Después del éxito de su protagónico en Fresa y Chocolate, Jorge Perugorría se convirtió en el actor más popular del cine cubano. Su vida, sin dudas, podría dar materia para una película. Actor, artista plástico, director y a ratos guionista, Pichy ha resumido en brevísimos capítulos para los lectores de OnCuba, una parte de su historia de vida combinándola con algunos criterios suyos acerca de lo que hace.
I
Fresa y Chocolate fue la primera película cubana que estuvo en la gala de premiaciones de los Oscar. Imagínense cómo fue para mí participar en uno de los espectáculos más lujosos del mundo, vestido con smoking y caminando por la alfombra roja rodeado de grandes directores y de reconocidísimos actores y actrices norteamericanos, cuando apenas comenzaba mi carrera en el cine.
Nací en el Wajay, un barrio periférico de La Habana, no vengo de una familia de artistas y hasta ese momento trabajaba la actuación a duras penas porque habían nacido mis dos primeros hijos y era muy difícil subsistir solamente con el salario de un actor. Pero una película con la trascendencia de Fresa y Chocolate puede cambiarte la vida completamente. A partir de entonces se me abrieron las puertas de otras cinematografías. De allá para acá ha llovido mucho. He trabajado en casi 50 películas desde entonces.
II
Por supuesto que es difícil convertirse en una figura de éxito porque la gente comienza a verte como algo que no eres en realidad. Y es que el éxito no está ajeno a las complejidades de la vida. En mi caso, el cine me ha dado la oportunidad de realizarme, de encontrar una profesión que disfruto y amo profundamente. Y de comprender que el éxito no tiene significado alguno si se queda en la mera frivolidad de lo que este representa para los demás.
III
¿Mi historia? He tenido una vida intensa porque así la he querido, así la soñé y trabajo con mucha pasión para siempre vivirla de ese modo. Cuando era adolescente estudié dibujo en la casa de cultura de mi barrio. Aunque me gustaba mucho pintar, dejé aquel curso muy rápido porque las clases me parecían tediosas. Unos años después, cuando era alumno del tecnológico, me interesé por la actuación y comencé a asistir a los estrenos de teatro en La Habana. Entré a un grupo de aficionados de mi escuela y al poco tiempo pasé a trabajar con Humberto Rodríguez, uno de los grandes formadores de actores en nuestro país.
Tenía muchos deseos en aquel entonces de convertirme en un actor profesional y entonces entré a Teatro Caribeño, un grupo que dirigía el maestro Eugenio Hernández Espinosa. A principios de la década de 1990 conocí a Carlos Díaz. Me invitó a que trabajara con él en la trilogía de teatro norteamericano que estrenó justo antes de fundar su grupo de Teatro El Público. Recuerdo que la crítica clasificó aquellas puestas como el boom del teatro en los 90, porque las salas comenzaron a llenarse después de que el teatro parecía haber dejado de interesar en la Isla.
En ese tiempo me sentía muy a gusto porque el trabajo con Carlos resulta muy creativo. Su método de comunicarse con los actores fue para mí una escuela. Carlos es un gran artista y quizás por eso uno se siente tan a gusto a su lado, porque él no solo te enseña a actuar. Carlos te enseña a vivir el arte.
En ese tiempo trabajé también con Tomás Piard en un mediometraje que se llamaba Bocetos, con los estudios fílmicos de la Televisión Cubana. Después hice una novela con el Chino Chong que se llamaba Retablo personal. Pero lo más importante en mi formación fue, sin duda alguna, mi etapa en el teatro.
A Tomás Gutiérrez Alea llego justamente por Carlos Díaz que me contó lo del casting que estaban haciendo para la película Fresa y Chocolate. Me presenté y me eligieron para el personaje de Diego, lo demás ya lo conocen. Y sí, claro que Titón es para mí una fuente de inspiración.
IV
Decidí hace varios años aventurarme a dirigir porque soy un hombre al que le gusta probarse constantemente, generar ideas, concretar sueños, proyectos. Comencé haciendo documentales relacionados con la música y supe que la dirección me apasiona porque puedo mezclarlo todo.
