Todos los Arteche que podemos encontrarnos en Cuba, asegura Camila, están emparentados de una forma u otra. Después de una búsqueda ligera, aparecerá siempre un vínculo genealógico. Cuando menos, un parentesco lejano, como el que parece guardar con la guionista Mayté Vila Arteche. Arteche es apellido vasco, propio de una familia numerosa cuya línea profesional se vincula a la ingeniería o al magisterio, y no al arte, salvo por una propensión común a armar un guateque por cualquier motivo que surja.
De modo que todo Arteche puede ser festivo y, a la vez, medio histrión.
Camila no cree en el azar como en las influencias familiares. Desde los primeros años de su infancia, sus padres la llevaron a teatros, al circo y a conciertos. A la edad de ocho, en el Trianón, queda encandilada con la puesta de Las Brujas de Salem, lo que aviva su admiración por las tablas. Pero no hay un origen puntual de su decisión sobre convertirse en actriz.
Su padre la disfrazaba de lo que a ella se le ocurriera, ya fuera de hawaiana o de la cantante Selena, a quien, además, Camila imitaba colmada por el placer de replicar a un ídolo de su infancia. Viendo los despliegues de su hija, el padre resolvió inscribirla en clases de actuación con Leonilo Guerra, primero en el Museo Napoleónico y luego en la Casa Balear, que por los años 90 significaba pedalear sobre una bicicleta desde el municipio Playa con la niña en la parrilla.
Camila participa en el programa Cuenta con nosotros de la radioemisoria COCO y en Buenos Días personita, de Radio Ciudad de La Habana, que se grababa en vivo los domingos a las 8 de la mañana. Como le costaba mucho quedarse tranquila y agotar sus energías, la madre también la matriculó en cursos de danza.
– Me tenían bastante ocupadita.
Para la televisión, fue parte del infantil Dando Vueltas, donde se probó actuando con títeres de guante que contaban la fábula del león y el ratón de Esopo, y en una adaptación de El flautista de Hamelín. Recitó poemas en Mediodía en TV por el Día de las madres y del educador. Todo lo tiene archivado en videos.
“Si no me aprueban en la ENA [Escuela Nacional de Arte], espero un año en la calle hasta repetir los exámenes, porque no tengo la menor idea de qué más hacer en mi vida”, eso le dijo a la madre. Pero no tuvo que hacerlo.
Cumplió las pruebas de ritmo y coordinación, de acrobacias, de canto, de baile y las de actuación, abundantes en ejercicios. A la primera ronda, las venció. Fueron tres días de evaluaciones y tres de taller nacional, al que comparecen los seleccionados de toda Cuba, se juntan y vuelven a examinarse por el dictamen final.
Ya siendo estudiante de la ENA, interpreta un pequeño rol en un capítulo de Tras la Huella dirigido por Rolando Chiong, y un teleplay con Marta Recio. Se gradúa trabajando con el grupo de teatro El Público, de Carlos Díaz, y la obra polaca El otro cuarto, que se ensaya a la vez que el casting de la telenovela Aquí estamos. Camila se presenta a la selección. Nada más verla, le dijeron que tenía que interpretar a la hija del personaje de Alina Rodríguez, por su semejanza física.
Ese papel de Cecilia es un salto a la palestra. Aumentan las ofertas de trabajo que ella acepta con gusto. Integra el reparto de la telenovela Playa Leonora. Tamara Morales, la directora de casting de la película venezolana biográfica Bolívar, el hombre de las dificultades, la llama en 2011 para que interprete a la haitiana Madame Jeanne Bourvil.
El guion tiene líneas en francés y lo que diga en español tendrá hacerlo con acento galicado. Sin saber el idioma, Camila memorizó y repasó los textos a contrarreloj por los límites de la producción, viendo películas y obras de teatros francófonas. Una traductora, con la que incluso compartió la habitación los dos meses que vivió en Trinidad por el rodaje, la asistía en lo que era su primera actuación de cine.
