Finalmente, habemus Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. A causa de la pandemia el pasado año se decidió fragmentar la edición 42 del evento, así en diciembre de 2020 disfrutamos de una primera parte con películas de diferentes secciones del Festival; la segunda, concebida para presentar las obras en competencia debía celebrarse en marzo pero la situación de salud provocó que se atrasara hasta este diciembre.
Con las salas de cine a mitad de capacidad y con poco tiempo de antelación para poder escoger entre las 165 propuestas a disfrutar del 3 al 13 de diciembre, esta selección de películas en competencia por un premio Coral, viene a ser una esperanza de “normalidad” en tiempos tan turbulentos.
Cine de ficción mayormente, documentales, óperas primas de jóvenes prometedores realizadores y por supuesto, cine cubano (que no abunda en estos tiempos, realidad que esperamos cambie pronto), se incluyen en esta lista que recorre el continente, desde Argentina (Brasil, Colombia, Chile, República Dominicana) hasta México, mostrando escenarios distópicos y reales, historias de vida y relatos biográficos e históricos, con el particular discurso de cada autor.
El único largometraje de ficción cubano en competencia es El mayor producción del fallecido Rigoberto López, de la cual hemos ido conociendo detalles a la espera (dos años) de su proyección en las salas de cine del país.
La película sigue la vida de Ignacio Agramonte, uno de los héroes más revisitados en la historia de las guerras independentistas del país, de quien podremos conocer más en este filme que ahonda en la vida del insigne patriota camagüeyano.
Los “novatos”
Empezamos con dos óperas primas que estarán en los cines de la capital: la mexicana Sin señas particulares de Fernanda Valadez y Los conductos, del colombiano Camilo Restrepo, dos filmes basados en situaciones comunes dentro de la sociedad latinoamericana, pero con poéticas totalmente diferentes.
En el caso de Valadez, se trata de una cinta basada en el documental 400 maletas, de la propia autora, donde se sigue a Magdalena, una madre que viaja enfrascada en la búsqueda de su hijo, desaparecido en el intento de cruzar la frontera hacia Estados Unidos, con todos los horrores y violencias de todo tipo que pudiese encontrar alguien ante semejante situación, un contexto sufrido por miles de madres y familias mexicanas.
Ganadora de nueve premios Ariel a lo mejor de la cinematografía mexicana el pasado año, este filme destaca entre tantas producciones del tema migratorio en parte por su trabajo de edición de sonido y fotografía, logrando situar al espectador en el horror vivido por Magdalena en el árido y lúgubre paso fronterizo, un sufrimiento verazmente contado gracias al trabajo de Valadez y su protagonista Mercedes Hernández.
Solo una madre puede imaginar las vicisitudes y el temor de buscar un hijo en semejante panorama, solo para descubrir —posiblemente— que no hay cuerpo que velar ni alivio que calme el dolor por partida doble que siente. Un drama que nos tendrá en constante tensión durante hora y media, sin ningún tipo de señales.
En el caso de Restrepo, a través de simulados conductos nos regala a Pinky, el personaje central que gana toda la atención de la película, mostrando el camino de superación de este hombre, quien busca reiniciar su vida luego de abandonar una secta religiosa, un recorrido que transita por ese mundo marginal y olvidado por los estándares de la sociedad.
Sin embargo, Restrepo no opta por el “camino fácil” de narrar una historia de superación o un documental, sino que se adentra en lo experimental (por su formación como artista de la plástica), para hacer un largometraje poco ortodoxo pero igual de revelador al mostrarnos el mundo interior y social de Pinky.
Los conductos, rodada en 16 milímetros y en un aspecto 4:3, con tecnología analógica, el cineasta colombiano parece dibujar en fotogramas una historia repleta de símbolos de un hombre tan interesante como lo presenta el director desde una mirada íntima y reflexiva, poco convencional dentro del cine, aspectos que también influyeron para merecer el premio a la mejor Ópera Prima en la edición 70 de la Berlinale.
Ficción o no ficción, ese (no) es el problema
Cuatro películas en competencia parten de sucesos reales para narrar historias, donde el documental y el cine de ficción coquetean desde diferentes estilos audiovisuales para atrapar al espectador, a través de historias de vidas.
El agente topo, Ana. Sin título, La fortaleza y Dossier de Ausencias; Chile, Venezuela, Brasil y República Dominicana, en ese orden, trae de la mano Maite Alberdi, Lúcia Murat, Jorge Thielen Armand y el cubano Rolando Díaz, diferentes maneras de abordar sucesos reales en el cine.
La primera producción, candidata al Oscar a Mejor Documental, se trata de las peripecias de un jubilado que contratan para servir de infiltrado en una residencia de ancianos, con el propósito de saber cómo tratan a los allí ingresados, una divertida y tierna historia donde cada persona/personaje logra conectar con el espectador gracias al habilidoso montaje del filme y el carisma del “agente”, el anciano Sergio Chamy, estelar en su doble rol, en un filme que logra mezclar elementos del cine de ficción, para lograr completar ese toque de filmes de espías que necesita, toda vez que Chamy parece olvidar su rol de detective para ser uno más del grupo.
En esa mezcla de estilos entre el cine de ficción y el documental se inserta aun más Ana. Sin título, la propuesta de Marat, que muchos la proponen como película, otros como un documental (caso similar a lo sucedido con El agente topo).
