Ellas escriben versos en/para/por La Habana

He aquí un manojo apretado de versos escritos por mujeres. Son poetas de diferentes generaciones. En sus textos, La Habana es un ser omnipresente, un manto, un lugar desde donde discursar sobre lo humano y, otra vez, lo humano.

Collage de Margarita García Alonso.

La Habana ha sido pintada, cantada, fotografiada, filmada, danzada y, también, escrita con profusión. El perfil ecléctico de la ciudad, la mezcla sabrosa que conforma el ser habanero, han quedado expuestos en infinidad de obras artísticas. No hay que hacer esfuerzo mayor para relacionar a La Habana con alguna extraordinaria emanación de la conciencia sensible: los interiores del cerro de Portocarrero, las fotos de Grandal, los poemas de Reina María y Fina, las interpretaciones de los arcos y medias luces de Amelia, El Vedado filmado por Titón, el filin de Portillo, el barroco singular de la Catedral…

El arte fija esencias, nos muestra en incesante devenir, habla de lo que fuimos en sucesivas idealizaciones; construcciones que van desde la exaltación hasta el desaliento.

He aquí un manojo apretado de versos escritos por mujeres. Son poetas de diferentes generaciones. En sus textos, La Habana es un ser omnipresente, un manto, un lugar desde donde discursar sobre lo humano y, otra vez, lo humano. Hay quien rememora, hay quien siente el halo de la ciudad en los huesos, y hay quien convoca a reunirse a la orilla del mar para, entre todos, restañarnos en las aguas del Golfo las heridas infringidas por el odio, el desamor, el tiempo. La Habana son los habaneros (valga el error de concordancia), poetas o no, nacidos en la urbe o no. La Habana es, en fin, un acto de invención, de apropiación colectiva: un estado del espíritu.

Es una muestra, que no antología, lo que ofrecemos aquí. Las autoras están diseminadas por el mapa. Viven allá (que en términos cubanos es todo el “allá” posible), viven aquí, pero, en esencia, son de un solo lugar: la sufrida y espléndida ciudad que moraron, soñaron, escribieron, de la que nunca se han ido y a la que siempre, ¡vaya paradoja!, van a volver.

Collage de Margarita García Alonso.

Al Almendares

 

Este río de nombre musical

llega a mi corazón por un camino

de arterias tibias y temblor de diástoles…

 

Él no tiene horizontes de Amazonas

ni misterio de Nilos, pero acaso

ninguno le mejore el cielo limpio

ni la finura de su pie y su talle.

 

Suelto en la tierra azul … Con las estrellas

pastando en los potreros de la Noche…

¡Qué verde luz de los cocuyos hiende

y qué ondular de los cañaverales!

 

O bajo el sol pulposo de las siestas,

amodorrado entre los juncos gráciles,

se lame los jacintos de la orilla

y se cuaja en él almíbares de oro…

¡Un vuelo de sinsontes encendidos

le traza el dulce nombre de Almendares!

 

Su color, entre pálido y moreno:

—Color de mujeres tropicales… —

Su rumbo entre ligero y entre lánguido…

Rumbo de libre pájaro en el aire.

 

Le bebe al campo el sol de la madrugada,

le ciñe a la ciudad brazo de amante.

 

¡Cómo se yergue en la espiral de vientos

del cubano ciclón…! ¡Cómo se dobla

bajo la curva de los Puentes Grandes…!

 

Yo no diré qué mano me lo arranca,

ni de qué piedra de mi pecho nace:

Yo no diré que él sea el más hermoso…

¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!

 

Dulce María Loynaz

 

Collage de Margarita García Alonso.

Lejos de Cuba

 

No son largos sus dedos

al menos no tan largos

como la suerte que dibuja un océano

entre ella y las calles del Vedado

entre ella y el diente de perro en 16

entre ella y la palabra entonces.

La mano

una caricia sobre el negro y el blanco

sobre el hedor sin fondo del Almendares seco

sobre los techos de Cubanacán.

Como la rosa como el perfume

así era ella

son y guajira en el aire extranjero

contradanza y montuno en la melancolía

de un amor que se hizo ajeno en 12 y 23

y de otro amor resucitado en la calle Concordia.

Como lo triste como una lágrima

así soy yo

el ceño se contrae

nota a nota se desgrana el clarinete.

El pie redobla el ritmo

e inaugura otra espera

otro pozo en la fuga y en el pecho.

Como lo triste como una lágrima

así soy yo.

