El Museo Nacional de la Danza de Cuba exhibe durante todo este mes de febrero el programa impreso original del estreno de la versión más importante de El lago de los cisnes, una obra cuyos triunfos se extienden al cine.
La primera presentación del ballet en 1877, en el Teatro Bolshói de Moscú, recibió abucheos, debido a la pésima coreografía de Julius Reisinger, pero la pieza no murió con el paso del tiempo gracias a la iniciativa de dos excelentes creadores: Marius Petipa y Lev Ivanov. Ambos residían en el Teatro Mariinsky, de la ciudad rusa de San Petersburgo, y se propusieron rescatar la obra en 1895 en homenaje al compositor de la partitura, Piotr Ilich Chaikovski. La pieza resultante fue tan exitosa que se convirtió en el punto de partida de todas las versiones posteriores. De no haber sido por aquel empeño, el mundo hoy no conocería el ballet más demandado en los cinco continentes.
Cuba puso a disposición del público desde el 2 de febrero, en el Museo sito en la esquina de Línea y G, en el Vedado, una muestra del programa de aquella versión imprescindible, además de un retrato de Chaikovski en esa época y el autógrafo del manuscrito original del compositor que murió antes de ver el éxito de la producción.
Pese a que el músico nunca llegó a percibir los valores de su partitura, más bien la subvaloraba, en ella confluyen su genialidad artística y una dramaturgia atractiva representada por dos personajes muy seductores: el Cisne Blanco, inocente, frágil, puro de alma, y el Cisne Negro, perverso, seductor, agresivo.
A fines del siglo XIX, Petipa y su aprendiz más cercano, Ivanov, dieron mayor realce a esa trama de amor imposible y lucha entre contrarios al reorganizar la fracasada estructura inicial y tejer una coreografía con pasos de belleza estética y, sobre todo, complejidad para la época.
La intérprete principal, Pierina Legnani, pasó a la historia como la primera bailarina en conseguir la proeza de ejecutar 32 fouettés, especie de giros sobre una misma pierna en punta mientras la contraria abre en forma de látigo.
Cuenta una leyenda, que la danzarina italiana ponía un rublo (moneda rusa) en el piso, con una tiza marcaba la circunferencia y en ese pequeño espacio hacía los fouettés, sin desplazarse del círculo trazado en el piso. Este instante de la coda es uno de los más esperados por espectadores en todo el mundo, en particular por los aficionados a la pericia acrobática, incluso algunos llevan la cuenta de los dobles, triples y quíntuples giros, claman por cierres espectaculares y condenan a cualquier artista que no llene las expectativas.
En la segunda mitad del siglo XX, Alicia Alonso construyó su propia versión a partir de la de Petipa e Ivanov, con una demanda técnica superior, en correspondencia con el virtuosismo que ella misma podía y gustaba exhibir.
Con los años, la prima ballerina assoluta cubana también añadió retoques, decidió por ejemplo ralentizar la música durante el adagio del segundo acto, momento cumbre de Odette, el Cisne Blanco.
“De este modo puede expresarse la música de Chaikovski de forma más plena, y dar a la coreografía un sentido más profundo y patético”, apuntó la primera artista en bailar ese fragmento en un programa concierto, algo que todavía tiene numerosos seguidores, incluso con el tempo lento.
Odile, el cisne negro, siempre fue más popular y propenso a incluir su pas de deux dentro de galas, como pieza de virtuosismo y seducción.
Según Alicia, desde que comenzó el trabajo dramatúrgico con ese personaje, lo enfocó dentro del típico triángulo amoroso pero trasladado a una época, un estilo y una situación irreal correspondiente a un clásico del siglo XIX.
“Odette, Odile y Sigfrido protagonizan un drama que no por fantástico deja de tener que ver con la realidad de todas las épocas. En definitiva, tanto Odette como Odile simbolizan un tipo de personalidad femenina, y con ese criterio desarrollé los personajes, contrastantes y opuestos entre sí”, declaró.
De acuerdo con la repositora, Odile trata de engañar a Sigfrido y basa su seducción en la semejanza externa con Odette, por ello coreográficamente siguió algunos dibujos del cisne blanco, como elemento de confusión y engaño para lograr del príncipe la traición. No obstante, Odile siempre se muestra como una mujer más fuerte y posesiva, imbuida además de una fuerte sensualidad, sin llegar a ser una femme fatale a la manera hollywoodense.
Para Alicia, el Cisne Negro posee una gran dosis de misterio y elegancia majestuosa, aunque es ante todo un personaje maléfico, y el virtuosismo técnico forma parte de la seducción. “Hay que tener en cuenta una verdad fundamental: con la técnica, el bailarín puede crear una atmósfera”, decía.
Sobre este pas de deux, la artista puntualizó: “En el aspecto técnico, he acentuado los balances o equilibrios y las vueltas múltiples. Además, aporté en la coda la hoy famosa secuencia de sautés sur le pointe en arabesque penché, realizados avanzando hacia atrás. Muchos balletómanos sabrán de qué hablo, pues se convirtieron con el tiempo en algo muy esperado por el público”.
Y en efecto, el auditorio cubano se maleducó hasta la intolerancia, al asumir las denominadas “vaquitas” como una secuencia insustituible y prueba de dominio técnico.
El Cisne Negro probó su atractivo hace solo unos años en Hollywood cuando Darren Aronofsky manipuló parte de su personalidad en una película homónima de 2010 que habla de supuestos efectos nocivos de la práctica del ballet para la salud mental humana, pero lejos de cosechar el rechazo avivó el fanatismo por la obra. La protagonista Natalie Portman ganó el Globo de Oro, el codiciado Premio Óscar a Mejor Actriz y otra retahíla de lauros.
El propio año de estreno de la cinta casi todas las compañías clásicas del mundo programaron El lago de los cisnes, con estupendos resultados de venta, mientras en el cine, una versión más “pink” de Barbie sobre el clásico dulcificó la mirada. La fuerza expansiva de los productos hollywoodenses es considerable, pero los cubanos agradecemos desde la década de 1980 un filme japonés en el popular estilo anime que nos presentó a Odette, Odile, Sigfrido y el brujo Rombarth en una coherente atmósfera de ensueño, misterio, dolor, traición y sacrificio, sin descuidar encantos adecuados para un público infantil.
La versión coreográfica de Alicia Alonso de El lago de los cisnes podrá apreciarse en el Teatro Nacional los próximos días 13, 14 y 15 de febrero, y el fin de semana siguiente: 20, 21 y 22 del propio mes. El Ballet Nacional de Cuba presentará en los papeles protagónicos a primeros bailarines como Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Amaya Rodríguez, Dani Hernández, Víctor Estévez y José Carlos Lozada.
También asumirán los roles centrales de la obra, las figuras principales de la compañía Grettel Morejón, Estheisy Menéndez y Alfredo Ibáñez, entro otros artistas en ascenso.