Joseph Ros guarda todos sus video clips en dos carpetas. En una tiene la mayoría; en la otra, su selección personal, los más íntimamente satisfactorios.
A sus 28 años, y con más de una década filmando clips –y ganado premios por ellos–, no lleva la cuenta de cuántos ha hecho.
“En algún momento me detuve a contarlos y pasaban de cien, pero desde entonces no he vuelto a hacerlo –dice a OnCuba. En los últimos tiempos hago entre 15 y 20 por año.”
Llegó al audiovisual desde la ilustración –empezó “a la cañona” en un curso para animadores con apenas 12 años– y durante un tiempo simultaneó su trabajo en publicaciones como Juventud Rebelde y El Caimán Barbudo con la televisión. El proyecto Lucas y Orlando Cruzata fueron su puerta de entrada.
“Cuando me pongo sentimental, le digo a la gente que yo nací el día que entré en la televisión. Fue como un segundo nacimiento. Antes había estudiado dibujo, había pasado un par de talleres, pero conocer la televisión y compartir con algunos de los que son hoy mis amigos, me convirtió en otra persona.
“Cruzata fue el primero que me dio un espacio para hacer mis cosas, a pesar de que yo era solo un oyente, prácticamente un niño, que iba a unos talleres y trataba de colarse en alguna máquina en el Departamento de Animación para hacer experimentos. Y que de pronto él me diera la oportunidad de estar en Lucas, que era un programa que me gustaba mucho, fue un estímulo muy fuerte. Comencé con pequeñas animaciones y llegué a ser director asistente de las galas. Saltar al clip entonces era lo que me tocaba.”
Su primer clip lo realizó en 2007, al grupo de rap La Unión, “que hizo el video y después se desintegró”.
“Pude habérselo hecho a mucha gente, incluso a artistas ya reconocidos –asegura–, pero sentí que era más provechoso elegir a un artista que estuviera empezando, como yo, aunque no tuviera las mejores condiciones para hacer un video, en lugar de a uno que quisiera aprovecharse económicamente por mi inexperiencia”.
A estas alturas, más de cien videos después, ¿te sientes un realizador ya establecido?
En Cuba creo que sí, pero no lo asumo como un tope. Uno siempre tiene algo que aprender, y lo importante es tratar de mantenerse. Mucha gente ha ganado un premio en un momento y después no ha hecho más nada. Los premios al final son circunstanciales, en medio de determinados procesos que conspiran a su favor, pero no creo que eso realmente defina nada.
Es cierto que llevo varios años recibiendo premios y eso quizá me haga un realizador establecido en Cuba. Serlo significa mucho y me abre puertas a la hora de encontrar ofertas de trabajo. Pero en realidad, siento que lo hecho es solo un principio, el comienzo de lo que podría ser, dentro de un tiempo, una carrera decente en la realización. Creo que por este camino puedo hacer algo.
¿Estás de acuerdo con la categoría de “video clip de autor” en la que algunos críticos sitúan tu trabajo?
Creo que el clip de autor sí existe, como existe el cine de autor. El hecho de que te contraten o encargue un trabajo no necesariamente te hace perder autoría. Entonces el clip, como vía de expresión, también puede ser un trabajo autoral aunque es un tema delicado porque en principio tiene una función muy determinada, muy comercial, y no todo el mundo logra distinguirse de la misma manera.
En mi caso, pienso que he sido más autor en unos clips que en otros, pero siempre trato de lograr un resultado alto y ese rigor me lleva un poco a mantener una personalidad en mi trabajo.
¿Cuáles son los referentes en los que te apoyas para hacer tus videos?
El tema musical es mi primera guía; la música de por sí genera determinados referentes. Y cuando trabajas con músicos de diferentes géneros, de diversos estilos y características, ya eso marca un camino a seguir. No es lo mismo hacerle un clip a Alain Pérez que a Buena Fe, a Pancho Céspedes que a Yomil y el Danny. Cada uno tiene un lenguaje, se dirige a un público determinado, y esos elementos sirven de antemano a la hora de plantear la visualidad o construir la historia.
