Getting your Trinity Audio player ready...
|
“La ciudad se derrumba y yo cantando”. Desde hace más de medio siglo, el trovador Silvio Rodríguez legó esa imagen disruptiva que aparece en uno de sus clásicos, “Te doy una canción”. Hoy apenas hay trazas metafóricas en la expresión; es toda una realidad aumentada, con derrumbes, parciales o totales, que se cuelan en la cotidianidad noticiosa de los habaneros.
En la esquina donde el Malecón se funde con la Avenida Italia —esa arteria que la gente, en su habla cotidiana, conoce simplemente como Galiano, ADN colonial mediante— uno de sus edificios se lamía sus heridas.

Mass Construcción SURL, en medio de aguas grises y negras
“El nodo de Malecón y Galiano tiene un rol decisivo en la operatividad de la avenida. Es como un espacio de inicio de un recorrido o un destino final en el flujo de actividades de la avenida… También forma parte de la fachada de la ciudad que fluye por la avenida Malecón”, refiere vía WhatsApp a OnCuba el arquitecto Eddy Jesús Ramos Miranda, socio de Mass Construcción SURL.
De acuerdo con el experto, el principal desafío fue rehabilitar el estado físico y ambiental de la plataforma de hormigón donde se asienta la escultura Primavera, del artista Rafael San Juan, convertida en un sumidero por el deterioro y la desidia.
El espacio estaba “contaminado con aguas negras y grises de edificios aledaños, que terminaban allí vertidas por problemas de la infraestructura doméstica”. A su vez, el pavimento presentaba una avanzada erosión “por la acción directa del salitre y el aerosol marinos”.
Como si fuera poco, el escenario arquitectónico se complicaba porque en el perímetro había “fachadas de edificios colapsados; que, a pesar de estar vallados por la acción directa del gobierno municipal de Centro Habana, generan peligro de posibles derrumbes”.

En la carta de prioridades de la mipyme Mass Contrucción estuvo entonces “resolver la red maestra sanitaria de los edificios colindantes con una nueva instalación que se conectó al drenaje colector de la ciudad”.
Luego sobrevino la cimentación y conformación de las bases para la colocación del mobiliario, a partir de recursos reciclados y, por último, explica Ramos Miranda, la “nivelación de la plataforma de hormigón para garantizar una superficie pulida sobre la que posteriormente se pudiera aplicar pinturas transitables”.
Para este arquitecto “la cooperación italiana, a través de sus funcionarios, fue la artífice y máxima responsable de los buenos resultados”. También destacó al equipo de especialistas del estudio independiente Ad Urbis Arquitectos, que “fue decisivo en la praxis de este proyecto”, y el respaldo institucional de la ciudad.
Ahora aquí cobra vida, en este territorio fronterizo entre el mar y la ciudad, un proyecto que parece resumir el afán de una Cuba que resiste, se reinventa e intenta una transición salvadora: el proyecto Avenida Italia, impulsado y financiado por la cooperación italiana, navegando entre la burocracia local y la creatividad, nunca apagada, de los cubanos.
En busca de pulsiones juveniles
“La Avenida Italia no es solo una arteria vial; es una confluencia de memorias, de historias insospechadas, de pulsos urbanos”, dice con voz apasionada Aymé Plasencia Pons, asistente técnica del sector cultura y desarrollo local de la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo.
Desde el primer día, la iniciativa apostó por lanzar un ciclo de talleres que no fueran solo cursos pasajeros que sirvieran de agregados curriculares, sino verdaderos laboratorios de creación y acción.

