Javier Torres ha dejado sangre en las zapatillas. Supo que dedicaría su vida a esta manifestación del arte, desde que –junto a su padre (director de teatro en Santa Clara)– viera Coppelia interpretada por el grupo cubano ProDanza.
Con poco más de ocho años hizo las pruebas en la escuela de ballet, junto a su hermano gemelo. Y desaprobó. “Mi hermano pasó todas las pruebas y yo no fui lo suficientemente bueno como para aprobar. Pero tuve la suerte de ser gemelo idéntico y, además, la dicha de que él quería ser pelotero. Ahí mismo encontré el que sería mi virtuosismo y mayor talento: la actuación, cómo interpretar un personaje, hacerme pasar por alguien que no era. Le dije a mi madre: me voy a la escuela de ballet y pretenderé que soy mi hermano, ellos no saben quién es Bruno o quien es Javier”. Y así fue.
“Empecé a estudiar ballet gracias al talento de mi hermano. Después desarrollaría el don de la interpretación y, con mi propio esfuerzo y el de mis maestros, soy lo que ven”, contó a OnCuba el artista.
Javier es, hace varios años, primer bailarín de la prestigiosa compañía británica Northern Ballet y asiste como invitado habitual al Festival de Ballet de La Habana, donde los jóvenes bailarines hacen fila para fotografiarse con él. Lo admiran. Fue nominado en 2018 al Premio Nacional de Danza del Reino Unido en la categoría de mejor bailarín, que otorga la Sección de Danza del Círculo de la Crítica. De los cinco nominados, dos fueron bailarines cubanos. El otro es Miguel Altunaga, bailarín de la compañía Rambert.
¿Cómo te conviertes en primer bailarín del Ballet Nacional de Cuba?
Me tomó casi nueve años convertirme en primer bailarín. Fue un proceso largo pero muy satisfactorio en el que aprendí bastante. En aquel momento significó mucho para mí. Fue mi realización y confirmó que los sueños se cumplen, que si luchas por lo que quieres y trabajas duro suceden estas cosas.
Mencionaste en una anterior entrevista que tus maestros te enseñaron a darle importancia a la actuación, ¿por qué tiene tanto peso en tus interpretaciones?
La interpretación siempre ha sido mi fuerte. Nunca me he considerado un bailarín con técnica, nunca tuve la dicha de poder usar trucos o de tener ese gran virtuosismo técnico que muchos bailarines poseen naturalmente. Mi virtuosismo fue trabajado, muy duro, puro trabajo y dedicación, yo no tuve nada natural, físicamente hablando, condiciones físicas o talento para la danza, ni las audiciones aprobé, como ya sabes.
¿Cuáles han sido tus mayores desafíos?
He afrontado muchos retos y desafíos, mi carrera ha sido una montaña rusa con muchos altos y bajos, pero el mayor ha sido indiscutiblemente dejar mi compañía, el BNC y tener que adaptarme a otra forma de danzar que no era a la que estaba acostumbrado. El tener que cambiar mi baile, mi manera de interpretar y adaptarme a otra compañía y a un estilo diferente… Sin embargo, siempre consideré estos cambios como grandes acontecimientos.
En la escena, ¿cuáles son tus mayores fortalezas y obstáculos?
Yo me subo al escenario y sé lo que quiero, sé cómo disfrutar de lo que estoy haciendo, y si uno disfruta lo que hace, entonces todo el que está sentado viendo la función va a disfrutarlo también. Mi mayor obstáculo es el no tener la posibilidad de lograr el disfrute, ya sea por una lastimadura, o por inseguridades que todos los artistas tenemos en algún momento de nuestras carreras.
Desde tu perspectiva, ¿qué importancia le concedes a la técnica?
Siempre le he dado mucha importancia a la técnica, o mejor dicho, siempre la he respetado mucho porque bastante me ha costado. Conozco el gran sacrificio que implica llegar a tener algo de técnica. La valoro muchísimo pero nunca le ganará a la interpretación en la escena, al menos en mi opinión.
¿De qué material está hecho un buen bailarín?
Buena pregunta. Material humano, muy humano con esos ingredientes que te hacen fuerte y humilde.
Bailar profesionalmente es una constante carrera contra el tiempo. Los bailarines se tornan competitivos, ¿cómo asumes esta rivalidad?
La asumía muy mal cuando estaba en Cuba. Es una carrera que te obliga a competir, y te obliga a ser “mejor que tu amigo y tan bueno como tu enemigo”. La rivalidad y la envidia es parte del show, es parte de la formación y si sabes cómo usarla para tu propio beneficio es hasta divertido. Pero después de tantos años bailando profesionalmente me he dado cuenta de que la rivalidad en la danza es con uno mismo, esto no es una competencia. Tú eres tu mayor rival, cuando lo comprendes, entonces ganas.
¿A qué le atribuyes que haya tan buenos bailarines en Cuba?
La única razón es que en Cuba tenemos la mejor escuela de ballet del mundo, y punto final. Sé que muchos no están de acuerdo con este criterio pero a mí no me importa, nosotros tenemos la mejor escuela de ballet no porque seamos mejores que nadie, sino porque sabemos lo que un bailarín necesita para salir adelante. Tenemos la disciplina y la experiencia que se requiere para formar bailarines, la pasión y la sangre para ello, y eso no lo tienen muchas escuelas en el mundo. Porque para nosotros la escuela es la base y la única guía posible en la formación de un bailarín, para nosotros no es un hobby caro, es un lujo. La escuela cubana de ballet es una joya que todos deberíamos proteger y luchar por mantener viva y activa.