Igualmente fue escogida para la ópera prima del estadounidense Ben Chace, Sin alas, inspirada en la poesía de Lezama Lima, pero es su papel en El acompañante de Pavel Giroud, uno de sus recuerdos más gratos, a pesar de que el intercambio con pacientes de VIH le haya resultado una prueba de fortaleza espiritual.
Ahora, con 27 años, aparentando una edad mayor al punto que una amiga le sugirió un casting que buscaba un personaje de 35, ha depositado su confianza en el futuro éxito de Sergio y Serguei, un filme de Ernesto Daranas donde actúa después de aprender algo de esculpir y dibujar, y que se estrenó en la edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de 2017.
Todo lo ha hecho sin apartarse ni un momento del teatro. No importa el medio que sea, se inclina por la buena energía de los proyectos que dé efectos positivos al trabajo. Lo sintió por el ciclo que estuvo presentándose junto al grupo de Carlos Díaz, antes de pasar a integrar el de Jazz Vilá Project, con el que se encuentra montando la obra Farándula que se estrenará en marzo.
Como presentadora tiene un recorrido amplio, pero no frente a las cámaras. Había conducido una gala que, en 2010, se celebrara en el centro Macumba, que no tenía quien hiciera esas funciones; de ahí que la invitaran a quedarse con ellos. Fue sumando experiencia con Havana Show y otro lustro en Tropicana, que se inició cuando tenía 22 años.
“Es una escuela de la vida. Nadie imagina lo arduo que es el mundo del cabaret y cuánto se aprende”, dice.
En Tropicana trabajó para artistas como Beyoncé o Katy Perry. Terminaba el turno a la una de la madrugada y a las 6 tenía que estar en Guanabo para la filmación de Playa Leonora, a la vez que desempeñaba sus roles en El acompañante y Bailando con Margot de Arturo Santana. Presentó espectáculos con el equipo de PMM y en el Habana Café del hotel Cohíba. Completados unos diez años de formarse un currículum en centros nocturnos, y de la extenuación que significaba, claudicó.
Manuel Ortega, director de Bailando en Cuba, le brinda la posibilidad de tener una actividad semejante, aunque bajo reglas distintas. Esto era presentar en televisión y nunca antes lo había hecho. Dividía la atención y el estrés entre el equipo de producción, el público y los imprevistos.
Ciertamente, estaba, en la misma medida, agotada y nerviosa. Dice que es una de las funciones más borrascosas a las que se ha enfrentado, pero lo disfrutó tanto que tiene ansias de que arranque la segunda temporada en enero. No por las incomodidades y tensiones, dejó de sentirse compensada. Era un plató ajustado a su fogueo, donde se combinaban su fascinación por la danza y su experiencia en cabarets.
“Mi trabajo no es trabajo en el sentido de la servidumbre, no sé explicarlo, no siento que es un peso”.
A pesar de que Bailando… es su presencia más reciente en televisión, a quien más reconocen en las calles es a la Cecilia de Aquí estamos, una novela que –dice Camila– ganó simpatías en parte por la realidad social que trasmitía. Respecto del cine que se hace no solo en Cuba sino internacionalmente, entiende que le faltan más historias femeninas que contar, y que hay menos interés por narrar mujeres interesantes como protagonistas que hombres.
No es Camila Arteche una belleza despampanante a lo Sophia Loren, pero gracias a la beldad criolla que ostenta sobre su piel tostada y que es la base de muchos exotismos sensuales, la han molestado los acosadores. Muchas veces es culpa de la aplicación creada como guía de Etecsa, que contiene los datos personales de todo aquel o aquella que sea propietario o propietaria de una línea telefónica. Es sabida la dualidad de los piropos, las invitaciones y los intentos de seducción. O gustan o no. Mensajes de texto con vuelo poético de cisne o retórica libidinosa y reptadora de onanista. Una buena cantidad de estos SMS lamentablemente llega a la madre de Camila, que es quien suele tener el teléfono de su hija y que no es una Arteche.
VERDADERAMENTE BELLA.Solo esa palabra la define en todo.
Una excelente actriz y sobre todo muy hermosa, quisiera tener mi casa llena de poster de ella.
Joven actríz, muy talentosa. Lástima que la veamos tan poco en Cuba.