A Mercedes Kutasy (Budapest, 1978) estuve a punto de conocerla en persona, pues ella se encontraba en Buenos Aires para un evento coordinado por el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la UBA. Entonces quedamos para una conversación. Pero, justo en lo que llegaba el día se anunció el cierre de fronteras a causa del nuevo coronavirus y ella tuvo que correr al Aeropuerto de Ezeiza para regresar a su país.
Ocho meses después volvimos a hablar. La razón: saber cómo estaba por el azote del virus; pero, fundamentalmente, estaba allí, en su correo, por el tema de la conversación malograda: su traducción al húngaro de Tres Tristes Tigres, el libro de Guillermo Cabrera Infante.
Filóloga, con un doctorado de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Eötvös Loránd de Budapest y autora del ensayo Pantera sobre una losa de mármol, Kutasi también ha traducido autores como Roberto Bolaño y Javier Marías. Aquí el resultado del café virtual sustituto del real que debimos haber compartido en uno de esos muchos espacios de esta ciudad desde la cual escribo.
¿Cómo fue la idea de publicar Tres Tristes Tigres en Hungría?
En los años de la publicación del texto original ni siquiera se podía pensar en la traducción: Cabrera Infante vive en Londres, Hungría y Cuba son países que comparten ideas políticas. Es decir, en un principio nuestro país enfrenta un obstáculo ideológico grave. La lengua tampoco facilita la traducción: el húngaro no es un idioma indoeuropeo y TTT es un texto dificilísimo. Y por supuesto, con García Márquez nos acostumbramos a una literatura hispanoamericana muy diferente, todo aquello que se suele llamar “realismo mágico”.
La novela es la favorita del director de la editorial Jelenkor que la publicó finalmente, así que se puede decir que es una aventura completamente individual: él asumió los riesgos de la edición.
¿Cuánto se conoce en Hungría la literatura cubana, y en especial a Cabrera Infante?
Cabrera Infante, hasta el momento, era prácticamente desconocido fuera de los departamentos de Filología Hispánica. Se ha publicado un cuento suyo en una antología (también lo traduje yo durante mis años universitarios), pero nada más. Así que TTT es un “primer libro” publicado demasiado tarde. Lo que a otros autores se refiere, sí tenemos varios escritores cubanos traducidos, aunque la mayoría, por razones bien comprensibles, en los años 70. Tenemos las novelas de Alejo Carpentier, una vasta obra de José Martí, varias antologías de poesía, de teatro y novelas cortas; algunas cubanas del todo, otras hispanoamericanas en las que figura algún autor cubano (de esta manera tenemos, por ejemplo, la traducción de Electra Garrigó de Virgilio Piñera en una antología de teatro latinoamericano). También han aparecido varias obras de extensión más corta en revistas literarias, como era el caso de Nagyvilág, revista que acogía a todo tipo de escritores de la literatura universal. Si pensamos en tiempos más recientes, las novelas de Zoé Valdés o de Pedro Juan Gutiérrez se han vendido bastante en estos años.
Cuéntame de de la traducción, sobre los retos que pudo haber implicado para ti, teniendo en cuenta los pasajes del libro donde el lenguaje es un reto, ya para el propio lector en castellano.
Antes que nada me costó creer que era capaz de traducirlo. TTT es uno de mis libros favoritos, las veces que lo leí, me asombré del ingenio de Cabrera Infante y estaba convencida de la imposibilidad de traducir este lenguaje. En húngaro tenemos varios poetas (presentes y pasados) que son o eran malabaristas de la lengua: me imaginaba entonces que llegaría alguno que hablara bien el cubano (las dos características en una única persona en Hungría –que somos un país con más o menos 9 millones de habitantes, es decir, muy poca gente– parecía casi imposible). Después de haber traducido 2666, de Roberto Bolaño, el director de la editorial Jelenkor, Bence Sárközy, me mandó un mensaje de texto diciendo que había soñado con publicar TTT. Me asusté ante esta locura y para ilustrar la imposibilidad de la tarea le mandé un mensaje de vuelta: “y yo sueño con poder traducirlo”, aludiendo a que para cualquier traductor es un sueño, nada que ver con la realidad. Él lo tomó como un “sí” y me hizo el contrato, de allí ya no hubo vuelta atrás.
