Hay una Cuba que no se ve a menudo; una parte del país que suele estar escondida. Fuera de los focos de las postales turísticas hay realidades que el ojo público pocas veces ha visto. Pero, por suerte, también hay gente curiosa para encontrarlas y mostrarlas.
David Estrada ha capturado escenas así, ya sea en la montaña o en la costa. En sitios donde la vida parece transcurrir como en cámara lenta.
La fotografía ha sido su manera de hacerse entender, su forma de hablar, de abrirse al mundo, de explicar fenómenos que le preocupan, de vencer la timidez.
Detrás de cada disparo, sensibilidad. “Me satisface mucho pensar que esas personas me cuentan su historia, su modo de vida, y que lo muestro para que otros conozcan qué está pasando en otros lugares, que hay algo más allá de lo que vivimos”, dijo en entrevista con OnCuba.
El joven de 30 años se inició en la fotografía en 2017 para poder explicar mejor lo que observaba durante sus trabajos de campo como estudiante de Biología de la Universidad de La Habana. Su padre le dio su primera cámara y el Jardín Botánico fue su primer escenario.
Desde entonces su mirada fotográfica ha cambiado. Mantiene el interés por la naturaleza, pero le apasiona mostrar al ser humano en su entorno, cómo se desenvuelve y los relatos que surgen de esa interacción.
Instantes de la realidad
La pandemia le propició a David su primera incursión en la fotografía documental, que despertaba su interés por la capacidad de sintetizar mucho en un solo disparo. Descubrió la obra del fotógrafo cubano Raúl Corrales y vio en él un referente.
Su primer trabajo como documentalista fue contar las vivencias de un grupo de estudiantes de Medicina que realizaban pesquisas en el reparto Alta Habana.
“Lo que me funciona es ser parte del asunto. Fui con ellos; claro, no tocaba puertas, ni hacía las preguntas. A veces no tomaba fotos. Era el simple hecho de estar ahí y ver, preguntarles sobre su trabajo, entender lo que hacían”, así describió la forma en que logró esta serie fotográfica, finalista de un concurso lanzado por la Universidad de Harvard.
Desde entonces en cada experiencia documentando hace lo mismo: “No puedo llegar como un espectador, porque me quedaría en la superficie”. Así se ha adentrado y camuflado entre los locales, lo cual, según, él le ha permitido contar lo que sucede de una manera más certera.
“La mayoría de las veces las historias llegan a mí. Una de las más bonitas que he encontrado fue en una escuela en Los Lagiajes, Tercer Frente, en Santiago de Cuba. En la escuela, hay un solo alumno y una maestra”.
“Yo estaba allí haciendo un trabajo sobre la producción de café, y cuando descubro la escuela me quedé sorprendido. Hablé con ellos. Esa maestra viaja todos los días para llegar a dar clases en la única escuela que históricamente había en la zona, en la comunidad La Maestra. El niño era hijo de una trabajadora cafetalera”, relató.
Rodríguez explica que además de experiencias auténticas, muestra problemas sociales que se esconden detrás de cada lugar o persona.
“Lo que más me han marcado son los habitantes en pueblos cerca del mar, en peligro de inundación. Estuve en Tunas de Zaza y Médano, en Sancti Spíritus, donde tienen que evacuarse tres o cuatro veces en el año. Pero están ahí, viven ahí.
“Existen planes para moverlos hacia sitios seguros. Pero a veces no funciona así. Porque los mudan a lugares que no tienen nada que ver con su modo de vida. Imagina que tu bisabuelo, tu abuelo, tu papá y tú estén acostumbrados a vivir del mar, y de repente te reubiquen a 20 kilómetros de la costa. Es cambiarle a una persona su cultura. Por eso regresan”, contó.
Otra realidad que le impactó fue encontrar pueblos fantasmas en las zonas montañosas.
“La migración interna existe. La gente no está trabajando en el campo. Me he encontrado, por ejemplo, pueblos prácticamente vacíos, con casitas muy bonitas en medio de la montaña. La gente, mayormente los jóvenes, se tuvo que ir por la falta de oportunidades. Quedan los adultos mayores. Allí todo es más difícil, los cuidados médicos, el acceso a la canasta básica, el transporte…
“Todo eso, de cierta manera, te afecta. Influye en tu trabajo, en la manera de fotografiar, en forma de escribir”, asegura.
La vuelta a Cuba en siete semanas
David, quien trabaja en la productora audiovisual Naturaleza Secreta, fue parte del equipo que le dio la vuelta a isla en 2023 con en el proyecto científico Bojeo a Cuba.
“Fueron siete semanas viajando, conociendo, trabajando sin parar todos los días desde junio. Tuve la oportunidad de conocer personas, lugares, de ponerme metas. Fue espectacular y demandante, porque muchas personas estaban viviendo estas experiencias a través de uno”, comentó.
“En una de las entrevistas me preguntaron sobre la naturaleza secreta de Cuba y respondía que la verdadera naturaleza secreta del país está en las personas, porque dondequiera que llegamos, en esos pueblos costeros, había una enorme riqueza cultural”.
Para David Rodríguez fueron experiencias inmersivas, de camuflarse entre los pobladores para encontrar mejor su lado más auténtico. “Me he abierto a nuevos conocimientos, nuevas emociones”, dijo.
La experiencia en la fotografía documental a David le ha cambiado la vida. Normalmente, pasaría desapercibido. Es muy tímido. Casi no habla. Pero se ha sorprendido a sí mismo entrado a los hogares de personas desconocidas, indagando, retratándolos, sintiéndose parte de su realidad.
“Me ha hecho cambiar mucho en mis gustos. De lo que antes quería y lo que quiero ahora. Mi proyección ante la vida”.