Las luces del salón de ensayos de la compañía Rosario Cárdenas, en La Habana Vieja, no se apagan a las cinco de la tarde, cuando se supone que concluya la jornada diaria de labor. Justo a esa hora llegan varios bailarines de diferentes agrupaciones habaneras, convocados para una propuesta coreográfica que pretende ser también un nuevo proyecto escénico.
Balneario es el título de la primera obra de este joven elenco, liderado por la primera bailarina Liliet Orozco. Se trata de una coreografía de Jorge Irán Díaz Lorenzo —Irán Dilo es su nombre artístico—, que se estrenará el 15 de marzo en el Teatro Martí.
La coreógrafa y maestra Rosario Cárdenas, en su permanente empeño por ofrecer oportunidades a los jóvenes artistas de la danza, los ha acogido en su compañía, asumiendo las peculiaridades y los intereses creativos del grupo.
No es cuestión de coser y cantar. Los bailarines llegan cada día al salón después de cumplir con sus responsabilidades con sus centros de trabajo. Clases, montajes, ensayos…las rutinas habituales de una agrupación profesional, que implican un considerable esfuerzo físico e intelectual.
Cuando muchos de sus compañeros ya están descansando, ellos comienzan otro proceso, que les exige un plus considerable, pues Balneario no es precisamente una creación apacible.
Y sin embargo el ambiente no parece cargado, se respira buena energía.
“Uno cree que no puede más; te duele todo el cuerpo y estás agotado… pero si te interesa, si te motiva lo que se está montando, encuentras reservas y sigues. Eso es lo que nos ha pasado con Balneario. Y por supuesto, también influye la posibilidad de trabajar con gente que quieres y te quieren. Es como estar en familia”, dice Víctor Varela, bailarín de MiCompañía.
“Cuando yo estoy inspirada, lo doy todo. Le tengo mucha fe a este proyecto. Me siento perfectamente identificada con lo que se dice y por eso puedo aportar”, agrega Jara García Fonseca, también integrante de la agrupación que dirige Susana Pous.
Y está claro: todos aportan. Las sesiones de montaje y ensayo devienen laboratorio. El asistente de coreografía y maestro Yoerlis Brunet (una autoridad: es el régisseur de Danza Contemporánea de Cuba y ha asistido a coreógrafos de renombre internacional) sabe sacarle provecho al tiempo:
“Me da mucha pena con ustedes, van a tener que disculparme… pero tendremos que repetir esta frase. Hay que aspirar a la perfección, ya tendrán tiempo para descansar”—les suele decir a los bailarines cuando no está feliz con la ejecución.
“Si se hace, hay que hacerlo bien. Si no, mejor me quedo en mi casa”, comenta cuando por fin está satisfecho con la secuencia.
Liberar tensiones
La idea de Balneario surgió de las vivencias de su coreógrafo. Cuando Irán Dilo comenzó a estudiar en una escuela de arte, en la adolescencia, la experiencia de tener que compartir un baño con sus compañeros lo marcó. Para él, el acto de desnudarse era muy íntimo, y tener que hacerlo delante de los demás lo hacía sentir incómodo.
“Tenía miedo a estar desnudo frente a otro, sentía mucha vergüenza. Era un momento de crecimiento, de desarrollo físico, y uno se hacía muchas preguntas… Un baño compartido era el espacio donde confluía mucha gente diferente, gente que muy probablemente tuviera las mismas dudas que uno. Quitarse la ropa era como mostrarse sin máscaras, tal y como uno era, porque el vestuario es siempre una construcción.
“Con el tiempo he pensado mucho en esa época, en lo que yo experimentaba… y me he puesto a reflexionar sobre los prejuicios, la libertad, la necesidad de aceptarnos, los cepos que pueden imponer las relaciones interpersonales, la búsqueda permanente de la armonía.
“De eso trata Balneario, que está articulada en varios momentos. Primero hablo del peso de la mirada ajena, de cómo nos influyen los criterios de los demás; después se aborda el reconocimiento mutuo, la aspiración a la convivencia; y así se van sucediendo las escenas.
“Se utilizan toallas, como metáfora de un vestuario que impone de alguna manera ataduras, límites, diferenciaciones… hasta que se consigue, al final, la coherencia, el respeto, la aceptación”.
No se trata de bailar por bailar, o de explorar sencillamente dinámicas interesantes de movimiento. A Irán Dilo le interesa comunicar, exponer su discurso, posicionarse en un debate.
Y ese impulso deviene interés compartido. Liliet Orozco es una de las bailarinas de la obra, y al mismo tiempo se encarga de la producción y el guion de la propuesta.
“Sentimos la necesidad de plantear un nuevo criterio en la relación entre el cuerpo, el espacio y la intimidad. Con Balneario hacemos varias preguntas: ¿Qué ocurre cuando los espacios chocan o se contraponen? ¿Cuántos prejuicios, miedos e incertidumbres habitan esa zona profunda y poco explorada de nuestra identidad? ¿Cómo nos condiciona la mirada del otro y cómo construye y afecta nuestro comportamiento?”