Vladimir Cruz me invitó a que dirigiéramos juntos Afinidades. Después hice Amor crónico, un largometraje justo en medio de los límites entre la ficción y el documental. La protagonista es Cucu Diamante y la cinta es un roadmovie en el que documentamos los conciertos que dio la cantante en su gira por Cuba.
Ahora terminé de rodar Se vende y estoy seguro ya de que finalmente me quiero dedicar a la dirección. Es una historia sobre la vida utilizando la muerte como pretexto. Es un homenaje a Tomás Gutiérrez Alea y a Juan Carlos Tabío. En la cinta, trabajo también como actor, cosa que creo que no volveré a repetir, porque eso de dirigir y actuar a la misma vez es demasiado fuerte. La protagonista es una actriz joven que hace su debut en el cine con este filme, la acompaña un elenco de primer nivel en Cuba con los que me hacía mucha ilusión trabajar, actores que de alguna manera son parte del juego mismo de la historia que se cuenta.
V
Para mí lo esencial es comprender que el actor es fundamental para el tipo de cine que intentamos hacer. Pienso que de la calidad de la actuación depende la credibilidad de nuestras historias, porque en Latinoamérica no hacemos un cine de grandes recursos, no contamos casi nunca con la posibilidad de lograr buenos efectos especiales, de modo que el actor cobra un protagonismo mayor en nuestra cinematografía. Me interesa mucho el trabajo de mesa antes del rodaje; funciona como un laboratorio en el cual afloran todas las dudas, matices y aristas de un personaje.
VI
Hace varios años retomé la pintura. Después de que hiciera el personaje de Goya en la película de Bigas Luna (Volaverunt, 1999). Me entusiasmé mucho y desde entonces he realizado varias exposiciones individuales y colectivas. En la pintura casi siempre busco un tema y lo desarrollo. Pero lo asumo como si fuera una película, por eso cada exposición mía es completamente diferente a la anterior. Me gusta encontrar una idea o un motivo y desarrollarlo. Como mismo encuentras un tema y elaboras después el guión. Sería interesante incursionar en el mundo del performance y el videoarte, y de hecho me lo estoy planteando, pero para más adelante, porque tengo mucho trabajo por estos días.
VII
Soy un habanero de corazón. Amo a La Habana y la vivo intensamente desde que era un muchacho. Esta ciudad está repleta de lugares, de espacios culturales que a uno lo atrapan. Esos espacios los encontraba antes de estrenar Fresa y Chocolate, y los encuentro aún, porque los busco con la misma intensidad con que los vivo.
Este amor por la ciudad, por mi esposa y mis cuatro hijos, por Industriales —que siempre será mi equipo favorito—, por la vida de los habaneros, por ese swing, ese desenfado y esa naturalidad que nos caracteriza, constituyen la razón por la que elegí vivir para siempre en esta ciudad. Ahora me percato de que me has preguntado por Cuba y he respondido hablándote de La Habana; pero es que para mí estamos hablando de lo mismo. No porque Cuba sea La Habana, sino porque ese encanto que me enamora de esta ciudad lo he vivido también cuando recorro el resto de la Isla.
Siempre será admirado por todos. Sus trabajos los seguimos sienpre, estemos donde estemos los cubanos. Mis respetos hacia él.
Será admirado por todos siempre. Sus trabajos los seguimos, estemos donde estemos los cubanos. Mis respetos hacia él.
Muy bonita historia de superasion felicidades y muchos exito fresa y chocolate quedo grabada para siempre en las mentes de muchos cubanos y vivira en nuestros corazones gracias por darnos tanto arte….
No estas equivocado; en realidad Cuba es La Habana
Una linda historia de un precioso hombre,bendiciones
HE SONADO MUCHAS VECES Y LO SIGO HACIENDO VIVIR EN UN PAIS COMO CUBA. Y VISITARLA Y CONOCERLA, HABLAR CON ELLOS. VIVIRLOS. PERO SOLO SUENO. NO PUEDO OTRA COSA. TODAVIA ESTA VEDADO ESTOS SUENOS EN MI PAIS PARA UNA JUBILADA QUE SOLO VIVE DE SU SALARIO, SALUD CUBA!!!