“La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles:
unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas”.
(Goya: “Manuscritos del Prado”, serie “Los Caprichos”)
“Lo goyesco adquiere, en el dinámico imaginario de Roberto Fabelo,
una determinación kafkiana, en su interés por dar cuenta
de la conflictividad contemporánea”.
Fernando Castro Flórez
Si algo faltaba para enriquecer una vida plena de creación, éxitos y reconocimientos de todo tipo, la muestra “Mundos. Goya y Fabelo”, organizada por el Ayuntamiento de Madrid, la Fundación Ibercaja y el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, sirvió para coronar la trayectoria de Roberto Fabelo, uno de los más importantes artistas visuales que ha dado Cuba. Su relevancia y prestigio, ganados desde una maestría insuperable, así como su fortuna ante la crítica especializada y el mercado, legitiman esta afirmación.
Cinco meses estuvo esta exposición en uno de los más significativos espacios de la capital española. Desde febrero hasta julio de 2023 la muestra concitó la atención de cientos de visitantes que llegaron al Centro Conde Duque desde la misma inauguración, una cita que sobresalió por la gran asistencia de público. Esa asistencia sostenida en el tiempo confirmó el interés por las piezas de Fabelo en su intercambio con las del maestro Francisco de Goya y Lucientes.
“Mundos. Goya y Fabelo” ha sido la primera gran exposición personal de Fabelo en España (anteriormente estuvo en una exposición colectiva en 1999). Puedo asegurar, como uno más en la larga fila de sus admiradores —que hoy son legiones— y como quien ha publicado extensos ensayos sobre la creación fabeliana, que esta muestra viene a ser un paso importante más en una carrera ya reconocida en todas las latitudes. Nada más hay que ver los espacios en los que Fabelo ha expuesto su obra para percatarse de que el suyo es un itinerario de primer nivel.
Obviamente, una muestra bipersonal como esta, en la que participó, con similar peso, la obra de ese maestro de la historia del arte que fue Francisco de Goya, tuvo que concitar diversas voluntades en su organización y realización. La del Ayuntamiento madrileño y la Fundación Ibercaja, ya mencionados, en primer lugar, después otras entidades y, sobre todo, las voluntades de un grupo de personalidades del mundo del pensamiento sobre arte que escribieron sustanciosos textos para el bellísimo catálogo que fue fruto de la exposición, aún sin publicar.
Donald Kuspit, Fernando Castro Flórez, Marisa Oropesa y Jorge Fernández Torres, este último director del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, redactaron sustanciosas páginas que dan cuenta del intenso diálogo entre las obras de Goya y Fabelo.
Quiero referirme entonces a cómo se apreció ese contrapunteo artístico y de estéticas por los especialistas que se asomaron a él a través del catálogo, pues la muestra que sirvió de inspiración para su realización fue una conversación no solo a nivel de obras, sino de maneras de ver el mundo que armonizaron sin ser exactamente iguales.
Según Marina Oropesa, una de las curadoras de la muestra (junto a Jorge Fernández y Mario José Hernández Rivero), Goya ha sido y es un referente cultural permanente para numerosos artistas visuales “que le han seguido y han querido beber de las fuentes de su modernidad, con la que aplastó los cimientos de la tradición y sembró las semillas de nuevos movimientos artísticos”. En tal sentido, exhibirlo al lado de Fabelo como compañero de exposición fue una manera de unir a dos genios en la tarea de desentrañar sus mundos oníricos respectivos, algo posible y hasta necesario.
El escritor estadounidense Donald Kuspit, uno de los más reconocidos críticos de arte del presente,― no es la primera vez que escribe sobre la obra de Fabelo, pues con anterioridad redactó interesantes páginas sobre la obra del cubano―, ahora presenta tres textos en el catálogo que resultó de la exposición, donde ahonda su conocimiento acerca del imaginario fabeliano, sus referentes principales, características más notorias y su espíritu entre intuitivo y demoniaco.
No duda en afirmar el reconocido autor que el artista cubano posee lo que Charles Baudelaire calificaba como el prodigioso talento para lo grotesco y lo horrible o, dicho con palabras de Kuspit, “el signo del genio imaginativo moderno”.