 

Odette Alonso

 

Collage de Margarita García Alonso.

Poema para la mujer que habla sola en el parque de Calzada

 

en tu sombrilla de huecos no se comprende ningún rumor
se cuentan las historias de todas las ciudades que perdieron el mar
de los sitios donde no pudieron levantar más que ruinas
donde a veces nada valió la pena
y deseabas tantas manos improbables
que terminaste siendo un gajo contra el suelo.
hablabas para creer
y ahora incrédula de los parques
incrédula de los hombres
creces de la incoherencia como un golpe humano
como algo ante lo que uno tiene que quitarse la mirada
o sentir como un enrojecimiento ante la falta de tradición
ante el nada que dejar
alguien descarriló tus márgenes
y ahora nos arrancas de tu tiempo
para dejarnos en la categoría de sombras que no respetas
desclasados del cuerpo frente a ti
bien que tienes tu razón
y apenas si la crítica vale
si la denuncia mía no es otra cosa
que el instinto de sentirse animal nuestro
especie nuestra
posibilidad y término nuestro
(que eras como cualquier ser lógico y ahora la soledad te abruma
y nada te detiene y nadie podría detenerte)
¿qué serías en el antes
la madre la concertista la prostituta
la que tenía el tedio la alienada la del amor platónico
la asexual la torpe la que no tuvo continuación?
eres patética y extraordinaria
si mientes mientes con tu verdad
y así te vemos algunos con tu banco con tu sombrilla
con tus labios pintados por fuera con una línea de temblor
haciendo tus cuentos que nadie recuerda
y eterna como un retrato
estoy segura que sabrían oírme si digo que eres
un personaje de Antonioni o de Buñuel
que serías un absoluto para Dostoyevsky
y que tus manos son para Chagall
estás cercana a ellos de alguna manera
como lo estás de mí en algún sitio común de la vida
mujer que habla como a martillazos
nadie hablará de ti pero te quedas
vergüenza que repite su canción
fuera de moda es cierto
frente al teatro de Calzada y D.

Lina de Feria

 

Collage de Margarita García Alonso.

Puerto de La Habana

a Sergio Chaple

albañiles carretoneros improvisados pescadores

caminan bajo el sol

junto a toda la costa de La Habana

el mar insólito y azul ya queda sobre el muro

desnudo

el pequeño Gabriel estruja un mango

 

a lo lejos

un bebedor de ron se aniquila a sí mismo

con un puñal de espera

 

a lo lejos

una lancha se encamina a cortar

el ombligo del cielo

 

allá siguen los hombres caminando rojizos

trayendo la carga de chapapote negro

en las espaldas

mientras el mar insólito y azul

 

Nancy Morejón

 

Collage de Margarita García Alonso.

Parque Almendares

 

Sobre todas las cosas el invierno

sobre el río que lame el fondo

y es el fondo mismo

sobre todas las cosas el musgo.

Aliento de la muerte

merodeando en la hoja,

el bote, la tarde,

mi sombra junto al banco

dando de comer al tiempo

su dosis de perdón.

 

Lizette Espinosa

Collage de Margarita García Alonso.

 

REINA es una calle demasiado larga

cuando la impaciencia no es para uno

—ya se sabe

que al otro lado del hilo

hay alguien que está esperando—

y el único papel sobrante

es el de la cortesía.

Se pueden aprender todas esas cosas

además del art nouveau,

mientras se camina

luchando contra el tiempo,

dolorosamente.

 

Mirta Yáñez

 

Collage de Margarita García Alonso.

Mater Galleta

 

Detrás de girasoles

camino a El Vedado

como una novia

que arrastra

galletas secas

 

busco el mar,

agua que esparza

 

este polvillo

llega a la rodilla

y finalmente caigo

 

en un charco

alimento samuráis

peces de colas rojas,

atolondrados por el tun tun

tumba tum tum

 

en la frontera

de El Vedado con Infanta

 

sin  identidad

coloco pancarta

que roza la pelvis

del cielo

 

nubes bajas,

 

dime,  aquí estuve antes,

¿han desatado

a los estudiantes

de medicina?

