Nature Boy la primera exposición del artista cubano-americano Edel Rodríguez en Cuba, está desde el 5 de diciembre en la Galería Latinoamericana de la Casa de las Américas, de 10 am a 5 pm, de lunes a jueves; y los viernes, de 10 am a 4 pm.
Edel Rodríguez se fue a Estados Unidos con 9 años. En 1980, cuando los sucesos de la Embajada del Perú, una tía suya en Miami mandó a buscar en un bote a alrededor de 27 familiares suyos. En el bote, inscrito con el nombre Nature Boy, se fue Edel con sus padres y su hermana.
Casi 30 años después, Edel Rodríguez expone por primera vez en Cuba, y comparte también por vez primera con el público cubano lo que fue su infancia en el pueblito El Gabriel, cerca de Güira de Melena (Artemisa), en el que tuvo sus más tempranas influencias: los recuerdos de un padre fotógrafo local obsesionado con documentarlo todo en imágenes, la gráfica en la envoltura de las confituras que sus primos traían de Miami, y la gráfica que documentaba el auge de la Revolución en la década del 70, los héroes, los líderes, y “el hombre nuevo” desfilando en las vallas al costado de las carreteras.
“Al llegar a Miami me fijaba en los gráficos, logos de música, tiendas, lugares de comida, bandas musicales y me daba cuenta de que esa gráfica también se parecía a la cubana, en el sentido de que era la misma cosa, pero para diferentes razones”, cuenta Edel, en la Sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, donde conversó ayer sobre su formación, la dinámica de sus procesos creativos, y su historia personal, que indiscutiblemente ha definido y define su trabajo.
Nature Boy, el nombre del bote en que Edel Rodríguiez llegó a Miami, es ahora el título de la muestra que trae a La Habana, casi una retrospectiva, por lo amplia que es, conformada por algunos de sus diseños de portadas para libros, ilustraciones para revistas y carteles para festivales de teatro, óperas y musicales de Broadway.
Influencias
Las fotos que conserva de su niñez en Cuba se las debe a su padre, una de sus influencias más cercanas en el arte. En el cuarto oscuro de la casita en que vivían en el pueblito, Edel tuvo un contacto primario con la creación y el procesamiento técnico de imágenes.
“En los años 70, cuando mi papá decide ser fotógrafo, yo pasaba mucho tiempo con él revelando fotos. Muchas de estas fotos tenían como fondo una pared de la casa que él llenó con un collage de anuncios de revistas extranjeras y sobre cuyo fondo retrataba muchas personas del barrio, quinceañeras, gente que se casaba o nosotros mismos. Él también me llevaba mucho al cine, donde siempre me fijaba en los carteles de películas.
“En los años 78 ó 79, comenzaron a visitarnos primos y tías de los Estados Unidos, y a traer galleticas, chocolates, chicles cuya gráfica me causaba impresión. Mis primos tiraban los chicles al aire, y yo cogía las envolturas y las guardaba como una cosa especial. Esa gráfica era muy diferente de lo que estaba acostumbrado a ver aquí”, dice Edel.
A través de muchas de esas mismas imágenes, que ahora proyecta para el público cubano, muestra su historia y hace entendibles algunas cosas pues, a pesar de ser ampliamente reconocido afuera, el no haber expuesto nunca aquí y solo haber regresado a Cuba anteriormente por otras razones, podría decirse que solo un público más especializado conoce su trabajo y la relevancia que este ha alcanzado en algunas de las publicaciones impresas y digitales más importantes e influyentes del mundo editorial y artístico.
A bordo del Nature Boy
Edel muestra una foto a bordo del Nature Boy, agachado, mirando a la cámara, metido en un jacket rojo y rodeado de familiares y algunos presos que dejaban el país desde el puerto del Mariel.
“En 1994, cuando los “Balseros” en Cuba, se hicieron reportes por la revista Time sobre lo que estaba sucediendo. Yo me pregunté qué había hecho la revista en 1980 cuando yo vine por el Mariel.
“Fui a la biblioteca de la revista y busqué la fecha en que me fui: el 1ro de mayo de 1980. En un reporte encuentro una fotografía sobre los sucesos del Mariel contados por un escritor que iba en uno de los botes. El bote, el Nature Boy, era el mismo en que me fui yo. En él iban varios reporteros y fotógrafos, y descubrí que fue uno de los más documentados de la salida del Mariel.
“Las fotos que muestro hoy de ese viaje fueron tomadas por un fotógrafo cubano que vivía en los Estados Unidos y vino a hacer fotografías. Pero cuando estaba aquí, el gobierno les dijo a él y a otros reporteros que se fueran, y los embarcaron en el Nature Boy de vuelta”.
Esa salida, que para Edel y su familia fue algo “invisible, algo muy rápido”, y en la que lo único que se llevaban era la ropa que vestían, ahora sirve de nombre a su primera exposición en Cuba. Su obra, que forma parte de numerosas colecciones, ahora se incluirá en la colección de la Casa de las Américas, pues ha donado a la Casa, cuatro de las piezas que componen su muestra.
De la MTV a The New York Times y Communication Arts
Con alrededor de 15 años Edel comenzó a hacer carteles que presentaba en competiciones anuales de Miami, y dibujaba íconos en las guitarras de amigos.
“Durante las prácticas en la universidad pasó por emporios como la MTV (Music Television) o la revista Spy Magazine: “Pensé que la MTV me gustaría mucho, pero no me gusta el video. Prefiero las imágenes gráficas que no se mueven”.
