El bailarín y pedagogo Rubén Rodríguez Martínez, una de las glorias de la danza cubana, falleció este martes en La Habana. Tenía 68 años.
Según el portal Cubaescena, Rodríguez Martínez es “una de las figuras trascendentales de la danza moderna cubana”.
Nació el 19 de septiembre de 1957 y se inició en la danza a los nueve años. Estudió en la Escuela Nacional de Danza. “Su formación fue rigurosa, pero también profundamente humana, y eso se reflejaba en cada una de sus interpretaciones”.
Virtuosismo físico
También se recuerda que como primer bailarín de la compañía Danza Contemporánea de Cuba, antes Danza Nacional, donde su presencia escénica “era imponente, pero nunca grandilocuente”, ya que “su fuerza física se combinaba con una sensibilidad que hacía que cada línea de su cuerpo, contara una historia”.
Fue colaborador del Ballet Teatro de La Habana y del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
“Su virtuosismo físico era innegable: un cuerpo entrenado con la precisión de un escultor, capaz de movimientos que desafiaban la gravedad y que, sin embargo, nunca perdían la fluidez ni la naturalidad”.
Obras como Michelangelo, creada especialmente para él por Víctor Cuéllar, no solo pusieron en evidencia su dominio del lenguaje corporal, sino que también revelaron su habilidad para encarnar personajes complejos, con una profundidad emocional que trascendió la coreografía misma, apunta la nota.
De Marianela Boán a Ramiro Guerra
También se subraya hoy su protagonismo en piezas como El cruce sobre el Niágara, de Marianela Boán, donde Rodríguez no solo ejecutaba los movimientos con impecable precisión, sino que lograba transmitir la tensión, el riesgo y la vulnerabilidad inherentes a la obra, haciendo que el público no solo viera, sino que sintiera cada instante.
Desde Facebook, Ahmed Piñeiro Fernández recordaba que con la propia Boán, Rodríguez reiteró en obras como Con Silvio y Con Pablo, teatralizaciones danzarias de conocidas canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; Nijinsky o Lunetario, también de Marianela Boán junto a Víctor Varela.
Además, se destaca su trabajo en “De la memoria fragmentada”, del maestro Ramiro Guerra. Pero, junto a este, su trabajo también está relacionado con el de coreógrafos como Eduardo Rivero y Jorge Lefebre.
En cuanto a su legado a las nuevas generaciones, se ha traído a la memoria hoy que sus clases y talleres eran espacios de exploración donde cada alumno era invitado a descubrir su propio cuerpo y su propia voz dentro del lenguaje de la danza.
Tras conocerse la noticia, compañías, colegas y admiradores de su obra expresaron su pesar desde las redes sociales.