 

fui curandera del Moro

que esperaba al camello

 

en el cuarto piso

reparé naves,

apreté tuerca

retuve invasión

alienígena

 

he dormido en O,

en la esquina a 27

desaté improperios

contra el bonsai

que crece un centímetro

pero pierde frutos minúsculos

cada mes, en luna llena,

esa redonda luna

china del Malecón

arrastra galleticas

 

si el vecino silba

otro pez del pez

mueve agalla

 

no se ha ido,

pero poco falta,

 

en la olla de presión

cocino al puercoespín

que mordizqueó

mi pancarta

 

a la vieja le tocan

las espinas,

quiere lo suyo

envuelto en periódico

 

da igual,

estoy más abierta

que un agujero

en La Habana,

 

veinte veces he visto

la misma película,

de la pantalla

desprendí un abedul

para abrigarme

 

llueve,

el agua ronronea

en La Rampa,

 

algo raro pasa

con los peces,

 

interrumpen

bruscamente

la ronda,

 

voy a recoger mosaicos

intentaré rescatar madera,

un fragmento de Alma

-Máter-

me solidifica.

 

Margarita García Alonso

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Pronóstico de un cuerpo

 

Tranquila y acodada una observa

el modo de un insecto y sonríe

con deseos de colgarse al capitel.

Hace un meneo de párpados, registra

el mundo secreto de las cosas

en una contemplación pausada desde lo bajo,

abajo.

El ruido del agua que desborda los tanques y no cae,

pero igual; la fecha en las ampolletas

o la taza de leche vacía, blanco precipicio

en el que brilla el taño lavado.

Un país en sombras, una sombra de harina,

y el canalillo profundo donde la angustia de remates.

Rieles, barras, entre el bulto del pecho y la costilla.

Nada hay que vigilar o limpiar aunque me piquen.

Todo pasará o estará ahí si es que debe, pero sé

que el tren cruzará sobre mí temprano.

No habrá tiempo para escupir al diablo entero,

él hará lo suyo sin devolver cadáver por crisálida.

Mi bastión no aguantará esta guerra sierva al cuerpo

una bola agria, un cangrejo moral que voy triturando

en la desvida

mientras mi hija culpa como antes culpé.

Triste pasajera en sonsonete.

Luyanó. Vitelas. ¡Ah, La Habana de inútiles arribos!

En la estación que acorta mi suspiro,

solo escucho y me tumbo.

A las seis rompe el grito y miro al techo. Bordo

en la marca del dolor pendido

cada hora de mi hora que fijo a una pared.

 

Leyla Leyva

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Ronda

 

Esta noche iremos

a cantar al puerto,

todos en procesión como niños dormidos.

Vamos, que el agua espera

con su temblor de escamas

a la sombra del muro

que la ciñe de bruma.

Vamos en la nube

que distraída flota

sobre el filo de un sueño.

Vamos al mar esta noche

con las luces de Casablanca

rientes a lo lejos

y el gran Cristo de brazos abiertos

tan blanco y tan solo.

Regresemos ya todos

los que el viento empujó

y abracémonos más allá de las fuga,

más allá de esta ausencia que en la ausencia se quema.

Lleguemos al mar y curémonos

de todos los espantos.

 

Norma Quintana

 

 

Alguien que está escribiendo su ternura

 

Porque a pesar de la tristeza y estas cosas

De cuantas veces me parezco al camino

Y cuántos años pasaron desde entonces.

Porque florece un barco a cada ola

Y el Puerto de La Habana trae un viento

Salobre a mis pupilas.

Porque la Patria

El mundo

Y el amor que dibuja los vitrales.

Si existe una mujer existe un sueño

Alguien que está escribiendo su ternura

Desde la Plaza de Armas.

 

Marilyn Bobes

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Habana del centro

 

Manrique y Lealtad de mis niñeces.
Concordia, Malecón, Perseverancia,
bocacalle marina, junto a la droguería
Danhauser, con nombre de ópera.
Pequeños comercios de la calle transversa.
Campanillas del tranvía, entre la madrugada.
Ruido de la puerta de hierro de la carnicería.
Descascarados rosa y verde pálido
de la alta pared. Sombra amiga del libro
sobre el asiento de rejilla.
Almidón de los trajes colgados
en la lavandería de los chinos
(y el medio de galleticas de plátano).
Fuerte olor de algas podridas, costas.
Olas blancas batiendo el oscuro arrecife.
Y entre los azulejos verdi-blancos,
el pescado en la gran pesa romana.
Cine Neptuno de los pastelillos.
Larga calle de Águila. Se «realizan» telas.
Tablita de «Se alquila» en el balcón.
(Pasa el camión de la mudanza).

Fina García-Marruz

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Holograma del trópico

 

I

Hay un paisaje oculto

en los amables espectáculos del trópico.

 

Una totalidad que adquiere peso

en visiones veloces,

mínimos espacios

donde cortan el pasto vacas ciegas.

