El turismo no termina de despegar en Cuba tras la pandemia. Este sector estratégico sigue lastrado por las débiles cifras de visitantes, las sanciones estadounidenses y la profunda crisis que sufre el país, que perjudica al servicio y la experiencia.
La celebración del 2 y al 5 de mayo de la Feria Internacional de Turismo (FitCuba), la principal cita del sector en la isla, va a poner de relieve estos retos, las apuestas para 2024 y la dependencia nacional de esta industria, como bosqueja esta radiografía del sector.
Las cifras
El Gobierno cubano aspira a alcanzar este año los 3,2 millones de turistas, aunque está por ver si lo logrará porque de mantener el ritmo del primer trimestre apenas alcanzaría la meta (y diciembre-marzo es la temporada alta).
El objetivo de los 3,2 millones significaría una mejora frente a los 2,7 millones de viajeros de 2023. Pero se quedaría aún lejos de los 4,2 y 4,6 millones de 2018 y 2019, respectivamente. Mientras tanto, los destinos equiparables de la región, Punta Cana (República Dominicana) y Cancún-Tulúm (México), están registrando máximos históricos de visitas.
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La ocupación hotelera en 2023 se situó en el 25 %, evidenciando la distancia entre las expectativas oficiales y la realidad, y también entre el esfuerzo inversor y el retorno.
La construcción de nuevos hoteles de grandes dimensiones con capital cubano cuando otros permanecen casi vacíos ha generado controversia en torno a las prioridades presupuestarias del Gobierno en un país en crisis donde los servicios estatales básicos se han deteriorado de forma palpable en los últimos cuatro años.
Los mercados
Uno de los dilemas del destino Cuba es el de sus mercados emisores. El natural sería Estados Unidos, una gran potencia económica y con población numerosa a apenas 150 kilómetros, pero las sanciones de Washington dificultan —aunque no impiden— el turismo.
Así, La Habana mira más allá. Canadá es desde hace años el primer emisor (399.272 entre enero y marzo) y se mantiene estable, pero otros países europeos han caído —especialmente España— o se mantienen estancados en los últimos meses.
Entre las causas están el deterioro de la calidad del servicio por la crisis —sobre todo frente a otras ofertas del Caribe— y la decisión de Estados Unidos de no permitir los visados rápidos ESTA a europeos que hayan visitado previamente la isla, al incluir a Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo.
Luego está Rusia, con quien la cercanía política ha reducido la distancia geográfica. Ambos países —afectados por sanciones— han firmado acuerdos para potenciar el turismo ruso en la isla, incluidos los viajes de salud para trabajadores de empresas estatales. En los tres primeros meses del año 75.3866 rusos visitaron Cuba, el doble que en el mismo período de 2023.
Los organizadores de FitCuba han puesto el foco de esta edición en la región latinoamericana y el Caribe. Las conexiones aéreas están aumentando con estos países y los visitantes de Argentina y México se han incrementado en los últimos tiempos, aunque es difícil que Cuba pueda así compensar —en número de visitas e ingresos— el descenso de otros mercados.
Las crisis
Cuba se encuentra sumida en una profunda crisis desde hace cuatro años por la confluencia de la pandemia y el endurecimiento de las sanciones estadounidenses, pero también por errores de diseño e implementación en políticas económicas nacionales.
El sector turístico no es ajeno a esta situación. La escasez de productos básicos y de divisa estrecha la variedad y calidad de los bufés en hoteles de todo incluido, abandona cafés y restaurantes al impredecible albur de los apagones, y deja vehículos de alquiler para turistas varados de forma indefinida por falta de combustible.
La paradoja es que la crisis mina al sector con el que el Gobierno pretende hacer palanca para impulsar la recuperación. Porque pocas industrias nacionales tienen el potencial de generar los ingresos y divisas que necesita Cuba, cuyo producto interior bruto (PIB) se encuentra hoy por debajo de los niveles de 2019.
Juan Palop / EFE