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Eman Xor Oña ha hecho del arte su sello de identidad. Considerado uno de los actores cubanos más destacados, su talento se ha extendido a varias manifestaciones. Es innegable la atracción que genera en el público este intérprete vital, quien ha demostrado su versatilidad en telenovelas como Las huérfanas de la Obra Pía (2000), La cara oculta de la luna (2005) y Bajo el Mismo Sol (2011). En su recorrido también destacan una decena de películas, entre las que sobresalen Malas temporadas (2005), Los dioses rotos (2008), Ciudad en rojo (2009) y AM-PM (2023), entre otras.
Confiesa que ha sido necesario mucho esfuerzo para alcanzar la maestría en el oficio. Reinventarse dentro de esta exigente profesión lo impulsa a buscar nuevos desafíos artísticos en los que explorar su talento actoral.
Sencillo y cercano; esa fue la primera impresión que tuve de él y que confirmé a lo largo de la entrevista. Es imposible no percibir su pasión y respeto por un arte cuyo ejercicio le ha otorgado claridad, determinación y sabiduría.
Hay colegas que dicen que hasta que no pasas por el teatro no eres un actor profesional. ¿Qué opinas?
Es un tema interesante, porque mucha gente lo sostiene. Yo no lo creo, estoy totalmente en contra. Una de las escuelas de actuación más importantes del mundo es el Actors Studio, que se enfoca en el trabajo para cámara. Este tipo de trabajo no tiene nada que ver con el teatro. Hay grandes figuras teatrales que no saben actuar frente a la cámara. Son leyes diferentes.
Sucede que en el teatro repites mucho lo mismo, y eso funciona como un entrenamiento. Algo con lo que no me identifico mucho porque me aburro rápido. No todos los directores ni todos los trabajos admiten hacer una puesta en escena viva.

¿Cómo llegaste a la telenovela Las huérfanas de la Obra Pía, tu debut en la pequeña pantalla?
Me enteré de la telenovela por Aramís Delgado, Susana Pérez y Blanca Rosa Blanco. A través de un casting obtuve el personaje de Isidro, un cimarrón urbano. Tenía la particularidad de que no estaba completamente definido; la escritora Silvia Águila fue desarrollándolo conforme avanzaba la historia.
Te confieso que estaba tenso porque la televisión era un medio desconocido para mí; todo me parecía muy raro y diferente. Fue una experiencia agradable, el trato humano con el personal me impactó mucho. En cuanto a mi personaje, era dramáticamente fuerte, aunque me hubiera gustado que tuviera más acción.
¿Se aprende de los personajes? ¿Te han sido útiles sus aciertos o errores en tu vida personal?
El actor real —y me refiero a la realización actoral— es alguien que debe estudiar el comportamiento humano, social, psicológico y físico. Cuando entras y sales de un personaje, vas adquiriendo enseñanzas sobre la vida y los conflictos a los que cualquier ser humano se enfrenta para poder existir. Esa es una gran enseñanza de mi profesión.
Los actores suelen tomar aspectos de sí mismos para sus interpretaciones. ¿Hay algo de ti en el personaje de Felo, de la telenovela La cara oculta de la luna?
Esa telenovela tuvo una gran aceptación del público; fue un fenómeno masivo. La disfruté mucho y se creó gran empatía entre los tres protagonistas: Monse Duany, Blanca Rosa Blanco y yo. La gente se identificó con los conflictos que se mostraban, y eso fue clave en el éxito de la serie.
No hay manera de que no haya algo de mí en los personajes que interpreto. Es ineludible, porque siempre tienes que partir de algo propio.

Uno de los retos que te planteas es mostrar un registro diferente en cada interpretación. ¿Cómo logras esa conexión con los personajes?
Se hace de manera orgánica, con los años de trabajo y un estudio tanto práctico como teórico. El actor debe estar observando todo el tiempo para mantenerse actualizado y no caer en monotonías. También es importante observar a actores de otros países para ver cómo resuelven distintas situaciones desde el punto de vista profesional.
Esto se debe complementar con un bagaje de conocimientos que alimenta el proceso orgánico de la actuación. Tienes que tener un arsenal de recursos hábiles para poder resolver cualquier situación correctamente, incluso cuando no estás siendo dirigido.
Formaste parte del elenco de la telenovela Bajo el mismo sol. ¿Cómo te afectó esa experiencia?
Ese personaje no me era afín porque no soy padre, así que tuve que recurrir a historias de amigos y a lo que uno va escuchando a lo largo de la vida. Tuve que reinventarme por completo. Hubo muy buena química entre el actor que hizo de mi hijo y yo; su comportamiento me ayudó a adentrarme en lo que imaginé que era tener un hijo.
Una de tus participaciones más recordadas en cine es en Los dioses rotos. ¿Qué parte de ti tuviste que explorar para interpretar a Basilio?
Busqué referencias en mi infancia y adolescencia. Me crié en el barrio Los Quemados, en Marianao, y allí conocí personajes que me sirvieron para concebir a Basilio. Recordé a uno al que llamaban “El Suave”; ese fue uno de mis referentes para su forma de caminar, de pararse, y de esconder sus movimientos, con las manos atrás. Todo eso me alimentó. Viví esa imaginación febril.
¿Cómo valoras el impacto que tuvo el filme en el público?
El impacto se debió a que no se había hecho nada parecido antes y tocaba un tema que gusta mucho. Las historias rodeadas de peligrosidad y adrenalina atraen más a las grandes audiencias que otros temas.

