¿Cómo encerrar la esencia de una tradición artística en casi trescientas páginas? Solo teniendo un dominio profundo de ese saber, sería posible tamaña desmesura. Roberto Cobas lo logra en el libro Arte cubano. La espiral ascendente, que vio la luz recientemente gracias a una coedición de la Fundación Mariano Rodríguez y el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. Presentado por Moraima Clavijo, quien fuera directora por varios años de esta última institución, y por su autor, el volumen se revela como un riguroso examen de una zona cardinal del arte insular en el siglo XX, cuyo núcleo es la primera vanguardia, nutriente poderoso de la tradición artística cubana.
A propósito de este acontecimiento editorial, recuerdo una mesa redonda realizada en 2001, en la sede de la revista Revolución y Cultura, publicada luego en sus páginas, en la que un grupo de artistas y críticos 1, convocados por Rufo Caballero, discutimos sobre la naturaleza de esa tradición. Allí llegamos al consenso de que, entre otros rasgos, sobresalían la postura de riesgo y de búsquedas que siempre caracterizó al arte cubano; el peso de la tradición sobre las generaciones emergentes, nunca distanciada, sino dialogante, sintiéndose siempre como una tradición contemporánea; y la nominación de tres líneas fundamentales en la cartografía de la creación simbólica: una línea de carácter sociológico-crítico, otra de lo vernáculo-kitsch y la antropológica-religiosa. También se debatió la necesidad de seguir examinando el arte cubano para extraer las lecciones más importantes de su decurso.
De entonces al presente, mucho se ha escrito sobre ese tema. El arte cubano no ha carecido de enjundiosas críticas, ya sea producto de catálogos de artistas o de exposiciones, compilaciones de ensayos gestadas por historiadores de arte y estudiosos en general, o las obras testimoniales de diversos creadores que han intentado abarcar la andadura de nuestra producción visual. Ahora se suma el libro de Cobas, un aporte fundamental a esas indagaciones.
El primer texto del volumen, que opera como prólogo, es de la autoría de Antonio Eligio, Tonel, otro relevante estudioso y crítico de arte (artista también) que comienza con una afirmación esencial: “El aporte de Roberto Cobas a la cultura de Cuba puede y debe calificarse de muy trascendente”, con la que coincido totalmente, pues sé de primera mano de la calidad de esa aportación, realizada desde la investigación, la curaduría y la crítica por casi cuatro décadas. Tonel examina la escritura de arte de Cobas como una interrogación persistente al arte nacional y a su pensamiento acompañante. El prologuista considera, a mi juicio con razón, que el libro ofrece la impresión de ser una guía de lujo al arte hecho en el país durante la primera mitad del pasado siglo.
A seguidas, el especialista Abelardo Mena entrevista a Cobas, quien revela datos de su biografía asociada al arte cubano, desde su graduación universitaria como historiador de arte y su inserción en 1982 en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde ha llegado a ser uno de sus principales curadores. De la mano de su curtido interlocutor, Cobas evoca los momentos más importantes de su larga estancia en Bellas Artes, las exposiciones más exigentes (algunas realizadas en colaboración con entidades de otros países), los colegas que más le influyeron, otras anécdotas vivenciales de interés, y reafirma la pasión que ha desplegado en su labor investigativa y escritural.
Después aparecen los ensayos de su autoría; en “La búsqueda de lo cubano universal’, Cobas destaca la influencia de José Lezama Lima en un grupo de creadores de la década de los cuarenta del pasado siglo. Siguen otros textos dedicados al promotor y crítico José Gómez Sicre, y a los artistas Arístides Fernández, Amelia Peláez, Jorge Arche, Mariano Rodríguez, Cundo Bermúdez, René Portocarrero, Mario Carreño, Wifredo Lam, Marcelo Pogolotti, Alberto Peña, Jorge Rigol, Gabriel Castaño, Fidelio Ponce, Antonio Gattorno, Mirta Cerra, Samuel Feijóo, Daniel Serra y Felipe Orlando, además de un texto fundamental sobre el reconocido crítico Guy Pérez Cisneros, y acercamientos críticos al arte social, así como a la gráfica y el dibujo en los años veinte y treinta. Algunos de esos creadores no han sido muy resaltados por los estudios visuales, Cobas los ha rescatado con su libro; otros, en cambio, son los maestros indiscutibles, siempre atendidos por la crítica.
En las casi trescientas páginas de Arte cubano. La espiral ascendente, sobresalen las antinomias clasicismo y modernidad, e innovación y tradición, tensiones que alimentaron la fiebre creativa en el que se considera el “Período de Oro” de nuestra plástica durante esa centuria, las vidas de los maestros, algunas vividas a contracorriente, sus batallas en sociedad y sus difíciles individualidades en un medio que no favoreció mucho el arte y la cultura, todo expresado en una prosa diáfana y amena, alejada del lenguaje académico y críptico, pero con el rigor propio de la academia.
El tejido de ideas e informaciones que aporta Cobas a lo largo de sus textos, es un apasionante recorrido por la historia del arte insular, una inmersión honda y vasta en el lecho cardinal de ese arte de la primera mitad del siglo pasado y, todavía más, una vanguardia que sigue ejerciendo una influencia benéfica en la creación más contemporánea. Aparece entre sus páginas la apoteosis de una visión muy particular de la identidad americana y de nuestra propia identidad, gestada por esos notables artistas que Cobas estudia, en diálogo con las corrientes dominantes del arte internacional. Sin dudas, las tres líneas de la tradición del arte cubano, apreciadas en el citado panel de 2001, aparecen tratadas en el libro, el primero de Cobas como autor en solitario.
No puedo dejar de mencionar la belleza del objeto-arte de este volumen, su limpio y atractivo diseño, la calidad de las reproducciones de las obras (debido a la profesionalidad de importantes fotógrafos), las cubiertas de revistas y libros incorporadas, las fotografías de época y, de manera especial, la experta coordinación editorial de Beatriz Gago, quien, con el auspicio de la Fundación Mariano Rodríguez ya ha entregado otros títulos cardinales sobre el arte nacional. Todo ello se conjuga en este libro de gran formato y tapa dura, debido también a la comprobada calidad de impresión de Selvi Artes Gráficas, el taller valenciano que se ha encargado durante años de imprimir libros, catálogos y revistas sobre el arte cubano.
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Nota:
1 Moderada por Rufo Caballero, estuvieron presentes Pedro de Oraá, Magaly Espinosa, Eduardo Morales, Arturo Montoto y el autor de este texto (nota del autor).
Excelente artículo.