Hablo de vacas que quieren suicidarse

y de mulos soleados

que sortean la carga abusiva de los dueños

mientras la tarde se hunde de esquinazo,

sin remedio.

 

Es una escena desasida de toda permanencia,

penetra en la retina

y continúa luego, fuera de sí,

registrando detalles (anteriores/posteriores)

de extraños y fugaces movimientos.

 

II

Un tren sin marcha es tiempo roto.

Debe avanzar llevándose clamores

sobre todo el placer desaforado

de los amantes que reverencian el ruido del metal.

 

En su interior planean eruditos,

románticos farsantes

que juran amor eterno a una joven

que es otra cada vez.

 

(Un impostor usa el nombre del hermano,

porque aborrece que le llamen Juan…

El sabio improvisa cíclicos discursos

acerca de las inmolaciones.)

 

III

Si el tiempo detuviera su paso unos segundos,

si esa sensación tantas veces soñada se hiciera perceptible,

mortal,

si tocara vivirla,

sería viajar en un furgón

cuyas ruedas rechinan giros inversos

repartiendo los haces hirientes de las chispas,

y entran apaciguadas en las sinfónicas,

inmóviles imágenes de la paz del trópico.

 

IV

Treinta años después, en la Estación Central,

no sé cuál es el tren que se detiene en la explanada

donde esperan amigos con quienes pactamos

desplazamientos futuros de ida y vuelta.

(Hablo de mis amigos, cuyos nombres a veces no recuerdo.

O no sé si serán amigos de mi padre,

juntados para una romería.)

 

Un déjà vu recorrerá mi cuerpo

cuando cierre los ojos y suba la escalerilla

empujada por nadie.

 

Los trenes ya no existen.

Da igual si continúan en las guías,

en paraderos por donde salta el tiempo,

con la solemne prisa de sus itinerarios.

 

V

Parece que escaparon por algún resquicio:

los trenes, el tiempo, nosotros,

las vacas suicidas, y quienes juraron ser sus dueños

y siguen tasando sus cargos de conciencia.

 

¿Quién va a extrañar todo de golpe?

¿En manos de quiénes quedaría

el orden ascendente que prometían las postales

de una ciudad que se escapaba en la mañana y en las tardes,

dispuesta a perseguir bucólicos follajes?

 

VI

Se descompone el hierro,

se licúan sus íntimas sustancias

y la emulsión corroe la arquitectura de inclemencia

con que fue diseñada la máquina de ver.

 

Se ha abierto la compuerta

y llegan los feriantes a tomarlo todo.

Como dueños del mundo rodean el andén

y prueban los acoples de otras fastuosas naves

forjadas con oro casi rojo.

 

¿Imitarán y venderán en ellas los rostros ingenuos

de aquellos venerados impostores y eruditos

que pronosticaban epidemias,

catástrofes, indiferencia y ruina y desamor

haciéndole al paseante su viaje memorable?

 

A la rareza aurífera de las flamantes máquinas

se adicionan signos y cantos perversos y graciosos

para franquear el universo en la paz del know-how.

¿Será este el viaje que soñamos?

 

Rezo porque la lluvia y los lémures

y las entrañas y los líquidos úricos

frezados al paso de los siglos, por mis padres y sus padres,

consigan por fin la sanación

de las líneas ardientes donde descansa Oggún.

 

 

Charo Guerra

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Tuétano

 

La Habana reverbera, se resiste,

revienta en los adoquines.

Años luz,

presiento su galaxia de estrella niña.

No la nombro ni me nombra.

 

La Habana guarda en mí lo irrepetible,

pulsa como un nervio;

detrás de todo, siempre,

el ámbar de su verano.

Me hiere por vez primera

mi cuerpo descubriendo su costumbre:

mi padre y yo en la Alameda de Paula,

la mano brújula de mi madre.

 

A veces canta su cancioncilla,

cambia mi voz,

sopla sus polvos sin que la vea.

Boca monstruosa,

como una rémora se aferra a mis caderas.

 

La Habana susurra en mí, siempre en mí,

fantasma incómodo;

despacio me aprieta el cráneo,

Reina de Agua

reclama mi cabeza.

 

Kelly Martínez-Grandal

 

Collage de Margarita García Alonso.

Reencarnación

Oh, Egipto, de tu religión
no quedarán sino algunos cuentos…

Hermes Trismegisto

Nací en una cesta de caña.

Mi boca era dulce como el beso del desierto.

