El centenario y patrimonial edificio de la Terminal de Ferrocarriles de Morón, en el norte de Ciego de Ávila, “yace en un estado de deterioro desolador”, denunció el periódico local Invasor.
“Actualmente, toda la instalación requiere atención urgente, desde la cubierta hasta el primer piso, así como, también, la renovación de las redes hidrosanitarias y eléctricas, muchas de las cuales superan el siglo de antigüedad y sufren daños considerables”, consideró el medio oficial.
De acuerdo con el diario, la reparación del inmueble demanda “una revisión exhaustiva de las infraestructuras, desde las plataformas de embarque hasta las áreas de espera”.
Por otra parte, la nota advierte que “lograr que la estación se adapte a nuevas funciones sin comprometer su valor patrimonial representa un desafío fundamental en la planificación urbana contemporánea”.
Entre los factores que han conducido a la decadencia actual de la otrora elegante terminal se cuentan los embates climáticos y la falta de mantenimiento.
Según la publicación, un obstáculo hasta ahora insuperable ha sido la falta de financiamiento para la Empresa de Ferrocarriles Ciego de Ávila, “la cual limita la capacidad de realizar inspecciones y llevar a cabo la reparación para garantizar la seguridad y eficiencia del servicio”.
El déficit financiero expande sus perjuicios más allá de las operaciones diarias de la terminal y “también plantea preocupaciones sobre la integridad de la instalación ferroviaria a largo plazo”, advirtió el periódico avileño, que ya en 2018 habló del “ocaso de un monumento” en uno de sus artículos para sensibilizar sobre el declive de la instalación patrimonial.
Reparaciones anteriores
Declarada Monumento Local a inicios de este siglo, hace un par de años la terminal fue sometida a un proceso de reparación que pretendió detener su deterioro y devolverle su antiguo esplendor de cara al centenario del edificio, inaugurado el 14 de julio de 1924.
Alrededor de una década antes otra restauración le había devuelto la lozanía a sus principales elementos constructivos.
Esa meritoria labor le mereció en 2010 el Premio Nacional de Conservación otorgado por el Consejo Nacional de Patrimonio. Pero tras ocho años “en los que no obró ninguna acción de restauración sólida”, otra vez parecía “consumirse en su propia lumbre”, apuntó Invasor.
“El comején se ha ensañado con la madera, los colores del vitral se extinguieron, las tejas se disgregan mientras tratan de aferrarse a la maltrecha cubierta y, para rematar, los vientos huracanados de Irma le estremecieron hasta sus cimientos”, reseñó el medio.
De estilo colonial y con una arquitectura salpicada de influencias del sur de Estados Unidos, junto con elementos de carpintería francesa y un interior de aires art déco, el inmueble debió beneficiarse en 2023 de nuevos trabajos de conservación, remozamiento, cambio de carpintería y redes hidráulicas, según una nota del periódico Granma de noviembre del año previo.
En el informe periodístico se habla de que en 2019 se acometieron allí algunas acciones como el cambio de las vigas de madera, la sustitución de las tejas francesas deterioradas, entre otras labores, “más cercanas al maquillaje que a la completa restauración”, pues faltó, entre otras acometidas, reparar los aleros y modernizar el sistema eléctrico.
A pocos meses del cierre de 2024, ya con un siglo cumplido, la terminal continúa languideciendo.
Una joya del eclecticismo
En la década del ’20 del siglo pasado, la Baldwin Locomotive Works inició las labores constructivas de la Terminal de Ferrocarriles de Morón, ciudad enclavada en el centro del sistema ferroviario del norte de Cuba.
Con más de 300 kilómetros de líneas, la idea era continuar la expansión de la red con la creación de una gran vía para conectar los puertos de Nuevitas y Caibarién.
La obra constituyó la segunda más grande de su tipo edificada en Cuba en la primera mitad del siglo XX, antecedida solo por la Terminal Central de La Habana.
En el libro Caminos para el azúcar, sus autores Oscar Zanetti y Alejandro García destacan que contó con los más modernos talleres del país al poseer fundiciones, sierras mecánicas, herrerías, aserraderos, una planta eléctrica y depósitos de aceite.
Los mármoles empleados en los balaustres y escaleras fueron traídos de Italia. En los pisos se usó granito integral, en la cubierta se empleó tejas de barro liso, fabricadas en Chicago y colocadas a cuatro aguas, y los vitrales y la carpintería retomaron presupuestos franceses.
En la edificación moronense sobresalen los arcos de medio punto, un sistema de columnas equilibrado con balcones exteriores, al tiempo que el uso del frontón, como elemento jerárquico dentro de la fachada, la dota de majestuosidad.
Héctor Izquierdo Acuña, historiador de Morón, explicó que el inmueble es el más significativo de la arquitectura de la ciudad y está vinculado a numerosos hechos y personalidades de la historia local y del país, entre ellas sus luchas obreras en la primera mitad del siglo pasado.