Ciento once años después de su supuesta invención por Picasso, el collage vuelve a dar de qué hablar en La Habana. Esa técnica, modalidad o género de las artes visuales, que en un inicio se limitaba a la composición, sobre un lienzo o cartón, de una obra artística a partir de pegar imágenes preexistentes, no ha gozado de suficiente reconocimiento entre nosotros. De nada nos ha valido que artistas de la talla de Braque, Arp, Grosz o Duchamp la hayan practicado con profusión, y conseguido gracias a ella piezas de altísimo valor estético. Aquí ha quedado como una suerte de “arte menor”, un divertimento acaso, manualidades, algo para “matar las horas”.
Es largo el camino recorrido por el collage, desde las vanguardias históricas, al principio del siglo XX, hasta hoy. En Cuba, según recuerdo, fue Raúl Martínez quien le dedicó un segmento largo de su obra. Y poco más.
Al parecer, la abstinencia de eventos públicos a los que nos forzó la COVID-19 ha producido, como reacción, una multitud de eventos públicos en La Habana, entre los cuales las exhibiciones de artes visuales, individuales o colectivas, ocupan un lugar destacado.
Entre lo más llamativo en este campo cabe señalar la muestra colectiva Come Together, que tuvo sede, entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre en el espacio expositivo de Infraestudio, gabinete de arquitectura ubicado en la calle 17, El Vedado. Sus curadores, Yenny Hernádez y Ricardo Miguel Hernández, reunieron una nómina de veinte artistas y los convocaron a mostrar sus collages, algunos producidos para la ocasión. El resultado, más que satisfactorio, removió entre creadores y críticos antiguas reflexiones como, por ejemplo, la vigencia de los cánones del dadaísmo y la incendiaria teoría del objeto encontrado lanzada por Duchamp, que postula que todo lo que el artista seleccione entre el mundo material constituye, de por sí, arte: desde una piedra del camino hasta el manubrio de una bicicleta desechada…
Fui a la expo, charlé con los protagonistas, obtuve estas declaraciones de los curadores.
¿Por qué una exposición colectiva de collages ahora?
Come Together es una exposición que carga con una extensa investigación detrás, que excede por mucho la selección de artistas y obras que conforman esta propuesta y que viene a significar un paso inicial y muy importante para la revalorización y visibilización de nombres y estéticas dentro del arte nacional, en lo que a práctica y discurso sobre collage cubano se refiere.
En pleno confinamiento por la COVID-19, y gracias a las potencialidades tecnológicas para la investigación virtual, nos propusimos explorar sobre el comportamiento de la práctica del collage en Cuba y los posibles artistas que durante sus carreras, fuese de manera sostenida o puntual, lo hubieran asumido como parte de sus operatorias.
Fue así como el año pasado, luego de un tiempo de trabajo investigativo, surgió la idea de realizar una primera propuesta expositiva que nos permitiera presentar lo que estábamos haciendo, con el objetivo de articular curatorialmente un muestrario diverso, rico y contemporáneo sobre los múltiples usos y recursos estéticos asumidos por los artistas seleccionados, apenas veinte del macro levantamiento que continuamos llevando a cabo.
Durante nuestra investigación, anclada principalmente en la historiografía del arte cubano, advertimos la ausencia del collage dentro de los estudios académicos, publicaciones especializadas o textos específicos sobre las prácticas artísticas nacionales. Fue el primer impulso que nos llevó a asumir el reto; no solo el de articular, producir y concretar una exposición sobre el empleo de esta técnica en el país, sino el de investigar a conciencia, compendiar e identificar el comportamiento, desarrollo, artistas, obras, proyectos curatoriales, editoriales y actualidad de una práctica que se desplegó en Cuba desde los años 40 del siglo pasado.