La idea era tan clara como ecuménica: convocar a jóvenes profesionales y creativos de Centro Habana y la ciudad en general con perfiles diversos que iban desde artistas, historiadores, músicos, arquitectos, diseñadores hasta médicos y periodistas, para que con su energía y conocimiento generaran productos concretos (de poesía a diseño de moda) que pudieran alimentar la transformación cultural y urbana.
“Queríamos algo más que un taller”, explica Plasencia Pons, socióloga de carrera.
¿El objetivo? Que los participantes confrontaran sus experiencias vitales y profesionales con nuevas herramientas que sirvieran para crear productos comunicativos de calidad. Es así que se pasó por la décima como recolección histórica, se avanzó hacia la novela gráfica, luego vino la moda circular —que toma la esencia y reutiliza prendas usadas— y, finalmente, un laboratorio de urbanismo táctico que entregó propuestas para transformar la avenida Italia desde sus espacios públicos.
Las décimas, concebidas como poemas cortos y populares, con una tradición hispana en la isla desde el siglo XVIII, dieron el primer paso en esa recuperación de la historia urbana: “Sirvieron para contar la historia oculta de esa avenida, entendiendo las paradojas de su nombre, la tradición oral y el trasfondo social”, apunta Plasencia en conversación con OnCuba frente a un mar mañanero y tranquilo.
Igualmente, “una de las iniciativas más audaces fue la campaña para recolectar prendas usadas, unas 500 aproximadamente, las cuales sirvieron como insumos para que los diseñadores y jóvenes emprendedores crearan nuevas piezas inspiradas en los personajes de la novela gráfica. Algunas prendas participaron en la Torino Fashion Week y obtuvieron reconocimientos”, abundó la funcionaria de AICS.

Una digresión necesaria
AICS significa “Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo” (Agenzia Italiana per la Cooperazione allo Sviluppo). Es la entidad pública del Gobierno de ese país encargada de promover y gestionar la cooperación internacional para el desarrollo, enfocada en la erradicación de la pobreza, la reducción de desigualdades, la protección de los derechos humanos, la promoción de la salud, la educación y la sostenibilidad ambiental.
Fue creada por la Ley italiana 125/2014 y comenzó a operar en 2016, con sede principal en Roma y oficinas en varias partes del mundo, para implementar y supervisar proyectos de desarrollo en países socios, como lo es Cuba, cuya oficina fue abierta en 2017.
Sin embargo, la cooperación italiana en la isla data de hace más de 30 años, con programas de apoyo en cultura y patrimonio y también en agricultura sostenible, un línea que antes era desarrollada por la cartera de Exteriores.

Arte y acción: la ciudad como lienzo
Tan fundamental como el rescate histórico es el empuje artístico que ha marcado el pulso de la intervención. Javier Agudo Durán, artista visual, muralista y coordinador del proyecto comunitario Arte 92, se sumó entusiasmado al laboratorio.
“Llevo más de 10 años trabajando el espacio público con murales, grafiti y performance”, dice Javier a OnCuba. “Pero este taller de urbanismo táctico me dio herramientas metodológicas para complementar mi parte creativa. El urbanismo táctico es esa magia de transformar el espacio con pocos recursos, buscando que se convierta en un lugar de socialización y de pertenencia”.

Su experiencia en este taller de aliento renacentista se nutrió de encuentros con profesionales de distintas áreas: arquitectos, geógrafos, diseñadores, músicos, historiadores, artistas de la plástica. En una especie de taller vivo, Agudo Durán luego enseñó a sus pupilos a medir los espacios, combinar colores que funcionaran también desde el aire, y a crear un referente en la intersección del Malecón y la Avenida Italia que, si bien efímero, ya tiene un impacto palpable.
“Antes, en esta esquina, había un charco permanente, basura, inseguridad nocturna… Ahora la gente ya se sienta aquí, comparte. Eso para mí es un triunfo —asegura Javier con orgullo—. Y sabemos que la intervención debe repetirse, porque el Malecón es un lugar agresivo: el tráfico, la humedad, el aerosol marino, el tiempo… todo desgasta”.

