Si algo distingue el quehacer de Kelvin López es la diversidad de estilos, como si sus manos se multiplicaran –en varios pares– y conformaran un imaginario organizado por series perfectamente diferenciables: “no quiero ser siempre el mismo artista y el interés en no tener un estilo puede llegar a ser un estilo”, dice.
El joven pintor y grabador proviene de una familia en la cual se conjugan arte y ciencia: su mamá fue profesora de Matemáticas de la Escuela de Arte y, de ella quizás, heredó “el sentido del análisis y el pensamiento racional”; su hermano Kadir es, también, un reconocido artista (ambos se “colaban” desde pequeños en los talleres de esa academia), mientras el padre tiene una cualidad innata para resolver, con acierto, situaciones de orden práctico, y es poseedor de grandes habilidades manuales. Ese contexto, dice, fue el “impulsor” de su desarrollo en el mundo de la creación pictórica.
Kelvin nació en la oriental provincia de Las Tunas y reconoce que llegar a la capital fue un choque: “el ISA es un lugar vital para entender la creación desde otro punto de vista y es un regalo que durante cinco años me dio la vida para ser totalmente libre”, asegura.
En su intento por “remover sus propias estructuras creativas”, Kelvin considera que el paisaje es su modo de expresión, pero lo asume intentando solucionar el mismo problema desde diferentes ángulos; es una especie de acercamiento o bosquejo a una idea desde diversas maneras, por eso estructura su trabajo a partir de las series: Fantasmas zodiacales, Tormentas, Plein Air, Arriving, Islas, Amigos comunes y Achievements.
Fantasmas zodiacales juega con la idea del descontrol de situaciones determinadas; Tormentas, dedicada a los efectos dejados por los huracanes a su paso por Cuba, capta el momento en que se paraliza el país y hay que recuperar lo perdido; Plein Air, es un homenaje desde la actualidad a los pintores al aire libre, escuela muy desarrollada en Europa, que nació de paisajes llegados vía e-mail, y constituyen un enlace global, pasado por el filtro de la tecnología; Arriving es un paisaje sicológico más que físico, un reencuentro con la familia, con tu lugar y, a la vez, muy social porque cada cubano tiene un pariente en algún lugar del mundo, y el tema es una constante para la familia cubana; Islas tiene como protagonista la nostalgia, y revisita el fenómeno isleño desde el cómo irse o el cómo llegar; y Amigos comunes son dibujos que hablan sobre cuán globalizadas pueden llegar a ser las fantasías infantiles.
En estos momentos Kelvin está muy enfocado en la serie Achievements y, para desarrollarla, se apoya en frases y consignas que definieron el comienzo revolucionario en La Habana de los 60; frases –convertidas en cuños– son utilizadas como herramientas para dibujar escenas y contextos específicos de la capital cubana donde el ayer y el hoy reordenan la percepción de nuestro entorno y redefinen esquemas sociales y culturales. En otras palabras: apoyándose en la fotografía, Kelvin reproduce fachadas de viviendas abandonadas por sus dueños al marcharse del país, y que se convirtieron en hogares de ancianos, clínicas para niños, círculos infantiles, etc.: “la Revolución que a nivel social enfrentó el país es un fenómeno que siempre me llamó la atención y por eso insisto en que Achievements es un registro temporal”, explica. Desde el punto de vista visual es muy atractiva porque usar los cuños permite un acercamiento al grabado, y la propia obra se convierte en matriz. Achievements –dice Kelvin– es un “retorno y un reencuentro con su formación”. Y es cierto.
La obra de Kelvin rezuma intimidad, algo que caracteriza a los artistas que tienden a la introspección y a la constante revisión: “a veces, somos muy egoístas y tenemos un mundo interior y de relación personal con nosotros mismos que nos hace ser un tanto diferentes y raros para el común de los mortales. Me reconozco como una persona muy casera y el vínculo con mi propio trabajo es visceral”.
Defiende la idea de que concebir un cuadro tiene mucho de proceso mental porque medita “en cómo voy a resolver la obra y al comenzar a producirla todo está muy consciente. Nunca empiezo a hacer algo sin saber qué final va a tener y, aunque no hago bocetos, sí sé con toda certeza a dónde quiero llegar”.
Convencido de que “no serás un artista serio si copias o te pareces a otro”, Kelvin continúa escarbando, arañando, sumergiéndose en ese “paisaje otro” que se ha empeñado en plasmar, porque –según afirma– “si uno aspira a ser un artista sólido, la obra tiene que poseer condiciones y características únicas que sean fruto del desarrollo individual. La fórmula tiene que ser personal y no puede existir en paralelo. Creo que ahí está la clave del éxito: ser uno mismo”.
Y en ese no parecerse a nadie, tal vez, esté una de las claves más personales de su quehacer, el estilo sin estilo de Kelvin López.
Kelvin López (Las Tunas, 1976). Graduado en la Universidad de las Artes de Cuba en el año 2000. Desde que realizó su primera exposición personal –titulada ¿Quién se atrevió a mirar el paisaje cubano? (1992) –, dio muestras de inclinarse por el paisajismo como manera de expresión. La obra de Kelvin se encuentra en varios museos –Arizona State University Art Museum, Phoenix; Fundación Amistad, Nueva York, y el MoLAA (Museum of Latin American Art), California, todos en Estados Unidos–, y también ha realizado exposiciones personales en la Galería Michael Connors, Manhattan, Nueva York; Spence Gallery, Toronto, Ontario, Canadá; Galería Eye Lounge y Down Town Phoenix, Arizona, entre muchas otras.
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