Si tuvieran que escoger un concurso para estudiantes de ballet entre las decenas que se realizan todos los años en el mundo, la gran mayoría de los interesados no lo dudaría ni un instante: el Prix de Lausanne, en Suiza, es la gran oportunidad. Y el gran reto, porque ahí no bastan los deseos: la selección es rigurosa.
Muchas de las que ahora son grandes estrellas de la danza iniciaron su carrera internacional después de obtener algún premio en ese certamen. Para no ir lejos, Carlos Acosta.
El gran bailarín cubano ganó la medalla de oro en 1990; y el reconocimiento le abrió muchas puertas.
El entonces joven estudiante, que maravilló al jurado y al público con la fuerza y el arte de su interpretación, unos años después ya era unánimemente considerado como uno de los mejores bailarines del mundo.
No pocos críticos y maestros creen que su estrella comenzó a brillar en Lausana.
Más de treinta años después, tres estudiantes de la academia que Carlos Acosta fundó en La Habana, perteneciente a su compañía Acosta Danza, participarán en la próxima edición de la cita, que comienza el 28 de enero en la ciudad suiza.
María del Carmen Pantoja Monier fue seleccionada para integrar el proyecto coreográfico de las escuelas asociadas al Prix, un taller que no forma parte de la competencia, pero es un espacio en el que coinciden disímiles estilos y concepciones pedagógicas; una especie de muestrario de las tendencias actuales de la enseñanza de la danza clásica en el mundo.
Alejandro Figueredo Moreno y Ernesto Brallant Muñoz Martín sí competirán: representan a su academia en el Young Creation Award, un certamen que estimula a los jóvenes coreógrafos.
Alejandro Figueredo es el creador de Somnium, un solo que interpretará Brallant.
Para los tres, estudiantes de segundo año de la Academia, estar en Lausana será la concreción de un sueño.
“Si me lo hubieran dicho hace unos meses, no lo habría creído”, dice Alejandro.
Un premio al esfuerzo
Es la tercera vez que alumnos de la Academia de Acosta Danza han sido escogidos para participar en el encuentro.
La profesora Aymara Vasallo, directiva de la escuela, está convencida de que la posibilidad de regresar a Lausana no es un regalo: es el reconocimiento al talento y al esfuerzo de los estudiantes.
Y sosteniéndolo todo, el trabajo de la institución docente.
“Ya estar allí es un gran premio —afirma—; el Prix de Lausanne tiene un prestigio inmenso, ser seleccionado entre tantísimos aspirantes habla mucho de la calidad de nuestros alumnos. Y para ellos será una oportunidad extraordinaria”.
Vasallo fue primera solista del Ballet Nacional de Cuba —muchos recuerdan la exquisitez de su estilo sobre el escenario— y ahora su realización está en la enseñanza.
“Me emociono a la par de ellos, vivo este proceso con la misma intensidad”.
La inscripción de la coreografía de Alejandro Figueredo, con todas las exigencias del formulario, se hizo apenas horas antes de que cerrara el plazo de admisión.
“Le pedí que se lo tomara con calma —cuenta Aymara Vasallo—; que lo asumiera como un ejercicio, como aprendizaje. Y de pronto, unos días después, me llama y me dice que había quedado entre los cinco finalistas. ¡Imagínate la sorpresa!”.
Por supuesto, a Alejandro le encantaría ganar; pero con la selección está más que satisfecho:
“Somnium habla de la ensoñación; soñando uno cree que todo es posible, y me resulta interesante ese trance. Ahora estoy despierto y me parece que sueño”, comenta.
Para su profesora es necesario tener la cabeza en el cielo… y los pies en la tierra:
“Es un logro para ellos y para la academia. Van a apreciar lo que hacen otros bailarines y coreógrafos, estudiantes de muchas escuelas del mundo. Estamos hablando de las grandes ligas de la danza. Tienen que aprovecharlo todo al máximo, porque tenemos la responsabilidad de transmitir esa experiencia a los alumnos y profesores que están aquí”.
Carlos Acosta, inspiración
El hecho de que la Academia de Acosta Danza esté asociada al sistema del Prix de Lausanne es otra muestra de las credenciales de Carlos Acosta en el muy selectivo mundo de la enseñanza del ballet.
El año pasado el certamen premió al primer bailarín cubano por la trayectoria de toda una vida dedicada a la danza.
Fue una ceremonia muy emotiva, en la que Acosta evocó la significación del Prix para su itinerario profesional.
Jóvenes que no habían nacido en el momento de su premio han tomado el relevo.
“Carlos para nosotros es un símbolo —asegura María del Carmen Pantoja—; tenemos que hacer un buen papel en Lausana, porque representamos la escuela que él fundó”.
Representan más, concluye Aymara Vasallo: “Forman parte de una apuesta por el desarrollo permanente de la danza en Cuba. Aquí, desde aquí, podemos y queremos hacer. Hay mucho que aportarle al mundo”.