Ya después que tienes eso claro, los recursos creativos son infinitos. No necesariamente tienen que venir del mismo audiovisual, del cine, sino también puede ser de la plástica, de la literatura, de la danza, de la sociedad. Siempre hay muchos elementos que pueden resultar atractivos pero cada proyecto es especial en sí y te va pidiendo su propio camino. Al menos, así lo asumo.
¿Cómo seleccionas tus proyectos?
Es algo contextual. En general, todos los proyectos que hago tienen en común que hay algo de la música o del artista que me llaman la atención, que me parece importante desde el punto de vista cultural o social, o incluso porque existe una conexión personal. Y por eso hay proyectos con mejores condiciones y otros con condiciones menos favorables, con un presupuesto más bajo, pero que siempre tienen algo provechoso más allá de lo económico o de la visibilidad que pueda darme como creador.
Para mí lo principal es que el clip me permita dejar testimonio de algo que va a significar para la gente mucho más que oír un tema musical con imágenes en una discoteca.
¿Cómo se da en tu caso la negociación con los artistas? ¿Quién manda en un clip de Jospeh Ros, tú o los músicos?
Hay un poco de las dos cosas, porque los músicos que trabajan para el mercado suelen tener patrones determinados que tratan de imponer: que las cosas luzcan de una manera, que el artista tenga una presencia dentro del video. Y eso te lo puedes encontrar lo mismo en la música urbana y la salsa que en el jazz. Por ejemplo, para el clip de Roberto Fonseca el pedido de su oficina fue casi el de un artista pop: que Roberto saliera bastante, con una buena imagen, que se viera en contexto. Y me parece válido.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los artistas buscan que yo les proponga; incluso algunos me han permitido escoger el tema musical con el que me gustaría trabajar. Y eso me da una gran libertad para hacer las cosas a mi gusto. Pero aun así busco siempre que haya una negociación, que el artista esté de acuerdo. Intento no hacer nada que el músico no apruebe.
https://www.youtube.com/watch?v=rQIHLeMVz10
¿Cuánto crees que incide el presupuesto en el escenario del clip cubano en la actualidad y, en particular, en tus videos?
El problema es que el audiovisual es caro, al menos cuando pretendes hacer un trabajo serio. Eso es una realidad. Comprar una cámara es muy caro, rentarla también, y la cámara es solo lo básico porque sin ella no hay clip, pero hay muchos elementos más a considerar. Por eso hay que tener bien claro los objetivos antes de invertir en un video.
En mi caso, busco que lo que hago cada día tenga más calidad que lo anterior y trato de adaptarme al momento que estoy viviendo. Un clip de una complejidad determinada hoy puede ser mucho más caro producirlo que hace dos años, porque la tecnología tenía otros costos, porque la vida en el país era más barata. Los tiempos cambian y, con ellos, el escenario de producción.
¿Es complejo hacer clips en Cuba?
Tiene sus complejidades. Existe el mito de que Cuba es más económica para filmar un clip que el resto del mundo, pero eso es solo hasta cierto punto. Al menos ya no lo es tanto. He tenido la oportunidad de intercambiar con colegas de otros países y de ver producciones fuera, y me he dado cuenta de que cada vez nos acercamos más a los estándares internacionales. Incluso en algunas cosas, como la adquisición de determinadas tecnologías, Cuba puede ser más cara que otros lugares.
Claro que hay proyectos de menor complejidad, o en los que uno se puede dar el lujo de ser minimal o conceptual por un interés artístico tuyo o del artista, y el video puede finalmente quedar muy logrado. Pero eso no es válido en todos los casos y hay que tener en cuenta que la publicidad es algo que cuesta dinero, que lleva una inversión de recursos para después tener un resultado.
