Por alguna inexplicable razón, que ciertamente no fue la superioridad de sus rivales, la película mexicana Amores Perros no arrasó en el finisecular Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Sin embargo, la cinta que catapultó las carreras del director Alejandro González Iñárritu y el actor Gael García Bernal tampoco se fue de La Habana aquel diciembre del año 2000 con las manos vacías, pues la prensa extranjera vislumbró sus valores y la distinguió con su premio, el Glauber Rocha. Olfato periodístico quizás…
Tal galardón, auspiciado por la agencia de noticias Prensa Latina, reconoce desde 1985 a las obras concursantes en el Festival que mejor reflejan los valores de la cruda y polícroma realidad latinoamericana, con acento en los temas sociales pero sin caer en el panfleto populista, o sea, con una sólida propuesta artística. El trofeo es un tótem de ébano diseñado por el escultor cubano José Díaz Peláez.
Fausto Triana, presidente del jurado del Glauber 2012, conversó con On Cuba sobre este reconocimiento de los corresponsales acreditados en Cuba, cronistas extranjeros y otros criticones habituales de un cine que hace rato dejó de ser una curiosidad.
“El latinoamericano es un cine consolidado y maduro, pese a las penurias financieras y a su limitada distribución, víctima del poder casi hegemónico de Hollywood. Prueba de su creciente calidad es que los realizadores e intérpretes latinoamericanos son cada vez más cotizados en la gran industria, ya no por el cliché latino, sino por su nivel. De hecho, tan solo en Francia hay cuatro festivales anuales que dedican espacios al cine latinoamericano”, señala Triana, corresponsal de prestigiosos certámenes fílmicos, como Cannes, Biarritz, Cartagena y Leipzig, entre otros.
“Glauber Rocha fue un pionero del nuevo cine, y Prensa Latina le rinde homenaje así a sus presupuestos. El primer premiado fue Fernando Birri, por el conjunto de su obra, y a partir de ahí figuras como Suzana Amaral, Lombardi o Meirelhes han ganado con filmes que ya son clásicos de nuestra cinematografía, como el contundente Cidade de Deus”, agrega el curtido reportero de estos maratones periodísticos.
Porque es una verdadera carrera de resistencia la empresa de ver decenas de filmes en dos semanas, no para relajar sino para estresarse, despojada la sala oscura de todo carácter lúdico, mientras la cafetera mental discrimina, evalúa, pondera, fustiga y hasta se deja llevar por las tendencias, como ocurrió el pasado año, cuando pesó mucho la popularidad de Habanastation.
Amén de ciertos enamoramientos, el Glauber Rocha se ha caracterizado por premiar propuestas fílmicas sobre temas “duros”: ambientes marginales, supervivencia creativa, sexualidad sin velas ni saxofón, dictaduras, corrupción… Realidades difíciles que se prestan al “thriller”, y aún así, los realizadores latinoamericanos sortean los tópicos facilistas y proponen reflexionar sobre una cruda cotidianeidad que en el primer mundo ven como exótica, mágica e incluso fascinante.
Pero claro, allá no la sufren…
Algunos ganadores del Glauber Rocha
• La hora de la estrella, de Suzana Amaral, (Brasil) 1986
• La boca del lobo, de Francisco Lombardi, (Perú) 1988
• La nación clandestina, de Jorge Sanjinés (Bolivia), 1989
• El callejón de los milagros, de Jorge Fons (México) 1995
• La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria (Colombia) 1998
• Amores Perros, de Alejandro González Iñárritu (México) 2000
• El Caracazo, de Román Chalbaud (Venezuela) 2005
• La edad de la peseta, de Pável Giraud (Cuba) 2006
• El baño del Papa, de Enrique Férnández y César Charlone (Uruguay) 2007
• Habanastation, de Ian Padrón (Cuba) 2011