Tuve un collar de jade

y un vestido transparente para mis pechos desnudos

cuando el astro de luz cruzaba entre las nubes

en su barca temprana de papiro.

 

Hace siglos tuve rostro de princesa.

Y mis ojos se asomaban a los belfos de la Esfinge,

tan mansos y amarillos

como las dunas de hoy.

 

Fui la amante de un esclavo prisionero.

Supe del vasto tiempo que llamaban

(y aún llaman)     amor.

Y una losa de piedra terminó por sepultarnos

en la cámara escondida de una tumba real.

 

Fue la muerte un orgasmo en el polvo oscurecido

hasta el vientre moderno donde crecí de nuevo.

 

En mi cuarto de cristales se acumulan

los testigos:

esfinges en miniaturas

reproducciones de momias.

Pero aún busco en mi pupila lacerada

el ojo mutante de los gatos

—esos dioses feroces y adorables.

Siento el calor de las piedras

con que se alzaron los templos

y recuerdo su textura

y escucho el silbido del viento.

 

Una princesa deambula por los parques de La Habana,

pasea por sus calles

y nadie la ve.

Llevo en mis genes el rastro de otra sangre más antigua

y mi sombra cruje como un escarabajo.

 

Este cuerpo ha madurado bajo un sol ahora benigno,

estas manos son más suaves,

este pelo menos tibio,

pero mi sexo se moja con el húmedo olor de ayer.

 

Y todavía te busco,

amante remoto y mío,

todavía ardo como el suelo de Egipto…

 

Daína Chaviano

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Ola, penitencia

Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo

Ida Vitale

 

Tengo guardada una lengua
en alguna parte de mí.
Yo, que soy el territorio de nadie
un campo de batalla
un almacén de trastos abandonados en Alamar.

 

La mantengo encerrada, mejor, digo.
Y a veces quiere escapar
y no la dejo.
Cruzo en silencio la bahía del petróleo, hacia Regla.
Mantener la boca cerrada cuesta mares.
Y allí desatar el pandemónium.
Decirle a ella todo lo que mienten.
Pedirle a hincadas que los mate por hablar tanta mierda.

Lanchas que frenan de repente en las oscuras aguas a pleno mediodía
podrían delatarnos.
Nunca estás a salvo en esta jungla de lenguas viperinas.

 

Tengo guardada una lengua
en alguna parte de mí.
Yo, que soy la ola sucia de nadie
una vela ardiente en el santuario
un bote anclado en la bahía.
Y la mantengo guardada
pues le temo a la vendimia
y a las voces rompiéndome el martirio
mientras con sus garras de ciudad salada
abren mi boca y me rompen las verdades.

Y eso no puede suceder.
Porque no soy nada sin mi lengua
que no es mía, pero me pertenece.

 

Sussette Cordero

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

Banco rosa  (Boceto)

 

a mi amigo Arrufat en sus 75 años

…Ahora

no solo alas

sino todo un ropaje singular

y maquillaje digno de Salón.

 

Es domingo. Las que obran

son prestas manos de mujer.

 

Hay su consentimiento. Incluso

su disposición:

¿Sir Anton?

¿Lord Anton?

¿Monsieur Anton?

 

¡Flash!!       ¡Flash!       ¡Flash!

 

La duración de la imagen, su proyección, breve y accidentada.

 

Se acompaña con flash cada nombramiento. En ausencia de uno de los nombramientos se deja de disparar un flash.

 

El punto de origen de cada flash, en las cuatro direcciones. De manera que el torso iluminado fuera también así crucificado por la luz y, por consiguiente, virtualmente borrado. Pero solo un instante.

 

Discreta (connotada) mansión en el Bulevar del Trocadero.

El familiar: un armadillo. Muerto ya su oído, muerta su visión.

Pero también la esposa desde, diría él, hace tanto tanto tiempo… como el armadillo.

 

Arbolado el bulevar del Trocadero.  Olorosísimas magnolias, grandísimas acacias cuyo llanto perenne es oportunamente aprovechado por aquellos que ya no tienen lágrimas.

 

Cortesía de sir Anton con esa vecindad que tanto lo ha sabido aplaudir.

 

Terrenos aledaños al bulevar son siembra fértil de magníficos y variados frutales, bosque del que se sirve día a día su distinguida mesa,  mejor entre mejores: guanábana, anón de ojo, anones de manteca, muy dulces marañones y bizcochuelos y, no habrían de faltar higueras y datileras, dotadas de cuidados especiales por jóvenes mentores venidos del lejano Marruecos.

