En los años recientes se viene hablando del llamado Circuito teatral de la calle Línea al referirse a las instalaciones que se encuentran en esa céntrica vía habanera y sus alrededores. Las instalaciones teatrales propiamente ubicadas en Línea son el Teatro Mella (antiguo Cine Rodi), el Teatro Trianón (también una instalación cinematográfica con anterioridad) y el Teatro Raquel Revuelta (llamado Complejo Cultural) en el espacio que antes ocupara el cine Olimpic.
En áreas colindantes, como Calzada entre A y B, se encuentra la Sala teatral Hubert de Blanck; en calle 11 entre D y E, al fondo de la conocida Casona de Línea, se inauguró en el 2003 la sala teatral Adolfo Llauradó; en la esquina de las calles 5ta y D estuvo por años la sede de El Ciervo Encantado; en la calle 13 entre J e I, ocupando parte del edificio de la Comunidad Hebrea, se encuentra el Centro Cultural Bertolt Brecht, con dos espacios oficiales para presentaciones: el Café Teatro, en el Sótano, y la Sala Tito Junco en el primer piso, desde 2008. El Ciervo Encantado tiene su sede actual en la calle 18 entre Línea y 11.
De tanto en tanto alguno habla del circuito de la calle Línea con vistas a establecer una jerarquía en la presentación de espectáculos; jerarquía que al final nadie se ocupa de hacer realidad; entre tanto, los encargados del tema de las inversiones en mantenimiento y desarrollo de las instalaciones enuncian también el circuito de marras cuando quieren justificar el uso de un presupuesto o la demora en un trabajo. Bien podría haber, en lugar de un solo circuito acerca del cual pensar, varios y diversos circuitos de circulación y distribución de los espectáculos, lo mismo a nivel de la capital, que de los principales asentamientos poblacionales del país; una estructura de programación bien pensada y organizada para la difusión y el consumo del producto escénico que, por supuesto, también un funcionamiento como plataforma para la presentación de diversos formatos y géneros musicales.
Pero, si lo que alienta tras la idea del llamado Circuito de la Calle Línea son las experiencias de Broadway, en New York, o de la calle Corrientes, en Buenos Aires preciso será trabajar tal proyecto con un pensamiento sistémico que incluya determinados asuntos de la infraestructura y funcionamiento de la ciudad. Estos asuntos pasan por las redes de comunicación terrestre que se debieran establecer desde diversos puntos de la capital con esa zona de El Vedado en cuestión, la variedad y número de la oferta gastronómica (tendiente a cero en el área que nos ocupa), además de examinar el estado de las luminarias públicas que, a lo largo de esa arteria vial, deja mucho que desear.
La idea de un circuito de primer nivel para la presentación de los espectáculos tendría que ser analizada a la luz de la política cultural vigente, puesto que uno de los principios fundamentales que reconozco de ella es el libre y masivo acceso a la cultura, incluida la cultura artística, lo cual animó en décadas pasadas la diversificación de instalaciones culturales en la mayor cantidad de territorios, además de algunos específicos proyectos y acciones culturales como lo fue, en el ámbito de la especialidad teatral, el apoyo al Grupo de Teatro Escambray, a partir de su surgimiento en 1968 y, posteriormente, al resto de las agrupaciones que clasificaban dentro del llamado movimiento de Teatro Nuevo (el Cabildo Teatral de Santiago, la Teatrova, el Cabildo Teatral de Guantánamo, el Grupo de Teatro Cubana de Acero, el Teatro Juvenil Pinos Nuevos, el Grupo de Participación Popular).
Tras la creación del Ministerio de Cultura en 1976, con el Dr. Armando Hart como su titular, se abrieron nuevas instalaciones para las presentaciones teatrales en la Isla. Es el caso del Teatro Antonio Maceo, en la antigua Escuela Normal de Maestros de La Habana, en el municipio Cerro; la Casa de Comedias, en el Callejón de Justiz, en La Habana Vieja, con su Salón Ensayo (para teatro experimental) y su Patio de Comedias, para representaciones al aire libre; el Teatro Musical de La Habana, en la esquina de Consulado y Virtudes, Centro Habana, que tuvo tres etapas diversas de vida a partir de los años sesenta hasta bien entrados los noventa; muy cerca, en el antiguo Cine Verdún, lideraba un grupo el reconocido dramaturgo Eugenio Hernández y, más tarde, en Diez de Octubre se abrió la sala Gilda Hernández.
En el teatro para niños a la sala del Teatro Nacional de Guiñol, ubicada en el sótano del Edificio FOCSA, en la calle M entre 17 y 19, en El Vedado, que abrió sus puertas en 1963, se le unió el Teatro Estany Santander, sede el grupo El Galpón, en el parque que demarcan las calles San Indalecio, Zapote y Santa Emilia, en la barriada de Santos Suárez; el Cine Sierra Maestra, con funciones de Teatro, donde se presentaba el Grupo Ismaelillo, en Boyeros; mientras, cerca de la antigua Liga contra la Ceguera, hoy Hospital Pando Ferrer, se alzaba La Casona de Marianao y en ella y en los locales de la Biblioteca Municipal hacía teatro el inquieto Bebo Ruiz. En ese entonces, y diría que hasta hace poco tiempo, cada espacio conquistado para las presentaciones escénicas significaba un triunfo, un avance en una cruzada por difundir hacia todas partes el arte teatral, sobre todo porque a partir del nuevo sistema de organización administrativa del quehacer escénico en Cuba, surgido en 1989, los recursos humanos exceden en mucho las reales posibilidades de la infraestructura.
Tal vez haya sido justamente un recorte en los recursos materiales lo que dio lugar al Circuito de la Calle Línea, este intento de vitrina teatral en una determinada zona de El Vedado, ¿quién lo sabe? Por ahora se trata de un tema hablado a medias, no sometido a juicio alguno o discusión, que asoma como algunos otros, de vez en vez, en un medio donde escasean la transparencia y el debate.