De chiquita, Adela Legrá les robaba los kilos a los santos y se escapaba al cine. Le daban golpes por eso. Pero ella no lloraba… hasta que se quedaba sola. Me lo contó en Gibara, donde la primera noche del Festival Internacional de Cine le entregaron un premio: Lucía.
Su público la vio de nuevo, tan viva y tan lúcida, en el documental “Manuela, el rostro rebelde del Cine Cubano”, de Manuel Jorge Pérez. Los aplausos que estremecieron al Cine Jiba cuando le entregaron el Premio y al concluir el documental, hablan mejor de la actriz que cualquier cosa que yo pueda escribir.
¿Cómo recibió el Premio Lucía?
Significa sencillamente que Humberto [Solás] estará siempre a mi lado, que estará siempre en Gibara, su patria pequeña. Es una manera de hacerle saber a todos que Solás estará siempre entre nosotros, aunque se le cambie el nombre al festival o se le hagan los cambios que sean, este va a seguir siendo el Festival que él un día soñó, fundó e hizo crecer para que llegara hasta aquí. Por lo tanto, este premio tiene para mí la mayor significación del mundo, este premio honorífico estará en un lugar especial de mi corazón.
¿Y haberlo recibido junto a Eslinda Núñez?
Ha sido algo muy lindo e inolvidable. Te voy a confesar algo, de todas las actrices con la que yo siempre he tenido una amistad verdadera de corazón se llama Eslinda Núñez. Y para que veas, apenas nos hemos llamado por teléfono y nunca nos hemos visitado, sin embargo, nos queremos como grandes amigas, porque la siento sincera. Ella ha sabido admirarme y respetarme tanto como yo a ella. Por eso haber recibido este premio junto a ella es como poner el cuño a un documento, es como cerrar un ciclo, ha sido algo muy lindo.
Este es un nuevo festival, sin embargo yo lo veo igual, y a Humberto lo podemos ver en cada esquina de esta ciudad…
Yo también lo veo, y todos los que lo quisimos lo vemos, es que él está porque esta es su obra. Los gibareños nunca deberán olvidar que Humberto se propuso sacar a esta ciudad adelante y en gran medida lo está logrando. Gibara es otra después que nació este festival.
¿Cómo era usted antes de conocerlo?
Era sencillamente Adela Legrá. Primero una niña traviesa como son casi todos los niños del campo, sin embargo me encantaba el cine. Después crecí y era una campesina normal como otra cualquiera. Trabajaba en la Federación [de Mujeres Cubanas], y andaba de aquí para allá, lo mismo movilizada en la agricultura que montada arriba de un camión, en fin, era una mujer como otra cualquiera.
¿Y después?
Bueno, como ya casi todo el mundo sabe, Humberto fue a Baracoa buscando una muchacha que le diera el personaje de Manuela. Un personaje de ficción pero inspirado en un hecho real, entonces él andaba buscando a alguien que tuviera el físico y el carácter de la verdadera Manuela, y dio la coincidencia que yo tenía las dos cosas que él buscaba, según él. Yo, como también todo el mundo sabe, soy fresca y atrevida. Cuando él me habla a mí para hacer la película, yo me rompía la cabeza y me preguntaba “¿y cómo él pensará hacer una película?” Pero yo no iba a decir que no, nada de eso mi amor. Yo siempre he dicho que no hay nada útil a la sociedad que haga otra mujer que sea imposible para mí. ¿Por qué? De mujer a mujer no va nada y por eso me metí en todo este lío que mira a dónde ha llegado.
¿Qué alegrías y qué tristezas le ha traído este “lío”?
Chico, muchas de ambas cosas. Muchas alegrías pero no pocas tristezas también. Alegría al sentir el cariño de todo un pueblo que me respeta y me quiere de la misma que yo lo quiero y lo respeto, y tristezas, bueno, para qué hablar de eso, pero a veces he tenido que lidiar con cada cosas… este mundo del arte no es nada fácil, qué me lo digan a mí, pero yo prefiero recordar siempre las cosas lindas.
¿Cómo eran aquellos días de filmación en los 60?
¿Tú sabes lo que nosotros almorzábamos cuando hicimos Manuela, que se filmó en plena lucha contra bandidos, y allá en Guantánamo había unos cuantos? Pan con timba. ¿Y tú sabes que teníamos para tomar? El agua de los arroyos, o si encontrábamos un limoncito o alguna frutica, hacíamos un jugo, y así estábamos hasta que llegábamos al campamento donde estábamos hospedados que era un campamento militar en medio del monte, que yo lo hallaba de maravillas porque estaba acostumbrada a eso. Yo había terminado de hacer una zafra completica, así que para mí aquello no era problema. Lo disfruté mucho para serte sincera.
¿Cómo recuerda a Adolfo Llauradó?