¿Basilio fue el personaje que deseabas interpretar o te conformaste con el que te asignaron?
Me gustó mucho hacer a Basilio, aunque me hubiese encantado que se desarrollara más. Te cuento algo que poca gente sabe: a través de Basilio ocurría una “anagnórisis” —un reconocimiento dramático clásico— cuando saca un pañuelo en una escena con Sandra, personaje de Annia Bu.
Inicialmente me propusieron para el papel de Alberto. El director, Ernesto Daranas, decidió cambiarme el personaje.
Además, hubo un error dramatúrgico, responsabilidad del director. En la película, Sandra le confesaba a Basilio que ella había matado a Rosendo, pero con el cambio, esa confesión terminó dirigida a Laura, a quien habían matado sus dos amores. Eso es irreal, y más en un ambiente marginal y duro como ese. A nadie le cabe en la cabeza que esas dos mujeres fueran amigas. Para mí, es un desastre total al final de la película.
¿Tuviste una experiencia diferente en AM-PM?
En esta película me reencontré después de varios años con mis colegas Blanca Rosa Blanco y Jorge Martínez. Son historias de amor alrededor de la complejidad que existe entre los personajes que ellos y yo interpretamos.
Disfruté mucho el largometraje; fue una experiencia formidable. Me llamó mucho la atención cómo el director Alejandro Gil monta y concibe las escenas. Tiene un punto sentimental del que estoy lejos, pero siento empatía por su mundo creativo.
¿La versatilidad es uno de tus atributos?
No pienso en eso cuando actúo. Me meto en la psicología del personaje, la hago mía o me construyo en ella. La versatilidad que el público percibe surge de eso: partir de la emoción y de la situación psicológica para encarnar personalidades diferentes.
¿Has tenido que hacer concesiones para trabajar como actor?
Soy muy cuidadoso con eso. Nunca he tenido que hacer concesiones para trabajar. Por ejemplo, no haría desnudos, porque el problema grande es que no se remunera lo suficiente.
¿La preparación es el valor principal para garantizar la vigencia?
Esta es una carrera de perseverancia y de entender que urge estudiar constantemente. Cuando hablo de estudiar, me refiero tanto a la práctica como a la teoría, aunque la práctica es fundamental.
La perseverancia es clave, pero también existe la sincronía —para no decir suerte—; hay factores que deben coincidir para que puedas construir una carrera y dejarte ver.

Hay actores muy talentosos sin oportunidades, y otros sin preparación protagonizan historias con espacio en el cine y la televisión. ¿A qué crees que se deba?
Les están dando papeles con peso a personas que ni siquiera han terminado la escuela o acaban de terminarla. Eso no puede pasar en ninguna parte, salvo que sea alguien con un talento manifiesto y trascendental. De lo contrario, no puedes hacerlo; necesitas experiencia. Hay que avanzar poco a poco, con personajes que tengan complejidades crecientes a lo largo de los años.
Formaste parte de la ópera Carmen, en Francia. ¿Qué lecciones atesoras de esa experiencia?
Fue en 2016, y la ópera estuvo protagonizada por Luna Manzanares. El elenco estaba formado por profesionales de varias nacionalidades, incluidos algunos con experiencia en Broadway.
Fue mi primera experiencia en teatro musical como actor dramático. Hicimos 37 funciones a teatro lleno en el Châtelet, escenario donde se celebran los premios César de cine.
Compartiste en la película española Malas temporadas con actores como Javier Cámara y Leonor Watling. ¿Cómo viviste esa oportunidad?
Fue inolvidable, tanto en lo laboral como en lo humano. Mi personaje tiene protagonismo porque a través de él se desarrolla la historia. Disfruté mucho interpretarlo; me atrajo su psicología y empaticé de inmediato. Mi relación con ellos [Watling y Cámara] fue maravillosa; me quedé con ganas de volver a trabajar juntos.
¿Ha influido más en tu carrera el respaldo de colegas o del público?
Este ambiente genera mucha rivalidad. Yo no finjo amistad con nadie ni “mojeo” para que me den trabajo. Por mi personalidad, me relaciono poco con la gente del medio. Los colegas suelen rivalizar; hay quienes me han hecho daño a mis espaldas. También he tenido buenos colegas, pero no he sentido ese respaldo. He tenido que construir mi carrera solo, tanto en teatro como en audiovisual.
Lo que me ha sostenido ha sido el público. Desde mi primera aparición en la telenovela Las huérfanas de la Obra Pía entré por la puerta grande con él. He edificado mi carrera con voluntad, perseverancia e inconformidad.
Da la sensación de que llevas tu carrera con serenidad…
La serenidad es clave para el actor, y es algo que la mayoría de mis colegas a nivel global no entiende. La claridad mental solo llega cuando tienes paz interior. La única forma de tener claridad es estando tranquilo.
¿Hay que afrontar los procesos creativos sin la expectativa del éxito?
Jamás le sugeriría a un actor que entre en ese vacío. No puedes actuar compitiendo con un colega que comparte escena o proyecto contigo. Si te metes en el personaje, no tienes tiempo para competir con nadie. Recomiendo a todos los actores que disfruten y que logren tener el arsenal y entrenamiento suficientes para ser efectivos.
¿La actuación es tu amor incondicional?
No es el único; tengo otras cosas que amo incondicionalmente y que no están relacionadas con esta profesión, como las relaciones románticas. He tenido una vida convulsa en ese aspecto, y ha sido muy importante para mí. Gradualmente he adquirido sabiduría, aunque al principio era muy apasionado.