Hasta el momento hemos podido identificar, como el antecedente curatorial más antiguo, una exposición realizada en el Lyceum de La Habana en 1956, titulada Collages y esculturas, en la que participaron cinco de los miembros del grupo Los Once, entre los que estuvieron los pintores Guido Llinás, Raúl Martínez, Hugo Consuegra, José Ignacio Bermúdez y Manuel Vidal, además del escultor Tomás Oliva. De esta exposición solo queda la invitación para la inauguración; del evento no se registran recortes de prensa ni otro material que amplíe la información al respecto.
Continuamos indagando en otros proyectos en los que se haya tomado el collage como línea curatorial central, del 56 a esta fecha, pero lo que hemos encontrado han sido muestras expositivas en las que se ha incluido determinada obra de collage.
¿Qué ha sucedido y qué sucede con el collage en el arte cubano? La interrogante nos sigue saltando, a pesar de haber encontrado datos e informaciones que han permitido ir respondiéndonos poco a poco. El camino es largo, pero estamos seguros de que los hallazgos valdrán la pena.
A nivel internacional, es conocido en esta modalidad el trabajo de artistas de la talla de Picasso, Max Ernest, Juan Gris, George Braque y Antoni Tapies, por citar unos pocos. En Cuba destacan las piezas de Raúl Martínez, Ángel Ramírez, Sosabravo, Luis Cabrera y Juan Manuel Forst. La colografía es una técnica de grabado que parte del collage, y en ese campo están las obras destacadísimas de Belkis Ayón. Sin embargo, percibo que se tiene el collage como género menor, más dado a lo lúdico. ¿Piensan ustedes que Come Together puede contribuir, en el ámbito nacional, a un mejor posicionamiento de la disciplina entre críticos y coleccionistas?
En el transcurso de nuestras exploraciones sobre la práctica del collage en Cuba hemos advertido lagunas en cuanto a acercamientos analíticos. De acuerdo con nuestro levantamiento, el collage ha quedado ensombrecido tanto en estudios académicos como en propuestas curatoriales, solo tomado en cuenta de manera puntual a partir de la inclusión de una obra determinada de determinado artista.
Precisamente, uno de nuestros propósitos curatoriales fue provocar el debate sobre la ausencia del collage en el discurso del arte cubano de los últimos sesenta años, a la vez que comenzar a dar los primeros pasos para situarlo en el centro de la diana, no como fenómeno marginal o género menor, sino como legítima operatoria que ha estado latente y empolvada en el modus operandi de los creadores cubanos.
Si bien esta muestra es un paso inicial, y teniendo en cuenta que viene a ser la primera exposición en nuestro ámbito en los últimos sesenta años cuyo núcleo curatorial se refiere exclusivamente en el collage, analizado desde sus múltiples operatorias y lenguajes, sí consideramos que contribuirá a su paulatino posicionamiento dentro de las miras académicas, teóricas y expositivas; a la vez que ha despertado interés en artistas y críticos de repensar el collage. Ya eso es una de las mayores ganancias que nos ha dejado Come Together.
¿Cómo se produjo la exposición? ¿De dónde salieron los recursos?
Tuvimos el importante apoyo de la Embajada de Noruega para la producción y el desarrollo de algunas de las fases del proyecto curatorial, así como ayudas y asistencias concretas de colegas y amigos que se sumaron a esta aventura.
Un aspecto de interés en la muestra es la inclusión de tres reconocidos escritores en la nómina: Pedro Juan Gutiérrez, Omar Pérez y Orlando Hernández, quien, además, es curador y crítico. ¿Será que el collage puede ser una puerta de entrada en las artes visuales para artistas provenientes de otros campos?
Si partimos de que el collage, en su esencia, es una práctica que se vale de la imbricación y amalgama de elementos diversos para conformar algo nuevo y diferente, y que además despunta como lenguaje artístico a partir de la vinculación de artistas provenientes de diferentes campos, sí, el collage puede y es una puerta de entrada para artistas de todos los medios y lenguajes expresivos.
