La cuidad marítima de Gibara, en la oriental provincia de Holguín, se alista para la celebración del dos al seis de agosto del Festival Internacional de Cine de Gibara, cita cultural que alcanza su XVI edición.
El festival surgió tras el rodaje de Miel para Oshún, la primera película digital realizada en la Isla con bajo presupuesto y reducido equipo, estrenada en 2001 según recordó en declaraciones a Prensa Latina uno de sus protagonistas, Jorge Perugorría.
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“Ese reencuentro de Humberto Solás con el poblado que había servido de locación a su obra maestra, Lucía, sumado a la experiencia de crear un filme de ese tipo, lo motivaron a organizar un espacio dedicado a la promoción y apoyo al cine digital y de pocos recursos”, afirmó.
Tras la muerte de Solás en 2008, Perugorría, cuyo trabajo trascendió a partir de su protagónico en Fresa y Chocolate, preside el Festival motivado por los mismos principios que su fundador. “No todo tiene que acontecer en La Habana. Considero importante la existencia de un espacio así en el oriente del país. Me gustaría masificarlo, pero con la participación de los universitarios camagüeyanos, holguineros y santiagueros. Que la gente de la región tenga una opción cultural de esa calidad”, indicó.
El encuentro exhibe actualmente un carácter más inclusivo, con la participación de obras de África y de la filmografía asiática y europea, y, en esta ocasión, promete asimismo una variada agenda internacional.
“En la época de su constitución (2003) existía una marcada diferencia entre el cine digital y el de 35 mm, pero ahora, prácticamente todas las producciones se realizan con el primero de los formatos. Promovemos la obra de autor, comprometida, inteligente y que incite a pensar”, reconoció Perugorría.
También considera que la evolución de la ciudad, hasta su declaración en 2017 como destino turístico, guarda especial relación con el curso y desarrollo de la cita audiovisual, hecho al cual suma la incidencia de las nuevas generaciones, cada vez más inclinadas y sensibilizadas con ese arte.
“En sus inicios, los participantes y la mayoría del equipo debíamos permanecer en Holguín porque en el lugar no existían hoteles, y gracias al impacto del evento, la generosidad de los gibareños, su apropiación y cariño, empezaron a surgir las primeras paladares y hostales”, argumentó.
Usualmente, intervienen también artistas plásticos y muralistas que donan obras para el Museo de Gibara, representantes de las artes escénicas y fotógrafos, en “una semana entrañable donde la cultura toma la urbe y sus habitantes son los protagonistas”.
El también documentalista expresó que el certamen premia las mejores películas, no aquellas comerciales o elitistas, y busca producciones que hablen de lo cotidiano con profundidad y complejidad, “en la medida en la cual somos más visibles, nos permite seleccionar películas con más calidad”.
¿Qué desafíos supone dirigir, encauzar y devolver la magia con la cuál fue concebido?
“Es una gran responsabilidad porque Humberto hizo algo bien bonito. Revivirlo es honrar su memoria y representar a quienes se entusiasman, aman y defienden el espacio. El propósito es lograr un público cada vez más sensible, inteligente y cinéfilo en Gibara”.
¿Pensaron alguna vez trasladar la sede a otra ciudad con más infraestructura?
“No. Yo siempre digo que la última película de Humberto fue dirigirme a mí en el impulso del Festival. El evento fue su sueño y es también el de los gibareños, quienes lo consideran la fiesta más significativa del año. La alfombra más bonita que yo he visto en el mundo es la de Gibara”.
De acuerdo con el actor de la isla, el Festival es un desfile de pueblo, artistas e invitados, cuya magia y esencia está en ese sitio y en su gente, y aspira a la presencia constante del cine con la máxima de “ser un soñador para construir la historia contemporánea de esa localidad”.