KMLM: moda consciente y arquitectura desde la sostenibilidad
En este crisol de propuestas y acciones surge la figura de Karla María Lemus Mesa, arquitecta de 29 años y emprendedora en moda sostenible con su proyecto de reciclaje textil Ákares Shopitrapo, en Centro Habana.
“La arquitectura y la moda se unen en mi trabajo desde un enfoque de consumo consciente. Aprendí en el taller de reciclaje textil a resignificar prendas, alargar su vida útil y aplicar conceptos de sostenibilidad ambiental”, explica Karla, originaria de Pinar del Río.
Su fascinación por el urbanismo la llevó a participar también en el taller impartido por reconocidos arquitectos cubanos que integraron metodologías aplicadas a la intervención urbana y la utilización de recursos endógenos para afrontar la realidad local, ahuecada por carencias elementales.
“Presentamos propuestas para reanimar la Avenida Italia desde un enfoque multidisciplinario: accesibilidad, perspectiva de género, inclusión de recolectores y vendedores informales y, sobre todo, rescate del espacio público para crear comunidad. La idea que me impulsó fue un jardín comunitario, para dar el verde que muchos no tienen en sus hogares”, cuenta con soltura.
“Muchos viven en apartamentos sin espacio para plantas y el jardín sería un espacio natural para la comunidad, con posibilidad de cultivar y monetizar plantas, aunque requeriría más recursos”.

¿Habías tenido otras experiencias relacionadas con el reciclaje textil?
Sí, obtuve una beca de dos años en espacios creativos de reciclaje textil y presenté dos desfiles, uno llamado Cuquitas y otro reciente titulado Alteradas, que exhibió prendas manipuladas en Cuba a partir de modelos de reutilización.
Frente a la precariedad urbana, ¿cómo asimilas la posibilidad de cambio desde lo reutilizable?
Como algo positivo. Se puede lograr mucho con pocos recursos reciclando materiales desechados, como gomas o troncos. Si sumamos estos esfuerzos, podrían rehabilitarse muchos espacios en Centro Habana y mejorar la calidad de vida urbana.
¿Conoces otras intervenciones, como en el parque Fe del Valle, en el bulevar de San Rafael?
Sí, aunque hubo más inversión, el ambiente sigue siendo hostil socialmente. Creo que proyectos comunitarios que integren a jóvenes pueden ayudar a transformar esos espacios.
¿Crees que proyectos como este pueden cambiar vidas?
Sí, pienso en la teoría de la ventana rota: si un espacio está descuidado, se deteriora más; pero si se repara y mantiene, la gente cuida más ese lugar y mejora el entorno. Es un tema de conciencia social que estos proyectos pueden promover.
¿Esperas que tu proyecto de jardín se concrete o dormirá el sueño eterno?
Hay muchos proyectos en estudio que posiblemente estén “dormidos” por un tiempo, pero no para siempre. Por ejemplo, mi tesis fue sobre edificios de consumo energético cero, pero no han sido aplicados aún en la realidad cubana.

Obstáculos y alianza institucional: bailar al son de la danza burocrática
Tanta creatividad, si no encuentra cauce institucional, peligra en el vacío. En La Habana, la autoridad sobre el Malecón no es un juego de barajas: la Oficina del Historiador maneja las llaves de cualquier iniciativa y la gestión municipal se cruza frecuentemente. Que un proyecto transite en esta red de competencias requiere no solo persistencia, sino también talante diplomático y habilidades negociadoras para arribar a acuerdos.
“Persistimos cuatro meses en batallar permisos y papeles —cuenta Aymé con aplomo y un dejo de alegría y autorrealización—. Fueron mil visitas al Plan Maestro. Pero también encontramos sensibilidad en decisores clave: el intendente de Centro Habana, Michel Ferrer, y en Daylis Rivero Vega, especialista territorial de comercio exterior del gobierno de Centro Habana, “muy responsable y comprometida… Ambos fueron nuestro soporte. Ellos vieron en esta idea un impacto real para la comunidad”.

Fue esencial la participación del sector privado, cuyas pequeñas y medianas empresas constructivas son uno de los subsectores de mayor crecimiento en la isla.
“Mass Construcción es una empresa joven, inclusiva, que emplea a personas sordas y para ello algunos de sus miembros aprendieron lenguaje de señas,” elogia la ejecutiva. “Firmamos contratos formales y ellos han hecho el trabajo duro: limpieza, nivelación, resolver un desagüe del que nadie se habría hecho cargo, con ayuda del artista Rafael San Juan y los vecinos”.
Así, entre la compleja red de decretos, instituciones y acuerdos, la cooperación italiana se insertó no solo con financiamiento, sino también con la estructura metodológica y el compromiso de que los proyectos fueran útiles y replicables.

