Además de cineasta, Carlos León era un melómano irreductible que entendía la trova casi como una religión. No solo compartió la afición por la canción de autor, sino que estableció durante años estrechos vínculos de amistad con muchos de los músicos que, como él, defendían la trova como una manifestación vital para la cultura cubana.
León falleció esta semana en La Habana a los 67 años y, aunque su muerte no ha encontrado eco en los principales medios de prensa cubanos, muchos amigos y artistas han compartido en las redes sociales mensajes de condolencia y admiración por este realizador y guionista cubano que en su obra dejó testimonio de esa comunión de voces y guitarras que es la canción trovadoresca.
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León, quien se vinculó desde sus inicios a Nueva Trova, dirigió varios filmes sobre figuras cardinales de este movimiento cultural. Entre sus obras se cuentan los documentales sobre trovadores “Así como soy ” (2003), dedicado a Noel Nicola; “Donde habita el corazón” (2007), con Vicente Feliú como protagonista; y “Soñar a toda costa”; sobre Augusto Blanca.
Además de dirigir otros documentales, León desarrolló también una importante obra como productor, guionista e, incluso, sonidista, y recibió varios galardones por su obra.
Detro de su trayectoria cinematográfica se cuentan títulos como “¡Vampiros!”, “Camino, verdad y vida”, y “Un siglo de El Vedad”, así como “Derecho de asilo”, (Dir: Octavio Cortázar); “Los últimos días de la víctima” (Bruno Gantillón), “Memorias” (Miriam Talavera y Chiara Varese) y “El accidente” (Carolina de la Torre).
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EPD