Adrián Socorro (Matanzas, 1979) fue a México. Expuso, visitó tantos museos y galerías como pudo, y regresó mal, que es el modo de decir, entre cubanos, que regresó muy bien, lo que en su caso se traduce como “con unas ganas de trabajar enormes”. Y si ya era un creador disciplinado y dedicado, ahora, además, lo es febril.
Sólo en unos meses “armó” su última muestra personal de pintura y dibujo: ¿Quién mató a Baudelaire?, inaugurada en Matanzas el pasado 7 de agosto, con obras todas producidas este año.
Sabemos que al autor de Las flores del mal (1857), príncipe del simbolismo francés, lo mató la sífilis a los 47 años, consecuencia directa de su vida bohemia y desordenada, valga la redundancia. De modo que más que un “quién”, Socorro en estos cuadros busca un “qué”. No a la persona que le contagió la enfermedad, sino a las circunstancias enloquecidas que rodearon la vida del poeta.
En una ocasión, mientras intentaba descubrir los resortes de su arte, Adrián me confesó: “Vuelvo una y otra vez al retrato, al desnudo, al morbo, a la muerte desde lo muerto en sí; no en el propio hecho espeluznante de fallecer, sino de dar vida a lo que ya no la tiene; más que hablar de muerte me atrae la idea de provocar vida, ofrecer segundas oportunidades. Sexo y morbo son constantes, pues veo a los seres humanos como animales sexuales pensantes. Todo tiene un fin sexual. Aceptarlo o no depende de la intensidad con que aprendes de la vida.”
Mundo vertiginoso y decadente
Baudelaire, además de poeta inmenso, fue un afinado crítico de arte. ¿Qué habría opinado de estas obras que reflejan de manera tan personal su mundo vertiginoso y decadente? ¿Se habría reconocido en el acto del cubano, habitante también de la noche de seres atrabiliarios y fantasmagóricos?
Aunque no podemos responderlo con absoluta certeza, algo sutil y profundo nos dice que sí: el malditismo es, en el fondo, indefensión, un parche de agresividad para paliar los efectos devastadores de la hiperestesia. Y nuestro artista sabe de eso.
Lo gestual de su obra, la forma aparentemente despreocupada en que va adicionando capas de pigmento al lienzo, son intentos desesperados por desviar la atención. Miren al cuadro y déjenme a mí en la semioscuridad del estudio, parece decir el matancero, quien se reconoce en Baudelaire, se mira a través de su retrato. Por eso, más que un homenaje, la exposición es un rito de búsqueda y reafirmación de identidad: me veo en ti porque te prolongas en mí.
La curadora y crítica Meira Marrero, al inaugurar la exhibición, señaló que el pintor “recrea pasiones universales y experiencias fluctuantes en gran parte de su obra” (…), y que “ese contenido (…) lo hilvana con Baudelaire (…); y es aquí donde descubrimos que en realidad no lo mató nadie. La historia del arte le regaló la eternidad; esa que en este capítulo de su trabajo Adrián honra apropiadamente. ¡Nadie mató a Baudelaire, Socorro lo expone!”
Los cuadros de Adrián Socorro tienen mucho de representaciones dramáticas a veces desatadas, con protagonistas anónimos sorprendidos en pleno acto. Sobre esto nos ha dicho:
“Relaciono mi trabajo con el teatro, mi teatro. Llevo un matrimonio de más de diez años con una actriz. Todo ese tiempo frecuentando camerinos, viendo procesos de puesta en escena desarrollarse noche tras noche; los actores y actrices que entran y salen de sus personajes… Es una experiencia fuerte, dura emocionalmente.
“Es la poesía la que rige mi mano. Busco asombrarme a mí mismo, perturbarme cuando estoy relajado y relajarme cuando estoy perturbado. Los temas en mis pinturas son como los bares que suelo visitar, voy pasando de uno a otro en la medida que la noche avanza llena de ‘animalitos nocturnos y barestómanos’”.
Alain Dorval
Adrián cedió parte de la galería al canadiense Alain Dorval, un gesto generoso, aunque disonante. Las obras presentadas por este nos remiten a cierta estética naif. Son ensambles, instalaciones y dibujos en los que el canadiense pretende plasmar las primeras impresiones producidas por el contacto con la realidad cubana.
En la mayoría de los casos acude al objeto encontrado para resignificarlo, algo que tiene mucho que ver con esa segunda vida de las cosas a la que la necesidad, más que la conciencia ecologista, nos ha acostumbrado.
Alain juega, se divierte, nos toma por el lado festivo que, en realidad, tenemos. Desconozco si esta serie de trabajos, realizados en Cuba, son un escalón en la exploración inicial del tema o si quedarán como parte de la bitácora de su viaje por esta zona de el Caribe. Si lo primero, ya nos encargaremos de darle seguimiento.
Qué: ¿Quién mató a Baudelaire? Exposición de Adrián Socorro. Artista invitado: Alain Dorval (Canadá).
Dónde: Galería Pedro Esquerré. Plaza de la Vigía, Matanzas.
Cuándo: Hasta el 7 de septiembre. De lunes a sábado, de 9:00 am a 4:00 pm.
Cuánto: Entrada libre.