¿Cómo te las arreglas para no repetirte y hacer clips que complazcan a los músicos, los críticos y el público?
Para mí cada proyecto es un momento especial, tiene una interpretación diferente. Lo interesante es salirme siempre de la zona de confort. Muchas personas prefieren tener un sistema de elementos que reutilizan en sus videos y se hacen un estilo que a los ojos de mucha gente los convierte en un autor.
No tengo nada en contra de quien lo hace, pero para mí es un problema porque me aburre. No voy a decir que nunca haya reutilizado elementos, que haya apelado a ese “oficio” en mis videos, pero lo evito muchísimo. Hacer clips es mi trabajo, lo hago las 24 horas del día, y eso me permite enfocarme en hacerlos diferentes porque le dedico el máximo de mi atención. Me siento una persona privilegiada porque hago lo que me gusta hacer y puedo hacerlo con éxito.
¿Te consideras exigente, preciosista, a la hora de evaluar tus clips?
Sí, un poco. Si no, pregúntale a las personas que trabajan conmigo. Aunque muy pocas veces he quedado con los deseos de borrar un clip, de desear no haberlo hecho.
¿Cuál sería el video más personal de Joseph Ros?
Es muy difícil definir uno. Quizá el más personal de todos sea Final obligado, que le hice a Joaquín Clerch en 2016, porque en él pude hacer literalmente lo que me dio la gana.
Joaquín no radica en Cuba y aunque tuvo la intención de involucrarse en el video su dinámica de trabajo no se lo permitió. Eso frenó por mucho tiempo el proyecto hasta que me di cuenta de que si quería hacer el clip –y quería hacerlo, y mucho, porque yo mismo había escogido el tema dentro de todos los del disco– tenía que asumir todo el protagonismo.
Pocas veces tengo la oportunidad de trabajar con temas musicales que me gusten tanto como ese y den tantas posibilidades de hacer, y quise aprovechar esa libertad para no quedarme con la bola y sin batearla. No creo que haya logrado exactamente lo que quería pero me acerqué bastante, y es uno de mis videos que más me satisfacen.
¿Crees que el clip cubano está en su mejor momento, o piensas que ha vivido etapas mejores?
Por un lado creo que sí y por otro no. Hubo una comunidad de realizadores bien interesantes en los primeros años de los 2000, en la que estaban Pável Giroud, Léster Hamlet, Santana, Bilko Cuervo, Ian Padrón, Julio César Leal e Ismar Rodríguez, entre otros, que intercambiaban entre sí, se veían como un grupo. Fue un momento de esplendor porque las disqueras empezaron a producir clips, la televisión le dio más espacio y la gente empezó a ver más videos cubanos.
Hoy no pasa así. Actualmente la comunidad de realizadores, aunque existe está muy dividida. La gente no se comunica de la misma manera, falta el contacto. No hay un punto en el que todos confluimos, como había en aquel momento. Además, existe la percepción de que cualquiera puede hacer un clip gracias a la democratización de la tecnología, y ya no se aprecia igual el trabajo a cómo lo hacía esa generación. Muchos se contentan con ser complacientes en lugar de intentar algo diferente, innovador.
Sin embargo, no deja de ser un buen momento porque el clip ha sido para un grupo de realizadores la solución a inquietudes creativas que no hemos podido solucionar ni en el cine, ni en la televisión, ni en el musical. Incluso, creo que el movimiento del clip ha sabido encontrar solución a problemas de nuestra industria cultural que otras artes no tienen resueltos: tiene un festival que funciona, una presencia constante en los medios, una repercusión popular, todo un engranaje a su alrededor, y en otras manifestaciones eso no se ve.
¿En qué medida los canales de distribución del clip en la Cuba de hoy condicionan tu trabajo?
