El saco sobre los hombros identificó hasta el último de sus días a Alfredo Guevara, quien alimentó con humor el misterio alrededor de aquella especie de marca registrada, de marcado simbolismo. Las hipótesis abundaron, pero Alfredo nunca se molestó en corroborar ninguna. Si sus allegados sabían por qué lo usaba así, se guardaron muy bien de revelarlo… hasta ahora…
Julio César Guanche, el “culpable” hace 14 años de mis primeros artículos en Alma Mater, acaba de escribir un profuso artículo en la revista Temas sobre las causas de tan emblemático gesto, que parecería una coquetería, un sello distintivo y original, pero al parecer era una declaración de principio, una advertencia de libertad.
En su blog Segunda Cita, el trovador Silvio Rodríguez asegura que Alfredo usaba la chaqueta así para protegerse los pulmones, o tal vez esa espalda que quedó maltrecha a culatazos en la última y peor detención que sufrió durante la dictadura de Batista: hasta la Estación de Zapata fueron a salvarlo damas de la aristocracia habanera, nada menos que a él, un joven revolucionario con ideas anarcosindicalistas…
Amaury Pérez fue más allá, y en una entrevista televisada le preguntó directamente: “¿Por qué siempre llevas el saco así?”. Y el viejo intelectual, consciente de que no era precisamente un espacio para ponerse demasiado profundo, le contestó entre risas: “Cualquiera sabe”.
Pero Guanche, colaborador cercano de Guevara en los últimos años y autor del revelador libro La imaginación contra la norma, acaba de argumentar la causa del eterno saco sobre los hombros con dos razones contundentes: Alfredo detestaba la guayabera y aborrecía la ritualidad.
“Solo me falta salir con par de maracas”, cuenta que protestaba el intelectual cuando el protocolo le obligaba a vestir la prenda nacional cubana. Como variante le quedaba el traje, pero ello implicaría una formalidad que no iba mucho con su personalidad rebelde y de vanguardia. Por eso tal vez se lo dejaba apenas sobre los hombros: parecía que estaba puesto, pero tampoco terminaba de estarlo, explica Guanche.
Para el investigador, antiguo director de la revista universitaria Alma Mater, el gesto es solo un síntoma, explicado acaso como una risueña metáfora de la libertad. “Es posible ser revolucionario y odiar las guayaberas, como es preciso para ser revolucionario rehusar las ritualidades que vacían la política y empobrecen la vida”, señala el enjundioso réquiem.
Guanche destaca que por esa libertad, Guevara encaró prisión y torturas, pero “también comprendió que corría riesgos para tener más libertad, no para paralizarse ante ellos”. Y de hecho, Alfredo Guevara tenía chaqueta, pero no tenía miedo.
Muy buen artículo como nos tiene acostumbrados Charly…
Vaya mierda de artículo.