Si alguien lo dudaba, existen pruebas documentales de que Alfredo Guevara se murió convencido de la obsolescencia del ICAIC. Lo dijo, semanas antes de morir, y lo dijo con la autoridad moral que le daba haber fundado esa institución cuyo replanteo exigen hoy, con vehemencia y aunque incomode, mucha gente valiosa del cine cubano…
Por encima ya del bien y el mal, Guevara reveló su posición en una entrevista que filmaron Xavier D’Arthuys y Ariel Felipe Wood el pasado año. La editora Miriam Talavera tomó varios fragmentos y armó un audiovisual proyectado este lunes en la Casa del Festival, donde fue presentado el libro “Homenaje a Alfredo Guevara”.
El texto incluyó la trascripción de dichos fragmentos, que resultan sobrecogedores apenas una semana después de una fuerte discusión en el Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) a propósito de una Ley de Cine largamente añorada. Los defensores de esa legislación la consideran urgente, mientras la oficialidad estima que el país tiene otras prioridades legislativas.
Como sea, Guevara afirma que la revolución tecnológica, y en especial la revolución digital resolvieron de modo maravilloso muchos de los problemas más complejos de la producción fílmica, y obliga a una nueva estructura, a un nuevo diseño del papel del Estado en la dirección del trabajo cinematográfico, entendiendo dirigir no como mandar, sino como ayudar, “contribuir a que el cine sea realizable”.
La contundencia y actualidad de tales criterios casi le robaron el show al lanzamiento mismo del libro, así como el anuncio de que este año el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano estaría dedicado a uno de sus fundadores, el recién fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Antes de hacer pública esta noticia, Ivan Giroud, presidente del Festival, lo comunicó a la viuda del Gabo, Mercedes Barcha, y a sus hijos Rodrigo y Gonzalo. La iniciativa fue recibida con una ovación en la abarrotada Sala Yelin de la Casa del Festival, donde se reunieron viejos amigos y amigos viejos de Guevara para recordar su impronta.
Algunos llegamos con el escepticismo que generan esos personajes de los que todo el mundo habla bien, insoportablemente inmaculados, pero por suerte al libro le interesó más el ser humano que su leyenda, y su lectura deja un retrato sincero y sin edulcorar a partir del testimonio de varias personalidades muy cercanas a Alfredo, como Eusebio Leal, Manolo Pérez Paredes o Ignacio Ramonet.
Sin dudas una interesante edición, fruto de la evocación colectiva hecha una mañana de diciembre último en la sala Glauber Rocha de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, para recordar al hombre de la sempiterna chaqueta sobre los hombros, que aún desde el Más Allá se empeña en provocar, como solo él sabía y podía hacer…