La historia de Cuba puede ser escrita desde disímiles puntos de vista. Eso sí, todos arrojarán anécdotas impresionantes, unas más grises que otras. En nuestro llamado Período Especial en tiempo de paz, uno de los aspectos más deprimentes de la vida social fue – aparte de la cotidianidad misma-el transporte urbano. En ese marco, el proyecto del metro quedó en eso, un boceto, y comenzaron a poblar la ciudad los llamados metrobus o “camellos”, unas guaguas que eran el Sahara reducido a unos pocos metros cuadrados en donde se transportaba a los pasajeros.
Precisamente es el transporte y la vida urbana, las temáticas que animan las producciones de dos artistas: Guillermo Ramírez Malberti, el “otro Guille” y Ernesto Domecq Menéndez.
Hace unos años ya, que conozco las obras de Ernesto Domecq. Lo que me llevó a escribir la primera vez fue conocer su persistente pasión por el dibujo. Un joven haciendo unas piezas con un nivel de realismo y de técnica impecable, era una rareza en nuestro panorama artístico. Poco después extendió su trabajo a la interacción digital, como forma de hacer partícipe al público de sus creaciones.
De Malberti conocía más su labor en el cine que su producción plástica, aunque tuve la oportunidad de acercarme a algunas de sus piezas en las clases de Arte Cubano Contemporáneo. Ahora, ambos se enrolan en la aventura de llevarnos de la mano a través de esta singular Road Movies en la Galería Espacio Abierto de la Revista Revolución y Cultura.
Más que un viaje en carretera, ambos artistas proponen escenas, fragmentos de un viaje a partir de los autos. Malberti presenta su Homenaje póstumo al camello, una instalación que representa las formas del tan polemizado transporte. Junto a tan singular pieza, hasta la Santa Patrona es motivo de adorno en una guagua. Domecq, por su parte, toma el almendrón, lo transfigura en un vehículo blindado o en un transporte sui generis que crece hacia el cielo con el fin de multiplicar el espacio. Cada uno, desde su estilo, busca motivos para su arte en el espacio de la calle.
Es precisamente ahí, en ese instante-cuando son sacados de ese contexto y representados en lienzo o cartulina- donde los carros ya dejan de ser solo un transporte para convertirse en símbolos de la relatividad temporal de nuestra historia donde todo se yuxtapone. El almendrón podrá ser del 50, pero continúa incólume como transporte alternativo surcando las viejas calles de La Habana.
Entonces, entre el testimonio documental y el humor y la ironía como herramientas discursivas, se mueven estas propuestas. Un humor no desde la acidez de la crítica, sino más bien buscando una complicidad colectiva. En Domecq fluye espontáneamente y en cuanto a Malberti basta con recordar el camello que intervino en la Novena Edición de la Bienal de La Habana donde hasta los faraones egipcios tenían jabitas “Cubalse”.
Road Movies nos deja un buen sabor al disfrutar de un diálogo intergeneracional entre estos dos artistas. Uno, en su etapa de madurez; el otro, comenzando a hacernos partícipes de sus inquietudes y soluciones formales.
El Pechora arriba del almendron,esta muy original.Mucha expresividad ,la de Los cacharros ,testigos mudos de Utopias octogenarias.