Entonces, ¿qué distingue a un bailarín cubano?
La sangre, las ganas y el hecho de que para nosotros la danza es integridad, disciplina y trabajo, no un pasatiempo.
¿Cómo llegas a tu actual compañía?
Llegué al Northern Ballet por accidente. Estaba en el Reino Unido de vacaciones después de una de las giras con el BNC a Londres. Estaba en Nottingham de paseo y veo que el Northern Ballet estaba de gira por esa ciudad, me fui a ver una función de ellos y les pedí tomar unas clases para mantenerme en forma. No tenía la intención de audicionar o algo por el estilo. Un par de días después recibo una llamada del director David Nixon ofreciéndome un contrato como artista invitado. Me lo pensé muy poco la verdad. Aunque originalmente fui a las clases sin intenciones de encontrar trabajo, esto sucedió en un momento de mi vida en el que no estaba feliz en el BNC y en el que sentía que necesitaba un cambio. Decidí que esa era una oportunidad única y la tomé. Nunca tuve la idea de abandonar Cuba, o el ballet, siempre lo pensé, pero nunca fue una idea fija o algo que estaba buscando. Al principio me fui al Northern Ballet como artista invitado un año, a probar. La prueba fue dura, el cambio fue extremadamente fuerte. Te cambia la vida, cambias de país, de lengua, de amigos, de casa, de almohada. Vas del más duro comunismo al más duro capitalismo de un día a otro. Y así tan fácil tu vida tiene que seguir adelante, y te adaptas y lo haces. Aún estoy aprendiendo, después de casi diez años en el Reino Unido, todos los días aprendo algo nuevo de este país y de su cultura.
¿Cuál fue el papel que te dictó que estabas adaptado?
He interpretado muchos papeles en el NB, pero siempre digo que el Rochester en Jane Eyre le dio un gran giro a mi carrera. Tengo otros muchos roles cómo el César en Cleopatra; Gatsby en El Gran Gatsby, y otros. Son roles que me han dado mucho y me han ayudado en mi desarrollo y crecimiento como artista. Rochester me dio algo que me hizo sentir diferente. Fue un personaje que creé yo de principio a fin y en el que trabajé muy duro. Ahora incluso es un ballet que estará en el repertorio del American Ballet Theatre, y para mí es un honor haber sido del elenco original.
¿Cómo es para un bailarín cubano vivir tan lejos de su país, de sus raíces?
Es duro, pero ya yo vivía lejos incluso antes de irme de Cuba. Mi familia es de inmigrantes, todos viven en Estados Unidos, antes de yo salir de Cuba ya estaba solo. Vivía lejos de ellos y siempre me sentí que estaba viviendo en otro país, en otro hemisferio, quizá esa fue otra de las causas por las cuales dejé Cuba. La vida de un bailarín cubano en el Reino Unido es simple, como la de otro ciudadano de este país, ser bailarín en Cuba es un lujo, una virtud, una oportunidad única, en Inglaterra ser bailarín es tener un trabajo como otro cualquiera, claro que esa parte de la cultura inglesa aun no va conmigo, para mí ser un bailarín tiene una importancia única que valoro mucho.
Estás en plena forma, pero la vida del bailarín es corta, ¿has pensado en el retiro?
Pienso en el retiro todos los días de mi vida. La danza es una carrera que requiere de un gran esfuerzo físico y mental. Ya cuando tienes casi 37 tu cuerpo no te responde igual que cuando tenías 25, ya me lo siento, duele, y es duro, muchas veces es muy duro el sobreponerte a los dolores físicos y a las lastimaduras y el seguir adelante pretendiendo que nada molesta. Pero eso también es parte del show, es parte de lo que hace a los bailarines más fuertes.
¿Qué planes podrías comentarnos?
Estoy terminando mi licenciatura en Artes empresariales, gestión y liderazgo. Estoy bailando y terminando los últimos dos años de la Universidad al mismo tiempo. Cuando la termine tengo planes de dirigir una compañía o una organización artística. Siempre me ha interesado mucho el liderazgo, y el efecto que un buen líder puede tener en la sociedad y especialmente en el mundo de la danza. Es muy importante encontrar un líder que te sepa guiar y llevar por el camino correcto. Estoy inmerso en un proyecto de desarrollo de la carrera de bailarines para participar en un curso de tutoría y tomar más experiencia en la gestión de un director artístico de una compañía de ballet.
Has mencionado que quieres que el público te recuerde como un artista, no como un hacedor de pasos…
Mantengo mi palabra. Después de haber bailado profesionalmente por casi 20 años, cada día me convenzo más de que lo que más importa cuando estás en el escenario es cómo interpretas el personaje. Yo me formé en una generación de bailarines donde todo el mundo tenía técnica, yo siempre me sentí que fui el más limitado técnicamente de mi generación, y eso me hizo ver la danza con otros ojos, me hizo concentrarme en la parte artística. La zona de la interpretación me hizo darle más importancia al rol y no al pirouette o al gran salto. He tenido la dicha de ver mucho ballet alrededor del mundo, de poder compartir escenario con muchos bailarines y muy buenos artistas, eso me ha dado la posibilidad de desarrollar mi lado artístico y de entender la diferencia. Por eso siempre he querido que el público me vea y me siga viendo como un artista y no como un hacedor de pasos.
Este texto pertenece a la edición 51 de la revista OnCuba Travel: