Fotos: Alain L. Gutiérrez
Ela Fontanals-Cisneros es una mujer que ama el arte. Muchos no saben que es cubana porque ha vivido parte de su vida en Venezuela y Estados Unidos, pero bastarían unos minutos con ella para experimentar esa calidez inconfundible que no ha perdido, con la que invita de inmediato a la comodidad.
Muchas han sido sus acciones a favor del arte latinoamericano, ejemplo de ello es la Fundación Cisneros-Fontanals (CIFO), que creara en el 2002, con el objetivo de fomentar, apoyar e impulsar la carrera de artistas emergentes, de mediana y amplia trayectoria, facilitándoles diferentes medios para la creación y el intercambio con el panorama internacional.
Desde el 12 de mayo, el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana exhibe en sus salas alrededor de 85 obras de reconocidos artistas cubanos y extranjeros que forman parte de la exposición CIFO: una mirada múltiple, invitada a la 11na. Bienal de La Habana.
Es la primera vez en cincuenta años que se hace en Cuba algo así. Nunca antes había sido invitada una exhibición privada de esta envergadura. En ese sentido, creo que estamos haciendo historia.
¿Cómo llega entonces usted al Museo Nacional de Bellas Artes?
Fue el mismo Museo el que nos invitó. Nos sorprendió positivamente que nos pidieran traer parte de la colección a Cuba. Lo pensé bien y tomé la decisión, primero porque soy cubana y por tanto mi visión hacia lo que estoy haciendo entra por otra puerta; y segundo porque creo que este pueblo merece disfrutar de la diversidad actual del arte contemporáneo.
CIFO: una mirada múltiple es una exhibición que agrupa una significativa cantidad de artistas. ¿Cómo fue el proceso de selección de las obras que trajo a La Habana?
Pretendimos hacer una muestra lo más global posible y por eso elegimos obras de artistas de diferentes países de Asia, África, América y Europa. Inicialmente, mi idea no era traer artistas cubanos —ampliamente representados en otros espacios de la Bienal—, pero después nos pareció importante incluir a artistas como Ana Mendieta, Jorge Pardo y Félix González Torres cuyas obras, por haberse desarrollado fuera de la Isla, se habían apreciado pocas veces por el público cubano de manera directa.
Tengo entendido que usted comenzó a coleccionar mucho antes de que fundara CIFO.
Soy una persona muy creativa y cuando era joven siempre quise ser artista. Mis padres me matricularon en clases de dibujo y pintura, después me fui de Cuba, cambió mi vida y no seguí. Cuando tenía 22 años tuve una galería con una amiga, pero al poco tiempo la vendí.
Yo empecé comprando arte venezolano, después arte latinoamericano, de maestros como Rufino Tamayo y Wifredo Lam. En el 88 paré de coleccionar, durante seis años aproximadamente, porque en ese tiempo me comencé a cuestionar el carácter elitista del arte. No podía dejar de pensar que quizás fuera muy egoísta de mi parte estar enfocada solo en ello. Emprendí entonces varios programas para ayudar a la gente de Venezuela, tuve una casa de niños de la calle, hospitales, proyectos con las Naciones Unidas, etcétera.
Pero un día me di cuenta de que podía hacer eso mismo por medio del arte, quizás porque siempre he tenido una parte filantrópica en mi personalidad que logra hacerme muy feliz. Entonces me dije: si no lo hago ahora ¿cuándo lo voy a hacer?… ¡Se me está pasando rapidito el tiempo y no estoy tan jovencita! Supe que tenía que hacerlo en ese momento. Entonces creamos la Fundación, su museo —que cuenta con más de 3 000 obras—, y todos los proyectos en los que ahora trabajo.
¿Cree que la 11na. Bienal abrirá nuevos caminos?
Ahora tengo planes de que la Fundación haga cosas en Cuba, y de poder ayudar mucho más al arte cubano.
Cada año, CIFO otorga a los artistas un número de premios que varía siempre en dependencia de la calidad de los proyectos. Este proceso de selección transita por diferentes fases en las que, curadores asesores de toda Latinoamérica y finalmente la junta directiva, analizan y escogen de manera rigurosa las propuestas. Son los curadores de cada país los que promueven a sus artistas. En el caso de Cuba, esta tarea corresponde a Gerardo Mosquera y Cristina Vives.