Mientras estaba en la universidad viajó a Venecia, España, Londres, Francia, Egipto, y siempre documentaba sus viajes mediante reportes y dibujos. Esos dibujos luego los llevaba a diferentes revistas y así comenzó a obtener trabajos para “ilustraciones locales”, o sea, ir a lugares específicos y dibujar lo que estaba sucediendo allí.
Esos dibujos y otros fueron la base para conseguir trabajos luego en The New Yorker, Esquire Magazine, The New York Times, The New York Times Books Review, Neewsweek, Communication Arts, a lo largo de su carrera.
En 1994, al salir de la universidad, comenzó a trabajar en la revista Time como diseñador. Su primera portada para la revista saldría al año siguiente. En el período en que fue director de arte de esta publicación, su equipo estuvo a cargo de más de mil ilustraciones.
“Las revistas por lo general me dan uno o dos días para entregar la portada. Cuando mataron a Bin Laden, que fue un domingo en la noche, me llamó a la mañana del día siguiente la editora de Newsweek para pedirme la ilustración para el martes. Mandé varios bocetos de los que escogieron el definitivo”.
También fue en 1994, con 21 años, cuando regresa por primera vez a Cuba son su padre y su hermana. Durante su viaje escribiría también reportes de sus impresiones. “En ese tiempo estaban las cosas muy difíciles aquí. Tomé fotos y los reportes los saqué con ellas en el periódico de la universidad en Nueva York”.
Con el tiempo Edel Rodríguez comenzó a trabajar mucho más a menudo para algunas publicaciones “Hubo un tiempo en que hacía 1 o 2 dibujos semanales para The New Yorker.
Luego sus dibujos comenzaron a hacerse más gráficos: “A partir del trabajo en las revistas comienzan a llamarte más personas, queriendo hacer carteles para obras de teatro, películas, campañas sociales, etc.
Su primer cartel para una película fue para el filme Celia The Queen, película documental sobre Celia Cruz, artista de la que su padre era gran fanático.
“Me piden mucho trabajo sobre Latinoamérica, emigración, guerra, terrorismo. Sucede que lo que más haces es lo que te piden que hagas casi siempre. Un día dije que no quería ser solo el dibujante de cosas afroamericanas o latinas, sino algo más para público general.
“A partir de ahí entonces decidí escribir yo mismo mis libros e ilustrarlos. Son libros sobre las aventuras de Sergio, el personaje que creé de un pingüino. Estos libros se han publicado en Japón, Alemania, Francia, Corea, y se han traducido a muchos idiomas, lo cual me ha abierto las puertas al mundo de los niños, a visitar escuelas de niños, a dibujar con ellos”.
Su trabajo ha abarcado también el diseño de portadas para más de 40 libros y ha cubierto esferas más comerciales del arte, aunque siempre mostrando la originalidad y los diseños altamente estilizados, avispados e irónicos, tanto en etiquetas de cerveza, dibujos en bolsas y sellos del correo norteamericano, el trabajo, según el propio Edel, más difícil de conseguir como ilustrador.
¿De dónde saca Edel las ideas?
Muchos preguntan a Edel de dónde saca las ideas: “Yo dibujo cualquier cosa que me venga a la cabeza, aunque no encaje en el momento. A veces repito elementos en una pieza. Las fotografías también me sirven de fuente de ideas. En las ilustraciones para obras de teatro, por ejemplo, te mandan fotos, y de ellas salen ideas”.
Edel mostró los bocetos del proceso creativo de sus obras y el estudio en el que trabaja: “Yo comienzo haciendo un dibujo de líneas clásicas. Y cuando está hecho, es que empiezo a romperlo, a estilizarlo. Pinto con acrílico, con rodillos, tinta de xilografía. Y mezclo algunas de estas cosas también.
“Primero divido los espacios y juego con el lugar donde irá cada cosa, trabajo con las tipografías. Luego, comienzo a llenar los espacios.
“Yo les digo a mis estudiantes que dejen un poco la computadora y se pongan a dibujar, porque hay cosas que la computadora no puede hacer. Por ejemplo, estaba yo un día pintando mientras tomaba café. Sin quererlo, se me embarró el papel y terminé haciendo 20 o 30 dibujos con café. Y eso solo fue posible en la vida real, no en la computadora. Esos trabajos los exhibí luego en Los Angeles.
Más recientemente Edel ha trabajado en muchas portadas para revistas digitales, que se consumen desde ipads, y otros dispositivos electrónicos. “Este oficio ha cambiado mucho en los últimos tiempos: se ha movido de la imprenta más hacia lo digital”.
Uno de sus últimos proyectos reside en una serie de ilustraciones minimalistas que enjuician el terrorismo. “Casi no se habla sobre eso en Estados Unidos, y ya el terrorismo está en un nivel en que no es suficiente matar a alguien, sino que hay que tirarle fotos, ponerlas en Internet y cosas vulgares como esas. Hasta los niños están involucrados en esto, desde que son pequeños”.
“Yo pongo estos carteles sin permiso de nadie. La Policía les pasa por el lado, y al otro día cuando paso ya no están ahí. En Estados Unidos mucha gente no hace caso a temas como este. Cada quien está en su mundo, entretenido, viendo videos”.
Algunos de estos carteles, con un sentido crítico profundo, y señas mordaces “políticamente incorrectas”, buscan provocar a un sector de la sociedad estadounidense actual que vive ensimismada en las tecnologías y es aparentemente impermeable a los acontecimientos que están marcando la historia de su país y del mundo.