Entre los expertos del ballet, el cubano Rolando Sarabia solía ser comparado con leyendas como Vaslav Nijinsky y Mikhail Baryshnikov, aunque para aquellos ajenos a la danza su nombre saltó a los titulares cuando abandonó Cuba en 2005 y comenzó su carrera en Estados Unidos.
Hasta la semana pasada, cuando interpretó el protagónico masculino de “Giselle” durante una noche estelar del XXVI Festival Internacional de Ballet de La Habana, llevaba 14 años sin presentarse en escenarios cubanos como parte de una suerte de veto con el que se marcó a muchos artistas que dejaban la Isla.
Al regresar a su país, y una vez en la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Sarabia lloró de emoción.
Su arribo, el de su hermano –el también bailarín, Daniel Sarabia– y otros renombrados artistas como Taras Domitro, Marizé Fumero y Carlos Quenedit, otrora miembros del BNC, es una muestra de los alcances de una política de reconciliación entre Cuba y sus cientos de miles de emigrados en todo el mundo.
El ballet, el deporte y algunos sectores como la salud y la educación fueron durante décadas el orgullo de la Revolución Cubana por los éxitos que le dieron visibilidad mundial. Artistas y atletas quedaban marginados cuando decidían emigrar, sobre todo al calor de la crisis económica que golpeó a la Isla en los años 90 y sus salidas muchas veces se politizaron tanto desde Cuba como por sectores en Estados Unidos.
Las autoridades cubanas eliminaron el requisito de un permiso de salida del país para sus ciudadanos en 2013. La reforma migratoria desató un flujo de viajes con decenas miles de personas que salen anualmente conservando sus derechos políticos y, sobre todo, sociales como la salud y la educación si regresan al menos brevemente cada dos años.
La relación de Cuba con sus ciudadanos en el extranjero sigue siendo tensa y dolorosa en muchos casos, especialmente para las familias que abandonaron la Isla durante en los momentos más duros de la Revolución.
Sin embargo, ahora parece que la situación migratoria empieza a cambiar.
Desde 2013 unos 40,000 cubanos solicitaron su repatriación mientras instituciones culturales y deportivas oficiales comenzaron a abrir sus puertas a muchas personalidades que se habían ido. Músicos como el salsero Issac Delgado, el cantautor Pancho Céspedes o Decemer Bueno regresaron a vivir o a actuar en Cuba y jugadores de béisbol que se fueron a Estados Unidos como como Yasiel Puig, José Abreu, Alexei Ramírez o Brayan Peña volvieron para exhibiciones oficiales.
“Felicidad, felicidad. No tengo palabras”, dijo a la agencia AP Daniel Sarabia pocos minutos después de terminar el ensayo de la puesta de un Grand Pas Classique.
“Esto es algo muy grande, se han reunido aquí estrellas del mundo entero, pero más importante, los que nos fuimos… Este es mi público, mi público cubano”, agregó emocionado.
Otros emigrados no vinieron a bailar sino dar clases –como la antigua estrella del Boston Ballet, Lorna Feijóo– pero la emoción se comparte por igual.
Taras Domitro, quien abandonó la agrupación durante una gira por Canadá en 2007 y cruzó la frontera con Estados Unidos, piensa que es “un honor” volver a bailar en Cuba.
“Esta es la ruta correcta, estamos hablando de arte de ballet, no tenemos que ver con la política”, dijo a la AP.
En su momento la legendaria Alicia Alonso –creadora de BNC y quien encabeza la compañía a sus 96 años–, dirigió palabras duras a los jóvenes que abandonaban la compañía o dejaban plantadas las presentaciones cuando salían al exterior. Incluso los comparó con “papalotes” que se iban a volar sin cordel.
Funcionarios consultados por AP, que no están autorizados a comentar detalles del proceso con la prensa, indicaron que la invitación a estos bailarines comenzó a gestarse hace un par de años y que algunos de ellos firmaron una carta solicitando volver a los escenarios.
El acercamiento entre Cuba y su diáspora tuvo una vuelta de tuerca en los meses pasados: en un encuentro con residentes en Washington en octubre de 2017, el canciller Bruno Rodríguez informó sobre un nuevo paquete de medias que facilita los viajes de regreso de los emigrados y reconoce la ciudadanía a sus hijos.
El nuevo presidente Miguel Díaz-Canel fue incluso más allá durante su primer viaje a Estados Unidos, hogar de más de un millón y medio de emigrados cubanos.
“Contamos con ustedes”, dijo el mandatario en un encuentro con residentes de la Isla en Estados Unidos en septiembre pasado. “La emigración dejó de ser políticamente homogénea y dejó de llamarse en bloque ‘exilio’, con el impulso de nuevos migrantes y nuevas generaciones de cubanos”.
Entre enero de 2013 y el mismo mes de 2018 se registraron dos millones de entradas de cubanos residentes en el extranjero, de ellas un millón y medio procedentes de Estados Unidos, explicó Díaz-Canel.
Para los expertos en ballet, el regreso de bailarines formados en la Isla que tuvieron experiencias en otras latitudes es una ventaja también para la propia escuela cubana, conocida por su tradicionalismo.
“Es muy importante el regreso”, comentó el escritor y amante del ballet, Julio César Pages.
“Nadie es dueño de la verdad absoluta, quizá perdonar o reintegrar es el mejor proceso que puede vivir Cuba. Nosotros hemos tenido demasiados dilemas con la emigración y que ellos regresen forma parte también de un buen momento”, agregó
Muy bonito artículo, ojalá que dejemos algún día de ser emigrados, por la razónq ue fuese y podamos ser eso cubanos libres , donde queiar que estemos y regresar a nuestar hermosa tierra sin lkimitantes.