Es importante señalar que con el desarrollo del dadaísmo y el surrealismo el collage cobró una fuerza notable a partir de la concentración de poetas y escritores, más que los propios pintores. Haciendo un poco de historia, podríamos mencionar al poeta ruso Vladímir Mayakovski, quien asoció la letra, las palabras y la poesía con el collage. También Jiři Kolář, poeta checo que recurrió a la poesía visual desde el collage para evitar la censura de sus libros a finales de los años 50. En esa misma línea, cabría mencionar a los escritores y dramaturgos ingleses Joe Orton y Kenneth Halliwell, quienes asumieron el collage para las portadas de sus libros.
Nos gustaría mencionar además al mexicano José Juan Tablada y al francés Luis Aragón. El primero, considerado uno de los iniciadores de la poesía moderna mexicana, con visibles matices eróticos, recurría al collage como práctica experimental y de aprendizaje en franco diálogo con sus creaciones literarias, en las que imbricaba texto e imagen.
El segundo, poeta francés, escribió un libro titulado Los collages (1965), en el que explicaba la presencia e importancia de este medio en géneros como la poesía, la novela y el cine.
Un poco más cercano en el tiempo, estaría Joseph Cornell, vinculado al surrealismo estadounidense, quien trabajó el collage a partir de palabras y versos para producir ensamblajes cargados de de símbolos personales.
Todo lo anterior, apenas unos pocos ejemplos, da la medida de cómo se vinculaban creadores de diferentes ámbitos en la producción collagista, desde lo estético y lo intelectual. A nivel internacional, sobre todo en Europa, ya esto estaba asentado.
Específicamente en la obra de Pedro Juan Gutiérrez, Orlando Hernández y Omar Pérez, a quien presentamos en Come Together a dúo con la artista visual Niurka Moreno, el elemento textual viene a ser fundamental dentro de sus obras. Añadiríamos a Larry J. González, otro de los artistas de la nómina e historiador del arte, quien recurre de igual modo a la escritura, con una fuerte dosis de sátira y humor. Es en ellos donde radica el mayor peso y presencia del texto y la poesía dentro de las obras que conforman la muestra.
¿Qué satisfacciones les deja Come Together? ¿Alguna insatisfacción con los resultados?
Come Together nos aportó más satisfacciones de las que imaginábamos. Primero, nos permitió concentrar y sumar dentro de esta propuesta curatorial una nómina exquisita de artistas cubanos defensores del collage como práctica y lenguaje, de los cuales nos nutrimos no solo por sus obras sino además a partir de los intercambios con ellos. Asimismo, tuvimos la oportunidad de intercambiar con investigadores cubanos con quienes pudimos contrastar, corroborar y ampliar información referente al collage en Cuba.
Además, estamos muy agradecidos por el impacto de la exposición en el público el día de la inauguración, las visitas posteriores, los comentarios de colegas, amigos y demás personas que se nos han acercado para hablarnos sobre la muestra y, principalmente, de la recepción de la crítica especializada y los medios de comunicación, tanto nacionales como extranjeros, que han dado cobertura a este evento. Y por último, pero no menos importante, otro de los saldos positivos que nos ha dejado Come Together ha sido el de emprender como dúo este empeño curatorial, el cual ha sido un camino complejo de experiencias diversas y, sobre todo, de aprendizaje.
Por otra parte, somos conscientes de que esta muestra no es ni pretende ser absoluta en cuanto al núcleo curatorial que la articula. De hecho, siempre lo hemos dejado claro: Come Together viene a ser uno de los pasos iniciales de nuestros proyectos sobre collage. En ese sentido, queda mucho camino por andar, nuevas experiencias y, esperamos, más satisfacciones.
¿Detectan algún rasgo común o tendencia estilística o temática entre los artistas cubanos que se expresan a través de esta especialidad?