Yo tengo muchos amigos y quiero a mucha gente pero como yo quise, quiero y querré a Adolfo Llauradó y a Humberto Solás, creo que ese amor está a la altura del que siento por mis hijos. Porque esos fueron los que enrumbaron la vida de aquella guajirita prácticamente analfabeta llamada Adela Legrá. Me enseñaron el valor que tiene la lectura, eso se los agradeceré a los dos toda la vida.
¿Qué es lo más grande a lo que se ha tenido que sobreponer Adela y seguir en pie?
A los prejuicios de la gente, de mi familia en primer lugar, y de muchos otros, pero también a la envidia. Yo no he podido trabajar en algunas películas porque al director le han dicho que escoja a otra actriz; al punto de decirle: “O trabajas con Fulana o con Esperanceja o no haces la película”. He tenido que sobreponerme a miserias como esa y seguir andando. Yo soy quien soy porque existe una Revolución y porque existió un Humberto Solás, así que lo demás es efímero. Por esas cosas misteriosas de la vida, Humberto hizo su primera película conmigo y la última, Miel para Oshun también. Ese es un gran premio que me dio la vida.
El cuento suyo en Lucía, el tercero de la película, se filma aquí en Gibara… ¿Cómo recuerda esta ciudad y cómo la ve hoy?
Como debes imaginar, quien me trae por primera vez a Gibara es Humberto. Recuerdo que caminamos mucho rato y llegamos hasta lo que hoy es el Mirador, desde allí se veía toda la ciudad. Y entonces yo le digo “Ven acá mi amor, ¿tú no dices que la película es en el monte, en la agricultura?” Y me dijo “Tú vas a ver que este es el lugar perfecto”.
Al otro día me llevó a las locaciones y era cierto, era el lugar ideal. Se filmó, acabamos, nos fuimos y no recuerdo haber regresado a Gibara más nunca hasta que él me dice que quería hacer un festival de cine aquí. A mí me encantó la idea.
Cuando volví y vi el panorama yo me senté a llorar, porque no era la Gibara que yo había conocido a finales de los años 60. Le dije a Humberto “Esto está destruido”, y recuerdo que él me respondió “Eso fue lo que precisamente me motivó a hacer el festival de cine en Gibara, porque nosotros tenemos una deuda con este pueblo que tanto nos ayudó, nosotros tenemos que hacer que Gibara se levante y sea mucho mejor que aquella ciudad que nosotros conocimos”. Y me parece que lo logró, hoy la veo muy linda y tendrán que seguir poniéndola más hermosa, sobre todo ahora que se va a convertir en una ciudad turística.
¿Qué significan para usted las palabras humildad y sinceridad?
El que no sea humilde y sincero no es una buena persona. Y cuando digo humilde me refiero a ese sentimiento que sale del corazón, que muchas veces la gente confunde humildad con escasez o con precariedad, y nada que ver. Creo que tengo esas dos grandes virtudes y las disfruto mucho.
¿Se siente a gusto con que la reconozcan como una mujer rebelde?
Yo soy rebelde. A mí de chiquita cuando me daban una pela y yo sentía que era injusto nunca lloraba y por eso me pegaban más. No echaba ni una lágrima, después a solas sí lo hacía. Soy, fui y seré rebelde, moriré siendo rebelde, porque cada vez que vea algo mal hecho, o que sienta injusticia, encontrarán mi rebeldía, pero no sin causa. Yo siempre seré una rebelde con causa. Ahora mismo se acaba de presentar un documental de mi vida, y me muestran como una mujer rebelde, esa soy yo. Creo que fue la propia vida la que me hizo así y luego el azar puso a Humberto [Solás] en mi camino y me mostró también como una mujer rebelde, él supo sacarme la rebeldía y que la plasmara en los personajes que interpreté.
¿Qué le falta por hacer como artista?
Me falta por hacer… –que ya dudo mucho que lo pueda hacer porque aunque lo deseo mucho la salud no me acompaña. Me encantaría interpretar a dos grandes mujeres: Celia Sánchez y Frida Kahlo, la pintora mexicana. Pero te digo que a pesar de lo delicado de mi estado de salud yo he seguido haciendo cosas, sobre todo para la juventud que es justamente con los que más me interesa trabajar.
¿Qué me quedaría por lograr…? Chico, me has puesto a pensar. Yo creo que lo he logrado todo. Con mucho esfuerzo pero he logrado todo lo que me he propuesto, más tarde o más temprano pero lo he conseguido. He logrado dos cosas fundamentales: una familia preciosa y el respeto y el cariño de mi pueblo. ¿Qué más le puedo pedir a la vida?
“yo soy quien soy porque existe una Revolución y porque existió un Humberto Solás, así que lo demás es efímero”.
Algún comentario por los enemigos de siempre ? No ? Bien. Gracias.
Adela Legrá es una oriental sobrevalorada