Tomás Piard es el cineasta cubano que más títulos ostenta en su cinematografía. Desde que irrumpiera en el panorama audiovisual cubano en la década del setenta no ha dejado de sorprender con sus imaginativos y diversos filmes, incluso de corte fantástico y catastrofista.
Es uno de los más constantes, perseverantes y prolíferos de nuestros realizadores y dejando atrás Los desastres de la guerra (2012) y la adaptación teatral Si vas a comer, espera por Virgilio (2013) vuelve a ser noticia gracias a su nuevo filme que llegará a la sala oscura el próximo marzo. Se trata de La ciudad un drama muy humano y espiritual sobre circunstancias y conflictos actuales, según declara a OnCuba, con el que experimenta una significativa transición temática, genérica y conceptual en su trayectoria.
La emigración, la espiritualidad, la nostalgia, la fe, la amistad, el amor y la desilusión son algunos de los tópicos que aborda el filme que por estos días ultima sus detalles de doblaje y de banda sonora.
Se trata de un largometraje cuyo guion posee una estructura un tanto circular. Se compone por tres historias, diversas entre sí, cuyo hilo conductor es precisamente el actual tema del éxodo, la emigración y el dilema de irse, quedarse y regresar. Este fenómeno es abordado mediante la vida de personajes contemporáneos, de diversas generaciones y sexos que se ven expuestos al dolor que siempre causan las separaciones. Son personas que se van, por asuntos religiosos, por amor o por aspiraciones profesionales. Los personajes de los distintos cuentos no tienen nada que ver entre sí, solo se cruzan una vez.
Producida por RTV Comercial, con la colaboración del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la cinta cuenta con las actuaciones en el primer cuento de Luisa María Jiménez, Dania Splinter y Herminia Sánchez. Le siguen en los otros cuentos Patricio Wood, Omar Alí y Héctor Hechemendía y los jóvenes Martha Salema, Carlos Solar y Aidana Febles. El guion es del propio Piard, con quien conversamos sobre esta reciente producción.
¿Alguna vivencia personal específica sobre la emigración le inspiró a realizar este filme?
Esta película se inspira en mi memoria y en la cantidad de familiares, amigos y conocidos que se me han ido del país. Se basa en mi historia y en las de personas que, aunque no conozco directamente, sus tristes historias me han sensibilizado.
¿Por qué eligió el título La ciudad para discursar sobre este tema en un largometraje?
La ciudad es el resumen de nuestra Isla que en estos momentos se encuentra en proceso de transformación. La película se desarrolla hoy día, es muy actual y versa también sobre el proceso de restauración del espíritu del cubano. El cubano se ha deteriorado humanamente, aunque duela decirlo, siento que se ha denigrado psicológicamente y en muchos aspectos más, porque la parte material ha influido muy negativamente en los seres humanos, en sus valores y en su espiritualidad.
La emigración ha sido un fenómeno que nos ha tocado a muchos cubanos y ha sido abordado en nuestros medios en reiteradas ocasiones. ¿Qué aristas novedosas propone con esta cinta?
Hablo del problema religioso. De lo duro que resultó para los católicos vivir en Cuba hace unos años. Creer en la Virgen del Cobre era un delito, ese fue el motivo de que expulsaran a una muchacha de la universidad y ahora se le realizan peregrinaciones a la virgen y la pasean por todo el país como la patrona de Cuba que siempre ha sido. La primera historia es de mujeres, toco problemas muy íntimos como este referente a la fe y a lo que se renunciaba por defender las creencias religiosas en aquellos momentos. Durante años en que tú no viviste los que somos mucho mayores vivimos cosas que hoy día no suceden. Nos tuvimos que enfrentar a muchos hechos terribles que hoy parece que quisieran borrar de un palmazo. En la secundaria, en el preuniversitario y en la universidad el que pensaba diferente era discriminado, el que tenía otra ideología y creencias religiosas eras expulsado de la enseñanza y al final no te quedaba más alternativa que abandonar el país. No hay una sola familia cubana que esté completa, a todas les falta un integrante que emigró, todas están desgraciadamente fracturadas. Por ponerte mi ejemplo, hace muy poco me reencontré con unas primas mías muy queridas que emigraron en mi infancia y nunca más supe de ella. Tenían veintitantos cuando se fueron y ahora puedo comunicarme nuevamente con ella que ya tiene ochenta años. El diálogo entre nosotros no puede ser normal porque pesan todos esos años de ausencia y de silencio. El filme trata sobre eso. También trata sobre la idea de irse de Cuba que acompaña a las nuevas generaciones. Muchos jóvenes están pensando de qué forma emigrar, se gradúan y se van. Lo he vivido siendo profesor en la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA). Otra arista interesante que expone la película es la imposibilidad de amar debido a la distancia, a los amores que no tienen futuro y que se truncan debido a la emigración.
El capitolio en restauración es una de las locaciones recurrentes del largometraje. ¿Funciona este como metáfora al estado de la identidad y de la sociedad cubana contemporánea?
La visualidad actual del capitolio está dada también por una característica que está marcando profundamente este momento histórico que es la desidia, que a nadie le importa a nada. Gran parte de los conflictos del filme están representados en El capitolio que es el símbolo del país y de la República, como está ahora en proceso de restauración, representa a la Cuba de hoy que se restaura poco a poco. Los personajes no se relacionan con El capitolio, este sitio funciona como un personaje más y como una suerte de paralelismo. La semiótica, el significado de los lugares, es muy importante para mí. Algunos sitios de la ciudad hablan de nosotros, de cómo somos y de lo que queremos ser.
Este filme supone una ruptura con su obra anterior. ¿Qué quiso transmitir como creador esta vez?
Temía haber cambiado o desviado mi sello debido a lo diverso del tema en mi manera de filmar, pero mis compañeros de staff que han estado conmigo en mis anteriores filmes y conocen mi obra me dijeron: “Tomás, sigues siendo tú lo que con otro tema, tu estilo y esencia se mantienen.” Desde 1993, año en que se estrenó Fresa y Chocolate, se ha ido imponiendo la estética de la miseria, lo que prevalece en casi todas nuestras películas. En este filme si iba a hablar de la ciudad no quería referirme a sus miserias, sino a todo lo contrario. Quise mostrar la ciudad bella que también existe, entonces ¿por qué no transitar también por ella en vez del trillado sendero de las fachadas derruidas? Si estoy hablando de la restauración de la ciudad ¿por qué no andar por los edificios y sitios bien conservados? Esta ciudad que muestro es la alternativa a la más conocida en los audiovisuales contemporáneos. Esta Habana existe y es una de las siete ciudades maravillas del mundo contemporáneo. Hay muchos exteriores en este material que enaltecen la belleza citadina. Aparecen también el Prado, el Parque Central con toda su belleza circundante, el Malecón, esa línea que une a la ciudad vieja con la nueva y funciona como balcón de la ciudad a donde vamos todos. El filme es un homenaje a la capital de todos los cubanos desde una visión intimista. Los interiores tampoco son miserables, esta todo limpio y son hogares de personas que tienen un determinado nivel, tanto económico como intelectual, pero que han sufrido mucho. Mi intención fue alejarme de la vulgaridad y de lo feo escapando un tanto de la misma miseria de siempre.