Los canales sí condicionan. Por suerte mi trabajo hasta ahora ha sido muy mediático y la mayoría de los artistas que se me acercan buscan que sus videos salgan en los medios tradicionales, en la televisión, porque invierten su energía y su dinero para que puedan verse más allá del Paquete, porque en el Paquete se ve cualquier cosa. Lo bueno y lo malo del Paquete es que cualquiera puede llegar a él, su filtro de calidad es muy bajo.
Eso de que a los artistas no les interese la distribución es un mito. Si esos artistas que dicen que no les interesa estar en la televisión, le dieran un espacio en ella, entonces sí les interesaría. Porque con independencia del Paquete y los canales alternativos, no hay nada más fuerte que la televisión todavía, al menos en Cuba.
¿Qué no debe faltar en un realizador de clips en Cuba hoy?
La creatividad. Pero hay que estudiar mucho también. Muchos realizadores, por comodidad, no estudian, no buscan más allá, lo que hacen es visitar lo que se está haciendo en el momento, mimetizar y producir con esa fórmula. Y por eso no abunda lo diferente, lo en verdad auténtico, y eso pasa no solo en el clip sino en el audiovisual en general y también en la música. Esa falta de riesgo, de estudio, de rigor, al final provoca un estancamiento.
¿Te interesaría dar un salto más allá del clip cubano?
¿A quién no? Tener la posibilidad de que mi abanico de trabajo no incluya solamente Cuba, me daría una serie de opciones mayores y probablemente también mejores de trabajar con música más diversa, con otro tipo de artistas y sonoridades. Eso me interesa mucho, pero ahora mismo no es una posibilidad que tengo completamente en la mano. Es muy complicado porque nos afecta el hecho de que vivimos en una Isla que todavía está muy desconectada del mundo, a pesar de que ha estado de moda en los últimos tiempos.
Todavía somos un país menospreciado a nivel de industria y cuesta mucho trabajo imponerse. Lo que le pasó a Alejandro Pérez es un muy interesante, muy positivo, pero también muy raro. Creo que él, además de su innegable talento, también ha tenido mucha suerte. Es muy difícil que un artista de cualquier país del mundo decida así de repente filmar con un director cubano. Hay muy pocas probabilidades porque no están los mecanismos creados para que los directores cubanos seamos visibles de esa manera y que represente un atractivo para artistas de otros lugares.
Pero pienso que la capacidad creativa está. Aun asumiendo todo lo que he dicho sobre el estancamiento creativo o la repetición de fórmulas, que es algo que sucede no solo en Cuba sino en todo el mundo, creo que hay talento en el clip cubano que pudiera avalar una mayor presencia de los directores cubanos a nivel internacional. Sería bueno que esa opción existiera.
¿Y fuera del clip?
Tengo un proyecto de ficción en el que estoy trabajando a largo plazo. Me interesa mucho la ficción porque me permitiría hacer cosas que todavía no he hecho. También me interesa el documental o hacer espectáculos o seguir ilustrando, todo eso está también en mis planes, pero ello no significa que piense dejar el clip o verlo como un trampolín. El clip siempre va a estar ahí para mí porque es algo que realmente disfruto. No lo asumo como un ejercicio sino como una forma de expresión muy importante y satisfactoria para mí.
¿En qué trabajas ahora?
Ahora mismo estoy trabajando en el diseño de la portada de un disco de Omara Portuondo, una línea en la que he experimentado en los últimos años, y le estoy haciendo un documental a Síntesis por sus 40 años que me tiene muy contento. Los documentales llevan un poco más de tiempo, porque hay que hacer entrevistas, procesar la información. Es lo más ambicioso en lo que trabajo en estos momentos, sin dejar de lado el proyecto de ficción, ni los clips, por supuesto.
¿Cómo te defines creativamente después de diez años filmando videos?
Mi trabajo exige estar todo el tiempo en una búsqueda, así que me definiría como un buscador, como un ansioso creativo. Mi idea es hacer cosas cada vez más interesantes, diferentes, mejor logradas. Quiero que lo que hago se parezca cada vez más a lo que me gusta ver.