Concebimos Come Together como un mega collage en el cual nos interesaba hacer confluir artistas de diversas generaciones, con estéticas y recursos diversos. Puede apreciarse un abanico de lenguajes, que van desde lo más tradicional, con obras muy interesantes como las de Raúl Martínez, Orlando Hernández, Omar Pérez y Niurka Moreno, Jorge Pantoja y Glexis Novoa, hasta propuestas más experimentales e interactivas, como las de José Manuel Mesías, Sandra Ceballos o Nelson Barrera; e, incluso, discursos atrevidos que recurren al ensamblaje y al collage digital, vistos a través de las obras de Ernesto Benítez, Luis Gómez y el dúo de arquitectos Fernando Martinera y Anadis González, fundadores del proyecto Infraestudio, espacio que, además, fue sede de la exposición.
Detectamos un gusto marcado por el archivo encontrado y por el rescate de materiales que refuncionalizan y recontextualizan, desde el arte, sean fotografías, revistas o periódicos desgastados y residuales, objetos corroídos o elementos orgánicos desechables, compendiados en las obras de Ricardo Miguel Hernández, Pedro Juan Gutiérrez, los hermanos Lázaro y César Saavedra Nande o José Carlos Imperatori, por poner algunos ejemplos.
Hemos identificado como rasgos comunes dentro de nuestra selección de artistas y obras, la apropiación de la Historia del Arte (Evelyn Aguilar, Larry J. González), así como un fuerte componente erótico para articular el cuestionamiento crítico, referido al contexto social cubano, principalmente.
Vale destacar el peso de la escritura dentro de los collages, no solo los que hemos reunido en Come Together, sino además en muchos de los que hemos visto a raíz de nuestra investigación. La escritura, sea poesía, frases o palabras sueltas, manuscrita o construida a partir de recortes, cobra una fuerza semántica y visual notables en las piezas. Viene a ser un elemento que transversaliza la obra de la mayoría de los artistas que conforman nuestra exposición, y favorece sobremanera el redondeo de los discursos que trabajan.
¿Cabría soñar con un salón nacional de collage?
Soñar no cuesta nada. Y sí, podríamos soñar con un Salón Nacional de Collage, pero hay que seguir trabajando para llegar a ese escalón.
Un salón nacional de determinada expresión artística presupone, por lo menos, una comunidad de artistas y una producción significativa y constante que alimente la realización y permanencia de dicho evento, con la sistematicidad que conlleva.
Si bien en nuestras exploraciones hemos detectado una variedad de nombres y obras en las cuales el collage resulta la columna vertebral del discurso conceptual y estético, la expresión está en hoy en una especie de renacimiento en cuanto a visibilización e intereses creativos, por lo que pensar en fundar un Salón Nacional de Collage ahora mismo sería condenarlo al fracaso. No obstante, es una idea anotada entre tantas otras. Tiempo al tiempo, eso sí.
¿La asociación de ambos en la muestra es circunstancial o se proyecta hacia empeños futuros?
Veníamos trabajando de manera conjunta en otros proyectos desde hace algunos años, sobre todo con la fotografía y, en menor medida, con el video; pero ha sido el collage el que realmente nos ha unido como dupla investigativa y curatorial.
El collage nos ha llevado por un camino muy complejo en cuanto a la disponibilidad de materiales, informaciones, datos que nos permitan ir diagramando y respondiendo nuestra inquietud vertebral sobre el comportamiento del collage en el arte cubano, desde sus inicios hasta este minuto.
En ese sentido y en función del pesquisaje que hemos hecho hasta ahora, y continuaremos por supuesto, estamos seguros de que cocinaremos nuevos proyectos, no solo de índole curatorial, en los que el collage cubano constituirá el núcleo de análisis central.
Teniendo en cuenta la fuerte individualidad de los artistas convocados, se me ocurre un título para esta nota: “Come To Gether, pero no revueltos”. A lo mejor les sirve para la continuación de este proyecto.
¿Tendríamos que darte crédito?
Que me inviten a la inauguración es suficiente.
Lo pensaremos.