En el filme brasileño, que compite en el apartado de largometrajes de ficción en este festival, una joven actriz brasileña decide hacer un trabajo sobre las cartas intercambiadas entre artistas plásticos latinoamericanos en los años 70 y 80, así vemos a Stela viajar a Cuba, México, Argentina y Chile buscando testimonios de las artistas que vivieron esos años de dictadura en su país natal, donde descubre a Ana, una brasileña que “desapareció” en esos años.
El paralelismo cinematográfico en la obra, a mitad de camino entre lo real y la ficción, permite a la directora adentrarse con certeza en mostrar lo difícil de aquellos años, más para una mujer, una realidad que sufrió la propia Murat, quien sabe como manejar este tema a la perfección, demostrando como aun persisten los horrores de las dictaduras latinoamericanas en el imaginario de quienes lo vivieron.
Con La fortaleza, no podemos hablar de cine documental, aunque sí del eficaz manejo de una historia real, donde padre e hijo en la dupla de actor y director, en ese orden, componen este relato de superación personal que resulta esta película, donde Jorge Thielen dirige a su padre Jorge Roque, quien muestra su experiencia de 12 años en la selva de la Amazonia, en un momento donde busca superar su adicción al alcohol construyendo un complejo turístico con la ayuda de la tribu Pemón, y es aquí donde el realizador acude a ese recurso del cine documental con la presencia de actores no profesionales y amigos de su padre que lo ayudaron en este propósito, haciendo el filme más personal e íntimo.
Con Dossier de Ausencias, podremos disfrutar del regreso del cubano Rolando Díaz a las salas de cine cubanas, con una producción de República Dominicana, que sigue a Elaine Pérez, una periodista que busca a Moraima, quien fue dada en adopción cuando era una bebé y luego devuelta a sus padres biológicos cuando comenzaba su adolescencia.
El personaje de Elaine resulta una proyección del guionista Alfonso Quiñones, quien llevara a cabo esta investigación años atrás, quien acude al recurso de utilizar a los entrevistados para interpretarse a sí mismo, incluso develando su verdadero rol en pantalla, para darle mayor credibilidad y emoción al filme, características que se incluyen en estas cuatro producciones que veremos en el Festival.
Tienen miedo, torero
El amor clandestino sería el punto de conexión entre Las mil y una (Clarisa Navas) y Tengo miedo Torero (Rodrigo Sepúlveda), donde la comunidad LGBTIQ+ es epicentro de las historias de amor e incomprensión que se cuentan en ambos filmes, aunque estos difieren de sus escenarios.
En el caso del filme de Clarisa, se trata de la historia de jóvenes en constante descubrimiento interior, de la búsqueda de una identidad más allá de lo sexual y los géneros en el ambiente hostil que supone su comunidad, tan hostil como los conflictos personales que rodean a un joven que busca descubrir su lugar en el mundo.
De la película de Sepúlveda poco que añadir, basada en la novela del escritor Pedro Lemebel, donde un muchacho del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que va a participar en el atentado a Augusto Pinochet de 1986, se envuelve en una relación sentimental con un gay que lo apoya, más allá del conflicto político que rodea a su novio.
La incomprensión social y el miedo a lo desconocido persisten en el barrio argentino de Las mil viviendas y en el Chile de los años ’80 del pasado siglo, dos contextos tan diferentes como similares para quienes son rechazados por su orientación sexual o por simplemente, no seguir las normas de “lo correcto” en la sociedad.
Historias desde el caos
Dejamos para el final otro bloque de cuatro películas, con historias distintas entre sí, pero con narrativas aparentemente caóticas, como resultado del toque personal de cada director, así como del trabajo de guion y edición del filme principalmente.
Todos los muertos, propuesta que llega desde Brasil a cargo de Marco Dutra y Caetano Gotardo, una propuesta que muestra parte de ese realismo mágico latinoamericano, a través de diferentes relatos (aparentemente desconectados) en diferentes etapas de la historia del gigante sudamericano, donde el conflicto racial y de género son constantes en las historias que se cuentan, al igual que en la sociedad brasileña a lo largo de los años.
Por otra parte las producciones argentinas Isabella (Matías Piñeiro) y El prófugo (Natalia Meta), cuentan los conflictos de dos mujeres del mundo del espectáculo se encuentran atrapadas en diversos conflictos, algunos más personales y caóticos que otros.
La cinta de Piñeiro sigue a Mariel, quien busca interpretar el ansiado rol de Isabella en una comedia, por lo cual ha estado trabajando durante dos años, proceso en el cual tiene que luchar contra la frustración y el posible éxito, un trance interior que el director muestra con un relato nada convencional ni lineal, siguiendo la línea de cine de autor para regalarnos una pieza artística de altos quilates.
Mientras Natalia Meta busca en el prófugo mostrar también si sello particular con una mezcla de géneros en su película, a medio camino entre la comedia, el cine de terror y el drama musical, donde Inés la protagonista comienza a confundir la frontera entre lo real y lo imaginario luego de experimentar una experiencia traumática con su novio, una sensación de aparente locura manejada con maestría por Meta, al punto de ser seleccionada la película para representar a Argentina en la carrera por el Oscar a mejor película internacional el próximo año.
Por último tenemos la laureada y aplaudida Nuevo orden de Michel Franco, una distopía de constante suspenso durante casi hora y media donde una boda de la alta sociedad es interrumpida por un grupo de alborotadores violentos irrumpen en la celebración como parte de un estremecedor y caótico estallido social que mantiene en vilo al público durante todo el filme, merecedor del Gran Premio de Jurado en el Festival de Venecia el pasado año, uno de los imprescindibles de este 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.