consejo Arquidiocesano de Laicos) y había sido cerrado, como ocurriría dos años más tarde (2007) con la revista pinareña Vitral.
Es probable que el cierre de Vitral haya influido en la transformación de Espacio Laical, de una mera revista cristiana a un órgano con marcadas preocupaciones políticas. Algunos datos, extraídos de la investigación antes referida, pueden corroborarlo: antes de 2007, Espacio Laical apenas había dedicado 27 textos a temas políticos; sin embargo, al año siguiente (2008), luego del cierre de Vitral, aparecen 134, y los artículos dedicados a asuntos religiosos disminuyen significativamente.
Otro hecho que influyó de manera decisiva en la aparición de la revista fue la transformación promovida por las autoridades cubanas desde hace algunos años, que permitió visibilizar más un sector de la sociedad, del mundo académico, de la clerecía e incluso, de los negocios, no muy conforme con la naturaleza y la velocidad de las reformas.
Los criterios de ese grupo de personas, sus actitudes políticas y estrategias, han sido catalogados por distintos autores —Haroldo Dilla y Carlos Alzugaray— como “de acompañamiento crítico”. Uno de los escasos medios por donde se expresaba ese sector había sido Espacio Laical.
No es menos cierto que sin la labor paciente y valerosa de Roberto Veiga y Lenier González no hubiese existido la publicación. Ellos dos fueron el rostro de la revista: buscaron una gran parte de los colaboradores, debieron afrontar los aguijonazos de un sector de la Iglesia descontento con sus posturas políticas, gastaron tiempo y, a no dudarlo, también salud, para hacer de Espacio Laical un punto de referencia cuando se habla de las reformas institucionales de Cuba y el debate que estas han provocado.
Con la renuncia de ambos puede afectarse, por lo menos, la mitad de los colaboradores e influencias de dicha revista, y con ello, probablemente, su línea editorial.
¿Por qué, entonces, los altos potentados del catolicismo decidieron “renovar” la dirección de Espacio Laical?
Al parecer, a este sector de la Iglesia le desagradaba la autonomía y el marcado carácter político de la revista.
En cuanto a lo primero —la autonomía— no hay mucho que decir: Espacio Laical vivía a horcajadas entre la Iglesia y la sociedad civil. La protección de eminentes católicos, la labor valerosa y paciente de sus fundadores y la coyuntura política de estos tiempos hicieron de la publicación algo más que un medio católico.
Sobre lo segundo —el marcado carácter político— tan solo es necesario hacer algunas observaciones. Durante los primeros años (2005 a 2008), Espacio Laical podía considerarse un rostro más del catolicismo cubano, una revista que pasaría sin penas ni glorias por la vida pública nacional. Sin embargo, hacia el año 2008, ocurre una metamorfosis dentro de aquel humilde proyecto editorial.
Aparecen análisis enjundiosos y de sobrado valor sobre temas que van desde la historia de la Iglesia hasta asuntos más terrenales, como las crisis económicas y los sistemas políticos. A partir de entonces escribieron para la revista autores de prestigio, muchos de los cuales no son católicos y algunos son, en efecto, marxistas y ateos.
Pero es precisamente esta variedad la que convirtió a Espacio Laical en uno de los espacios más interesantes y polémicos de los últimos años en Cuba, porque no muchas veces se ha visto convivir en tan armoniosa vecindad a marxistas, liberales, anarquistas y socialdemócratas, sin descalabros y desavenencias mal llevadas y peor resueltas.
Y es que Espacio Laical logró convertirse en la vía por donde se expresaba una izquierda o centro-izquierda cubana, tanto de la Isla como de la diáspora.
Como conjunto más o menos coherente de opiniones políticas, esta izquierda tiene ciertas particularidades: de alguna manera está comprometida con la ideología nacionalista; bebe de la tradición marxista, pero también —y con sed creciente—, de un pensamiento liberal comprometido con la democracia y la justicia social. Por último, esta izquierda, heterodoxa y fragmentada, descree tanto del discurso oficial como de la retórica disidente.
En este sentido, la salida de los directivos de la revista quizás haya sido, también, un nuevo episodio de la antigua y sufrida relación entre los rigores del conservadurismo clerical y el progresismo mundano, pues es probable que los príncipes de la fe no gusten de esta izquierda moderada.
Pero si en esta lucha venció —como parecen indicar los hechos— el conservadurismo, la Iglesia ha perdido mucho más de lo que parece.
En efecto, hoy Cuba vive un proceso de cambios, y ese proceso marca, como decían los antiguos, el espíritu de nuestra época. Gracias a que precisamente una publicación católica como Espacio Laical había sido la institución dentro de la Isla con mayores preocupaciones sobre el ritmo, la naturaleza y la filosofía política de las reformas, los intelectuales católicos podían presentar sus puntos de vista sobre temas de actualidad, de modo que la Iglesia no quedara fuera del debate. Y es eso lo que parece haber llegado a su fin.
Toda decisión tiene sus costos, y ésta no es la excepción. En un país donde las intrusiones contra el debate usualmente se relacionan con la censura burocrática, es difícil intervenir espacios de reflexión y crítica sin cierta carga de desprestigio, sin ser tachado de cómplice de esa práctica tan común y mal vista.
¿Podrá la jerarquía eclesial presentarse en el futuro como un sector proclive al pluralismo?
Habrá que esperar a los próximos números de la revista. Pero si, con el paso del tiempo, muchos de los autores que habían colaborado con la misma dejan de participar en sus páginas, o los artículos pierden calidad o naturaleza política, es poco probable que ese sector de la Iglesia pueda quitarse el calificativo de “interventor” y le será difícil mejorar su imagen.
Es posible que la propia Iglesia haya dado un portazo al espíritu de nuestra época y con ello acaso se prive a sí misma de un útil escenario para debatir sobre las transformaciones que ocurren en Cuba. Si aconteciese de tal manera —nunca se puede tener plena certeza sobre los hechos del futuro—, no solo perdería la sociedad cubana, sino también la Iglesia católica.
Espacio Laical fue concebida como una publicaci[on de la Iglesia Católica, que algunos quisieron aprovechar con fines políticos y de otra índole, alejados de la verdadera esencia de la revista. Poco a poco, paso a pasao, fueron subiendo el tono y la esencia fue quedando postergada, tendenciosamente manipulada con intenciones alejadas de la evangelización. Deseamos suerte a sus nuevos editores, y rogamos para que no se desvirtúe el objetivo religioso y evangélico de Espacio Laical.
Cuando quienes tienen que ejercer la crítica se pliegan ante los deseos de personajes oscuros, tienen que surgir otros espacios, que no estaban previstos como críticos, pero de alguna manera la sociedad tiene que desahogarse.
No es que alguien haya subido el tono, es que TODOS lo hemos bajado a la hora de defendernos.
¿Acaso crees, Annette delgado, que lo religioso y evangélico tiene poco que ver con la justicia? Valiente farisea…
Kelday, tal vez pudiera yo ser una valiente farisea, pero indudablemente ud. es un oportunista y manipulador, como los editores que salieron volando de Espacio Laical. El que utiliza una publicación con fines lejanos a su objetivo es aprovechado e irrespetuoso. Parece que a Ud. le picó que los manipuladores salieran por el techo ,eh? Mis parabienes para los nuevos editores de Espacio Laical, un espacio evangelizador, no politico, ni crítico. Los que quieran algo como esto último que lo busquen, pues elllos saben bien cómo hacerlo y donde buscar la “ayuda”. Ya habrá quienes corran a brindársela. Que la Iglesia Católica cubana no se embarre las manos con estiércol manipulado.