Luego, durante meses, no me atreví releer el libro, estaba ponderando la magnitud de mi irresponsabilidad, olisqueando el texto desde lejos. A medida que iba acercando la fecha de entrega me iba dando cuenta de que estaba metida en algo irreversible y me puse a trabajar. En este punto experimenté un cambio: de repente empecé a pensar y hablar en rimas y anagramas (desde ese momento mis hijos invierten sin problema cualquier palabra) e hice la traducción como en un delirio. Era un trabajo muy intenso y puedo decir con certeza que el más divertido que he hecho en mi vida. Ha pasado casi un año y medio después de haberlo entregado y sigo con los síntomas de abstinencia. No he detallado los retos porque el lenguaje en sí es un reto: los juegos de palabras, los dobles (triples) sentidos, las parodias (muchas, de autores que no están traducidos al húngaro). Sí puedo decir que mi inquietud más grande es que sigo sin saber si quedó bien resuelto: en el prólogo GCI dice que el libro está “en cubano” y es una especie de transcripción de la lengua hablada. Ahora: el húngaro es una lengua que habla relativamente poca gente y sus dialectos (siempre provinciales) se vinculan con territorios muy claramente definibles de los que no puedo hacer creer que representen una “cubanidad”. Las transcripciones fonéticas de Cabrera Infante completan estas inquietudes: el húngaro es una lengua fonética, escribimos lo que decimos, por tanto la aspiración de sílabas enteras de los cubanos son intraducibles.
¿Cómo hacer para que un libro no pierda uno de sus aspectos trascendentes: el ritmo y la música de las palabras en su lengua original?
Intentando arreglar que la traducción también tenga un ritmo y una música de las palabras. Escribir buenas frases era más importante aun en las parodias de la muerte de Trotski: muchos de los autores parodiados apenas están traducidos al húngaro (Lezama Lima, Lino Novás Calvo, por ejemplo) y yo no quería sustituirlos por referentes húngaros, en parte porque tenemos un poeta importantísimo que hizo un libro muy parecido (se titula: Így írtok ti – Así escriben ustedes) que contiene parodias geniales de los poemas de sus contemporáneos. Como quería eludir las alusiones a ese libro, opté por parodiar únicamente el estilo (insertando referencias a las pocas traducciones que de los autores en cuestión disponemos y que sin duda conocen tan solo unos pocos filólogos) y esto requiere fabricar frases bien hechas en las que la sonoridad y el ritmo lleve el peso de todo el texto. Ojalá lo haya logrado.
Cuéntame de la edición, la editorial y las repercusiones de este TTT.
La edición es tapa dura, 575 páginas, publicado a finales de junio de 2020. Jelenkor es una casa editorial prestigiosa, si te fijas en la página, verás la lista de sus autores: aparecen húngaros tanto como extranjeros, principalmente de prosa, aunque tienen también una serie de poetas jóvenes (muy buenos) y algunos pocos tomos de ensayo (mi libro reciente se publicó aquí).
Lo que a los autores latinoamericanos se refiere, hace algunos años compraron los derechos de la obra de Borges, han vuelto a publicar sus cuentos completos, un pequeño tomo sobre el tango y en estos días se prepara la reedición ampliada de los ensayos completos. Tienen la obra de Bolaño, de Samanta Schweblin, de la península la de Javier Marías o Jaume Cabré. Cabrera Infante es una adquisición reciente, ojalá no paren con un libro. (Y ojalá el siguiente sea La Habana para un Infante difunto.) Por supuesto la pandemia marcó un poco la edición: el libro salió en junio, en un breve alivio cuando las librerías volvieron a abrirse después de un cierre total en marzo. Sin embargo, el alivio no duró mucho, así que no pudimos presentarlo en público, se han cancelado todas las ferias y eventos literarios. Aun así salieron algunas críticas, todas ellas muy buenas, pero creo que no llegó a la cantidad de gente que nos hubiera gustado. Desde septiembre publiqué varios artículos tanto sobre GCI como sobre la traducción, en noviembre organicé un diálogo online en mi Universidad (ELTE) sobre la traducción que llegó a mucha gente – a ver si todo esto ayuda para que Cabrera Infante ocupe el lugar que merece en el canon literario de Hungría.
Conozco de tu trabajo con autores latinoamericanos y cubanos, además de Cabrera Infante, Piñera, por ejemplo, ¿qué te acercó a estos mundos?
Creo que ha sido el azar, como siempre cuando pasa algo importante en mi vida. Estudié español porque hubo un instituto bilingüe cerca de mi casa, elegí la carrera de Filología Hispánica para hacer algo mientras me admitan en la Escuela Superior de Bellas Artes. Para entretenerme me apunté a las clases de traducción de László Scholz –ustedes lo conocerán bien– y su profesionalismo y vocación me fascinaron. Él me mostró los primeros textos de Piñera –de Piñera hice finalmente mi tesis de grado–, Cabrera Infante vino como contrapunto: me parecía impresionante que dos autores puedan hablar de los mismos temas con unos recursos estilísticos y retóricos tan diferentes. Sería lindo tener más traducciones nuevas de autores cubanos.