Foto: Michel Aguilar
Al este de la capital cubana, en el reparto de Alamar, existe un museo muy especial conocido como Jardín de los Afectos; su creador es Héctor Pascual Gallo Portieles, al que todos conocen por Gallo.
El peculiar lugar motiva el esparcimiento y constituye también un espacio para reflexionar, sin embargo, es frecuente ver a los visitantes reír mientras recorren el lugar.
¿Quién es Gallo? Un hombre de 85 años de edad, pelo y barba muy blancas, conversador y vital, que considera que el humor es lo más serio del mundo, y se autodefine soñador por naturaleza y optimista por convicción.
Antes de jubilarse ejerció otros oficios como el de barbero, además, de ser durante más de tres décadas funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.
En ocasiones irónico, otras jocoso, transforma artículos desechables en hermosas esculturas que llevan consigo instructivos mensajes ubicados en la parte trasera del apartamento en que vive con Emilia, su esposa, desde hace más de 50 años.
La idea de embellecer el entorno me surgió en 1990-dice mientras mueve los 22 pulsos que adornan sus brazos-; en la mano derecha exhibe uno de los 42 bastones que posee, adornado con cascabeles, dientes de leche de los nietos, un incisivo de cocodrilo, una pezuña de oso y una espuela de gallo, entre otros muchos atavíos.
Los vecinos le pusieron al lugar varios nombres singulares, entre ellos, el museo de la chatarra, de los cachivaches y de los tarecos; lo cierto es que constituye punto de referencia para llegar a determinados lugares del capitalino reparto.
El interior de la vivienda de Gallo contiene la Galería de los Afectos, donde se exhiben decenas de curiosos y diversos objetos como rostros concebidos a partir de huesos de animales, dibujos y esculturas de pequeño formato, entre otros; consta además de un área abierta, y a continuación la cerca devenida mural porta refranero donde se leen algunos como: el amor es ciego, pero los vecinos ven y lo peor, hablan; las palabras huecas hieren, duelen y matan; el funerario no quiere que nadie muera, pero desea que su negocio prospere; la cara es el espejo del alma, por suerte esto no es un espejo; el silencio también comunica; querer y cuidar no es más que empezar: vale la pena; aquí se cobra hasta la risa: sea serio.
Los pedazos de hierro o chatarra devienen obras de arte que recrean el espíritu, nada es inservible e inútil, todo depende de la óptica de quien los mire, si alguien viene buscando un perfeccionismo está en presencia de un perfecto imperfecto, si es objetivo dice: sirvió en un momento para una cosa y después para otra, como nosotros mismos.
La espontaneidad caracterizan las piezas expuestas, pero al final todas tienen una buena dosis de intencionalidad; por ejemplo, un sillón viejo colocado encima del tronco de un árbol, quizás sea el homenaje a los años de servicio prestado por el mueble, y la pieza de hierro de donde surgen las plantas es el no a la guerra y al terrorismo.
Las obras de Gallo guardan una relación importante del hombre con los artículos que usa a través de su vida. Una montaña de máquinas de coser, que en una determinada época cumplieron su función social, están dedicadas a Pura, la cuñada del creador, ya que sus cosidos garantizaban el cocido de la familia. Un pozo imaginario construido en su jardín recuerda uno de verdad que tenía en su natal Campo Florido, provincia de La Habana.
Este arte considerado por los especialistas como primitivo tomó su esplendor durante la segunda guerra mundial frente a la ostentación de los nazis, sin embargo, otros lo consideran arte popular espontáneo pues da riendas sueltas a los sentimientos y la imaginación.
En el horóscopo chino el signo gallo significa que una persona sabe vivir con imaginación y colorear el mundo con sus fantasías. Es sencilla y muestra su personalidad sin tapujos; inteligente y pragmática a la vez, y perfeccionista que puede llegar a ser meticulosa en los detalles. Así es el Gallo, creador de un museo diferente.