Otro conocedor del arte a nivel internacional, el filósofo y esteta español Fernando Castro Flórez, colocó la obra de Fabelo en perspectivas muy interesantes, como la de su sentido social y político. El hambre, las iniquidades del poder, la violencia, las guerras, la lujuria, etc., aparecen recogidos en la interpretación de Castro sobre la obra del creador cubano.
A mi juicio, Castro Flórez es uno de los pensadores sobre arte (mucho más que crítico o historiador de arte) más interesantes de la actualidad y autor de decenas de libros sobre la materia. Que su texto enriquezca este catálogo es una muestra de su valía como compendio cultural y de saberes de la relación Goya/Fabelo.
Jorge Fernández Torres, por su parte, hizo un repaso general al itinerario artístico de su compatriota y lo comparó con Goya en varias facetas. Quiero detenerme en una en particular, en la que expresó: “Fabelo, al igual que Goya, no se ha eximido de su contexto, su formación ocurre en la época de la Cuba post revolucionaria, es parte del auge y decadencia de las utopías, siente los sismos sociales a partir de sus elucubraciones personales”. Y no le falta razón: Fabelo es un artista de esencias, no un mero manierista de las formas. Su obra también hiere, como bisturí en la carne, las cuestiones más cruciales de la época que le ha tocado vivir. Ese es otro puente entre él y Goya.
El contrapunteo de las obras de estos dos maestros del arte resulta una intensa conversación en busca de sentido. Ninguno de los dos alcanzó el extremo expresionista de la antiforma, pero sí se colocaron con comodidad y por derecho propio dentro de las opacidades de la angustia humana. Tanto Goya como Fabelo son artistas en los que el desasosiego se hizo naturaleza y que desbordaron lo formal para convertirlo en arrebatador y sustancial discurso humanista.
Fabelo se ha aproximado siempre a esas honduras identitarias, con Goya como una de sus referencias principales, sabiendo desde luego que no es la única (también El Bosco, Durero y Antonia Eiriz han sido sus guías), tanto como a partir de su propia experiencia ante el dolor, algo que marcó su obra de manera indeleble. Convertir ese dolor en arte ha sido uno de sus desafíos más difíciles y lacerantes. Se puede ser goyesco por admiración, pero también por los golpes vallejianos que se han sufrido en los caminos de la vida.
La manera en que el legado del aragonés se insertó en la cosmovisión fabeliana es, posiblemente, uno de los resultados más válidos y logrados de la muestra del Centro Conde Duque. Y la forma en que el artista cubano asimiló y metabolizó ese legado es el otro producto invaluable de dicha exposición, que ahora recoge el catálogo.
Durante la exposición, lo demás, fue, para los espectadores, admirar a uno y a otro creador, degustar la maestría estilística que los caracteriza, razonar sus respectivos discursos y propuestas estéticas y aceptar la vehemencia que los une. Con seguridad en su afirmación, Fabelo me dijo al hablar sobre la exposición y su ilustre partenaire: “Goya sigue fertilizando miradas, la de muchos, la mía, la tuya”.
Al final del volumen, de 420 páginas y formato de libro de arte, con tapa dura forrada en tela, aparecen las obras de de las series “Los caprichos” y “Los desastres de la guerra”, de Francisco de Goya, intercaladas con más piezas de Fabelo, inteligente decisión de diseño a cargo de PeiPe S.L, con la que se refuerza el contrapunteo entre ambos artistas.
Este libro, además de perpetuar en el tiempo la magnífica exposición madrileña, levanta toda una expectación acerca de la obra de Roberto Fabelo, quien ya tenía labrado un camino muy personal en el arte contemporáneo internacional. Creo importante repetir este lugar común; apreciar la obra de Roberto Fabelo es un auténtico acontecimiento estético, él ha fundado una mirada sobre la base de combinar la belleza magistral de las formas con lo oscuro y enigmático de su simbología.
Toda la obra de este extraordinario artista puede ser leída como una vasta metáfora existencial, la relación del ser humano con la vida a escala universal. Fabelo parece gritarnos que la humanidad necesita de sueños delirantes que la estremezcan y despierten de la pesadilla en la que vive sumida.
Podemos seguir habitando un círculo del infierno o, en su defecto, construir una sociedad plural, ecuménica y armónica donde reine la concordia más utópica posible. Para ello, quien crea se vale de los códigos de su arte.