Con un violento color ocre, como el de un enfermo, se muestra hoy el mapa cubano. Visto desde la estratosfera, más que un verde caimán, el archipiélago debe parecerse a un reptil anaranjado.
Hace dos años que el cielo no cumple su cuota de lluvias para Cuba. Apenas caen en la Isla “aislados chubascos” y las perspectivas no parecen mejorar. En cambio, un caudal de irritaciones y ansias humanas corre ante el panorama de tuberías sedientas, tanques vacíos y ciclos de distribución del agua que se estiran como un chicle.
A la par del impacto económico y social, el extendido período de seca deja ver también sus secuelas en manantiales, embalses y suelos. Los expertos hablan de una vegetación estresada y potencialmente combustible ante la negativa de las nubes.
Un conjunto de fuegos desbocados en los bosques han puesto a Chile en tensión en este 2017. En Cuba, aseguran especialistas, existen condiciones reales para una situación similar si no se toman medidas.
Las escasas precipitaciones registradas a nivel nacional y la presencia de una elevada carga de material inflamable –conformado por ramas, yerbas, troncos secos, y estimado en 42 toneladas por hectárea– representan un importante peligro para la proliferación de incendios forestales.
Si se habla de leña en el suelo lista para arder, Guantánamo presenta la situación más desfavorable. Ello es consecuencia del huracán Matthew. En la provincia más oriental del país existen acumuladas unas 100 toneladas por hectárea de alimentos para las llamas, cantidad que duplica la media nacional.
El Cuerpo de Guardabosques de Cuba ha prendido las alarmas. Resulta particularmente preocupante la etapa de enero a mayo, que en los últimos años ha sido la más propicia para este tipo de afectaciones.
Para este período de 2017, teniendo en cuenta índices de frecuencia anteriores, los especialistas prevén una campaña intensa. Calculan de 400 a 450 siniestros, con afectaciones en alrededor de 4000 hectáreas, azuzados por la escasez de lluvias.
Las cifras empezaron a matizarse de rojo bien temprano. De enero a inicios del actual febrero ya se registraron 36 incendios. El promedio fue de uno y fracción al día. Más de 60 hectáreas boscosas en la Isla se carbonizaron en lo que va de año.
Además de Guantánamo, el Cuerpo de Guardabosques enfoca su mayor atención en las provincias de Pinar del Río, Matanzas, Camagüey, Las Tunas, Holguín y Granma, así como en el municipio especial de Isla de la Juventud. Sesenta municipios fueron colocados en la lista de los que afrontan riesgo extremo.
Entre las causas no se descartan las de origen natural. Aunque son las menos. De acuerdo con investigaciones realizadas, el factor humano es la detonante en el 90 por ciento de los casos.
El inventario de causalidades incluye negligencias asociadas al tránsito de vehículos sin “mata-chispas”, las fogatas de pescadores y cazadores furtivos y las colillas de cigarro encendidas y arrojadas al pasto. También inciden las quemas para diferentes fines agrícolas como la renovación de tierras y la ignición de residuos de cosechas.
Pocas veces se revela, en monto económico, el daño exacto provocado por un evento de este tipo. En realidad siempre es cuantioso. En 2015, otro año seco en la Isla, las pérdidas por incendios llegaron hasta los 34 millones de pesos.
No obstante, en Cuba muchas personas e instituciones continúan de espaldas al problema. La gente parece más preocupada por el agua ausente que por las columnas de humo que a diario se hacen visibles en lontananza.
La responsabilidad mayor vuelve a caer en bomberos y guardabosques, quienes van sumando no pocas horas de duelo contra los incendios. Las llamas pueden nacer en cualquier momento y en cualquier parte.