Suelo asociar la obra de Adriana Arronte con una exquisitez sedimentada en la inteligente manipulación de objetos y materiales mayormente extra-artísticos. Sus ensamblajes, esculturas e instalaciones acusan una lírica fragilidad en contraste con el sólido basamento conceptual que las sustenta. La ilusión de los sistemas, muestra personal que por estos días acoge la capitalina galería Servando (23 y 10, Vedado), se inserta en esta línea de trabajo. Al mismo tiempo, marca un punto de giro en la poética desarrollada por Adriana hasta el momento.
La artista parte de los sistemas (sociales, políticos, corporales, filosóficos, artísticos) para articular un peculiar cosmos iconográfico que se debate entre lo bi y lo tridimensional, con una notable economía de recursos técnicos y un altísimo vuelo poético. Las pinturas y dibujos, ejecutados en acrílico plateado y esmalte rojo sobre lienzo o cartulina, evidencian la destreza que Arronte es capaz de desplegar en la praxis de manifestaciones más tradicionales dentro de las artes plásticas. Formando dípticos, trípticos y polípticos, dichas piezas nos adentran en un universo simbólico de marcado figurativismo, a ratos abstracto o surrealista, particularmente relacionado con la Medicina, la Vida y la Muerte, la fugaz presencia de un pájaro y el incontenible flujo de la sangre.
Sobre gran parte de los dibujos, Adriana ejecutó pequeños grabados, realizados con medallas votivas o conmemorativas a modo de matrices, remedando las firmas estampadas mediante sellos con que los artistas, editores, impresores y censores del ukiyo-e identifican sus obras o aquellas en cuya producción estuvieron involucrados. Los mini-grabados de Arronte son tratados como elementos de peso dentro de los dibujos, llegando, incluso, a erigirse como verdaderos protagonistas, en fructífero y peculiar contraste con la monocromía de los fondos.
Sin embargo, es en el terreno de la escultura y la instalación donde La ilusión de los sistemas alcanza su punto más álgido. El objet trouvé u objeto encontrado cuenta entre las estrategias técnicas preferidas por la creadora, tal y como evidencian gran parte de las obras presentes en muestras tan significativas como Cambio de estado y Estado de gracia, acogidas por Villa Manuela en 2015 y 2019, respectivamente. Ahora, la artista nos sorprende con cuatro instalaciones de sencilla ejecución, pero notables en su dimensión eidética, las cuales, desde mi perspectiva, conforman el núcleo duro de la muestra.
En primer lugar encontramos la escultura Rectificación (2010), de la serie Discurso: una esfera confeccionada con prótesis dentales, acrílico de uso estomatológico y alambres empleados en los tratamientos de ortodoncia. Las connotaciones políticas e ideológicas de esta pieza saltan a la vista, allí donde Adriana propone, simbólicamente, una rectificación o corrección artificial del discurso somatizado por la praxis cotidiana del pensamiento acrítico. Algo similar sucede con Seguridad nacional, obra que devela un peculiar juego de intereses, tensiones y contenciones en los vínculos sociopolíticos establecidos entre individuos y Nación. De hecho, estos lazos, roces y negociaciones entre cuerpos físicos individuales, sus zonas intelectivas y el cuerpo social del país conforman la línea temática principal tanto de la muestra como de las piezas que la integran.
Luego, es La ideología como síntoma (2010) la propuesta más interesante y contundente de la exposición. Es inevitable que esta potente instalación me remita a una obra ya antológica dentro del arte cubano: el jocoso Detector de ideologías (1989), de Lázaro Saavedra, pieza atesorada en la Colección de Arte Contemporáneo del Museo Nacional de Bellas Artes. Solo que, si el Detector… procuraba identificar y medir la filiación político-ideológica de los individuos sometidos a examen, La ideología… nos ofrece una aguda imagen de los sistemas de pensamiento vistos como brisas frescas encargadas de oxigenar estructuras políticas e ideológicas, garantizar su supervivencia o extender sus agonías. Oxigenación aparente, pues el extremo de la manguera deja escapar gotas de metal producto de la «licuefacción» a la que son sometidas varias medallas acumuladas en la bolsa para almacenar el gas, y el metal líquido es sustancia difícilmente respirable.
La conexión iconográfica entre dibujos, pinturas y obras tridimensionales presentes en La ilusión de los sistemas es cuidadosa y contribuye sustancialmente a la cohesión de la propuesta, «engalanada», por demás, con La sospecha de los cuerpos. Espionaje somático (2020), suerte de site-specific concebido para la Servando, por cuanto incorpora cuatro columnas presentes en el espacio de la galería.
Adriana Arronte es una poeta visual especializada en articular versos de métrica delicada, pero devastadores e irreverentes.
Tras la cuidadosa ejecución de sus obras palpitan rotundos cuestionamientos éticos, estéticos y filosóficos que develan las estrategias gestadas por el poder a fin de perpetuarse. Mediante la capacidad cuestionadora del arte, Adriana disecciona dichas estrategias, devolviendo imágenes contestatarias que trascienden los límites formales impuestos por el raciocinio y la lógica. La ilusión… es sintomática de una evidente, plausible y útil propensión, inherente a la artista, hacia la densidad metafórica y la construcción de cosmos pictóricos y objetuales que terminan ofreciéndonos una versión/visión libertaria de la realidad y las ilusorias estructuras construidas para articularla, mesurarla, controlarla, así como de aquellas, somáticas, caóticas, espontáneas, que no podemos manejar.
Poesía sistémica, sistematización de la ilusión, ilusiones reglamentadas, falsos algoritmos poetizados: el ser humano y sus espejismos hayan lugar en esta exposición que recomiendo disfrutar con calma, centímetro a centímetro, a fin de catar a profundidad sus delicadas e incendiarias verdades.