Para Miguel Littín filmar, es una acto de pura pasión. El cine ha sido para él durante varias décadas ese indispensable instrumento para hablarle de lo injusto a la gente y comunicar lo que no debe callarse.
Fundador y defensor del Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano es uno de los cineastas más comprometidos con la realidad de latinoamericana y sus conflictos políticos. Han sido múltiples los reconocimientos que le han sido otorgados durante su vasta trayectoria. El Festival de La Habana le otorgó un Coral de Honor y la Universidad de las Artes de Cuba le confirió el título Doctor Honoris Causa el pasado 11 de diciembre.
Durante esta 37 edición, Littín trajo a La Habana su más reciente filme Allende en su laberinto, esta vez fuera de concurso, pues afirma no querer competir más en ningún certamen “porque los premios desvirtúan la verdadera razón del cine, que es la fiesta de mirar películas diversas.”
La cinta narra las últimas horas en la vida del presidente chileno Salvador Allende, quien se suicidó el 11 de septiembre de 1973 para evitar ser capturado por los organizadores de un golpe de militar que sumió al país en una dictadura durante 16 años. El director dos veces nominado al Oscar entre otros importantes reconocimientos afirma que seguirá “luchando mediante el cine hasta el último suspiro que tenga en la vida.”
¿Cuál fue el Allende que le interesó mostrar en este filme?
Mi objetivo fue contar la historia de un ser humano, el Allende que conocí por lo que apelé a mis múltiples recuerdos. Los hechos que están en mi película podrán cuestionarse pero no se pueden negar. Los primeros planos me gustan mucho porque brindan la posibilidad de adentrarse en el sentimiento de los seres humanos y provocar en el espectador la necesidad de saber qué están pensando o qué están sintiendo los personajes. Mi escenografía eran los rostros de los personajes, porque tuve que filmar en Caracas, entonces fue una forma de contar la historia un poco más personal, con cierto lirismo y de abstracción. Trabajé con actores no profesionales en varias escenas porque lo primordial era la veracidad de los sentimientos. Allende sí sabía por qué moría, no era inocente, era culpable de querer que seamos más libres.
¿Cómo siente y vive el cine latinoamericano?
Como un cine que trata de reflejar nuestra realidad y nuestra diversidad.
¿Cuáles considera que sean sus principales asideros y barrancos?
Lo malo son siempre los problemas de distribución y en buena medida los de producción y lo bueno que sobrevive a pesar de las dificultades.
¿Qué intenta comunicar con su obra?
Lo que sean capaces de comunicar las películas, ellas hablan por sí solas, o dicen o fracasan. Pero como sabes estoy muy comprometido con mi continente y mi obra es un reflejo de ello. Y como siempre digo, al cine no hay que pensarlo, al cine hay que sentirlo.
¿Cómo recibe este reconocimiento?
Es un gran honor y satisfacción sentirme reconocido por la cultura y la educación de este pueblo tan cercano al que tanto admiro. Estoy muy agradecido y emocionado. Gracias una vez más. Me llena de orgullo, en realidad, porque ser homenajeado en el marco de este Festival que amamos tanto y que tiene tanto significado y tanta importancia para la cultura cinematográfica de América Latina y del mundo es una gran distinción.
¿Y ya a Littin se le bajaron los humos y la agresividad? Recuerdo una carta que circuló en la red firmada por intelectuales cubanos en respulsa al galletazo que le dio littin al crítico Joel del Río, por opinar en su contra durante la presentaciòn de un libro del cubano. No me censures editor.