La emigración, un traspiés en la continuidad
La dinámica del proyecto fue un pequeño espejo que reflejó las vicisitudes de la Cuba del siglo XXI. Es así que el fenómeno de la emigración golpeó la continuidad de los equipos creativos.
“De los jóvenes formados en los talleres, varios ya se han ido del país, muchos del segmento de moda circular”, reconoce Aymé. “Pero otros se quedan, comprometidos, buscando transformar su entorno. Lo que queremos es que esa energía no se pierda. Que se traduzca en políticas públicas reales, porque la policrisis agobia, pero también invita a la resistencia”.
Este compromiso se ve reflejado en el balance final que ella misma ofrece, un balance con rostro humano, enfoque de género y cifras concretas: “Hemos formado alrededor de 100 jóvenes, con mayoría femenina, y varios repitieron talleres. Todos siguen vinculados, siguen queriendo dejar su marca. Eso para nosotros es muy valioso”, enjuicia la socióloga.

Avenida Italia, laboratorio vivo
Lo que se está escribiendo casi a diario en esa esquina no es solo una intervención estética. Es un verdadero laboratorio urbano que combina el urbanismo táctico (intervenciones rápidas, de bajo costo, alto impacto social), con la participación directa de la comunidad y la integración de materiales reciclados, patrimoniales y funcionales.
Gomas camioneras, pintadas y sumadas en pareja, hacen las veces de cómodos asientos para los que disfrutan del pequeño parque, como uno de los usuarios, a quien llamaremos Armando.
“Bueno, me parece que es un sitio muy saludable. Especialmente la gente se sienta, como estoy haciendo yo ahora y desconecto, miro el mar, miro el ambiente y cojo aire puro. Me parece que es un buen proyecto”.
¿Piensa que la experiencia podría replicarse en otros sitios de la ciudad?, le pregunto. “Sí, claro, no hay muchos espacios así donde no haya contaminación, donde haya aire puro, donde haya una vista agradable”, dice, mirando hacia el Morro, con su faro de 1845, una visión inevitable desde la perspectiva de la avenida Italia y Malecón.

Por su parte, el colectivo Ad Urbis, un grupo cubano de arquitectos y diseñadores, ha sido además guía y acompañante para traducir esos diagnósticos en “productos mínimos viables”; es decir, propuestas concretas y alcanzables para transformar el espacio.
Javier Agudo lo sintetiza con fuerza: “Esto es mucho más que pintura o mobiliario. Es socialización, es rescatar un espacio para que las personas, sin importar su condición, puedan sentirse parte y volver a habitar la ciudad”.

Una sinergia posible: la cooperación italiana y la Cuba joven y emprendedora
En tiempos donde el mundo y Cuba mismos parecen a veces rendirse ante la resignación colectiva y la sobreabundancia de problemas, muchos insolubles, esta experiencia deja una luz clara: la cooperación internacional puede ser mucho más que una fuente de recursos.
Es así que demuestra tener la capacidad de dinamizar saberes, estimular la participación y, sobre todo, permitir que la juventud tome el protagonismo para repensar y rehacer su espacio en el mundo.
“Aquí la cooperación italiana no solo financia, sino que pone un marco creativo. Hay reglas, sí, pero dentro de ellas, libertad para crear. Los jóvenes no solo se forman: se empoderan para construir —concluye Aymé Plasencia, quien, con paciencia y cariño, ha seguido cada paso de toda la cascada de acciones—. Así, la cooperación se convierte en fuerza viva, no en mandato vacío”.

En medio de la agobiante realidad cubana, con su crisis económica y social a todo tren, la última palabra la lleva la reflexión de esta funcionaria y socióloga, que parece resumir y jerarquizar en una frase todos los esfuerzos colectivos, muchas de las veces a contracorriente.
“Lo más importante es que hay gente comprometida, que piensa en este país y que quiere cambiar su realidad para bien. Eso es nuestro mayor valor”.