Como se ve, son grandes interrogantes. Pero —ellos lo saben— una coreografía no es un texto académico que pueda dar respuestas concluyentes.
“Se trata de liberar tensiones, los vapores contenidos de un miedo antropológico a la desnudez… Es compartir nuestra zona de intimidad con el otro, para crear desde la danza un espacio de libertad”.
Desafíos
Son momentos difíciles en Cuba y los artistas (al menos estos) no viven en una torre de marfil. Cuesta mucho concretar cualquier proyecto, pues el día a día plantea no pocos conflictos.
Para Liliet —que fue por años bailarina de Danza Contemporánea de Cuba— y para Irán —que sigue integrando ese elenco fundamental de la danza cubana—, Balneario es una experiencia novedosa, de magnitud demandante. Por vez primera tienen sobre sus hombros la responsabilidad mayor de sacar adelante un gran espectáculo.
Trabajar con bailarines de disímiles formaciones y procedencias impone retos, a partir de la necesidad de sincronizar los estilos de cada uno. Pero eso, según Liliet, más que un conflicto es una oportunidad.
Irán Dilo se siente particularmente motivado por la diversidad: “Buscaba precisamente eso, otras miradas. Llegué con una idea muy abierta y la fui perfilando gracias al diálogo. Cada uno traía sus propias herramientas y las ha puesto en función de la pieza. Es hermoso ver cómo se va conformando esta especie de sinfonía”.
Liliet insiste en el potencial formador del proceso: “Ha venido acompañado de mucho aprendizaje. Debo agradecer a Rosario Cárdenas, quien nos ha brindado una gran oportunidad y nos ha abierto las puertas de su conocimiento y su experiencia”.
Crear en Cuba
Nunca antes ha sido tan evidente la inestabilidad de los elencos de la danza en Cuba. La agudización de la crisis económica y la búsqueda de oportunidades de trabajo y realización fuera del país han lastrado el trabajo de las compañías. No pocas agrupaciones han debido renovarse prácticamente en su totalidad en menos de un año.
La existencia de un consolidado sistema de enseñanza artística —incluso, con sus acuciantes problemas— ha garantizado la continuidad de los proyectos artísticos. Se van muchos bailarines, pero entran otros.
Por supuesto, la falta de referentes y recursos marca. Pero se sigue haciendo danza (y buena danza) en Cuba. Tiene que ver con la fuerza de una tradición, y con la creatividad de los artistas que apuestan por quedarse.
“Ciertamente, son tiempos convulsos —reflexiona Liliet Orozco—; pero yo decidí estar aquí porque me interesa defender mi idiosincrasia, que está muy ligada a la cultura de la nación. Creo que a veces no valoramos nuestro gran patrimonio. Y ni siquiera somos conscientes de todo lo que podemos hacer, porque solemos subestimarnos.
“Somos jóvenes, y tenemos energía. Claro que nos falta experiencia, pero si nos dan la oportunidad de adquirirla aquí, la aprovechamos. Al final se trata de continuar la obra de nuestros maestros. Alguien tiene que hacerlo. Muchos tienen el talento para hacerlo.
“Para mí es muy importante crear algo con peso, desde el punto de vista cultural. Siento que se lo debo a mis formadores”.
Irán está convencido de que el arte, de alguna manera, salva. “Y es lo que podemos aportar nosotros en momentos tan complicados. Para mí el trabajo de grandes coreógrafos y artistas cubanos es una inspiración permanente. Ellos supieron crecerse, enfrentar problemas. No fue un camino de rosas. Y ahí están sus obras, que han resistido las crisis.
“Me siento parte de un grupo de jóvenes que quieren que se siga haciendo danza profesional en Cuba, que se siga estrenando. Eso me mantiene activo, pese a todos los problemas cotidianos. Y creo que más importante que decir es hacer. Decir haciendo: eso intentamos”.
Una semilla
En el salón de ensayos de la compañía Rosario Cárdenas las luces se apagan por estos días después de las nueve de la noche. Queda poco para el estreno y todavía hay que atender muchos detalles.
Hay nervios, pero también entusiasmo.
“Si me preguntas por qué hago esto, después de estar todo el día trabajando con mi compañía, te diría que es porque soy amigo de Irán y quiero apoyarlo —comenta Víctor Varela—; pero yo sé que es más que eso. Y ni siquiera hablo de un interés económico. A mí me gusta recorrer nuevos caminos. Y me interesa que en esos caminos quede mi huella”.
Una huella… y también una semilla. Liliet cree que este puede ser un comienzo. Le gustaría en el futuro crear un centro cultural polivalente, donde confluyan todas las artes, con una marcada vocación comunitaria. Y sueña hacerlo en Cuba.
“Es una cuestión emocional. Nadie ha dicho que sea fácil. Pero yo estoy dispuesta a luchar por eso. Y quiero que sea aquí, en el lugar donde nací y me formé”.
Periodista, fotógrafo, "narrador de historias". Va por la vida mirando y escuchando, con una curiosidad casi infantil, para después contarlo todo en crónicas muy personales, que a algunos pueden parecerles exageradas (y es probable que tengan razón). Dice que la memoria es mitad realidad y mitad pura invención.