 

Un ARTEFACTO de lujo instalado sobre sillón moaré, cuya atención y cuidados especiales, tarea de la esposa, vigilará Sir Antón una vez por semana, siempre en domingo.

 

El sillón al centro de la Sala Mayor. Y en esta sala cortinajes rosa cubriendo las ventanas, espejos (marco rosa) situados de tal forma que reproduzcan el tesoro ene veces.

 

Nombre del artefacto: Banco Rosa (a todas luces una condescendencia con la vulgaridad que el tiempo impone). Ni nombre-signo ni bella forma ni detalles especiales.

 

Un punto circular le servirá de alarma.

 

Su valor, del todo inconmensurable, pero se torna Ley el desconocimiento absoluto de uso o destinación.

 

¡Ah! Sir Anton, de perfil, irradiaba…

 

Cobraba una belleza única, sensacional. Irradiar… no es manera trivial de describirlo, no es un lugar común.

 

Visto así, quizás en un balcón, su perfil despedía o atraía hacia sí luces, destellos, caprichosas y bellas figuras luminosas. Y donde verdaderamente más luz tenía era en nuestra mirada entusiasta, llena de serena y suave admiración.

 

Es domingo. Manos

afanosas, de mujer

consiguen la perfección de un ala

y su doble. Consiguen

por igual

que aquel rostro deslumbre.

 

El bulevar de Trocadero, engalanado. Grandes hojas de palma acarreadas por esos listos (púberes) marroquíes. Despiden las magnolias su olor, las acacias su llanto. Sir Anton extenderá la diestra, indicará el instante…

 

Esta vez añade él el ENTUSIASMO.

 

Ríe. Una cascada

de luz

(lo nunca

acontecido)

brota.

 

Clama la multitud.

El añorado día extiende ya

su paso. El secreto

del Banco Rosa ha de ser develado.

 

Pesa la expectación más que la regia túnica, más

que la lluvia que el cielo anuncia

y

ya

empieza

 

a

desplomar…

Sir Anton

¡flash!

Lord Anton

¡Flash!

Monsieur Anton

¡Flash!

 

Vuelve a la ausencia un franco TIRADOR.

 

Soleida Ríos

 

Collage de Margarita García Alonso.

 

La ola

Desearíamos poder conocer la ola

responsable del naufragio,

pero resulta que nosotros somos esa misma ola.

Inger Cristhense

 

¿Viste el mar?

¿Alguna vez viste el mar?

Ese mar que no tiene fondo,

no tiene peces

-bocas que auxiliar tampoco-,

en la patana que te lleva a Regla

ida y vuelta para bautizarte

por un centavo

echado en la bahía?

¡Vale tan poco y es tan azul!

 

El mar con su indiferencia

no me deja navegar -no me deja ser-,

con la pena clavada contra el girasol

pisoteado por la gente.

Su sonrisa a medias que fueron olas

que ya no estallan de dolor.

 

II

 

Al volver de la lancha,

el carro demasiado alto donde me subí

y el chofer me rasgó la mano sin querer

para que no cayera contra el pavimento.

Ese chofer que tironea

las pocas formas que tengo de ser ya

-y de sentir- que me quedan:

desde un no ser de donde provengo

que quiere convertirse en yo,

es el único roce que tengo:

aquel contacto de piel pegajosa

contra el rallado de la mano

con su eterna juventud,

contaminándome

de una luz que relampaguea en el cristal

y enciende un poco,

solo por un momento en el retrovisor,

su rostro

desde ese otro mar desde donde partí

(que no es el mismo

y que tampoco es otro)

hacia donde no llego tampoco,

resbalándome.

 

Reina María Rodríguez

 

Collage de Margarita García Alonso.

El momento más grave

 

La Habana es la ciudad del hambre,

la ciudad de los apetitos.

Voy a nacer en La Habana.

Voy a nadar cinco generaciones,

para llegar al vientre de mi madre,

que sabe a sal.

La Habana es sol, es salobre, es salmuera.

Voy a llegar al Prado,

para inmortalizarme con mi hermana,

en esa foto sepia, de cámara de cajón.

Voy a perder los pies

caminando las calles de La Habana.

Me voy a arrastrar como el mutilado del parque de los héroes,

sin ninguna heroicidad.

Voy a ser joven y lustrosa como una moneda.

La Habana es la ciudad del churre, del ron,

de las columnas.

En La Habana me sacan los ojos

y me los vuelvo a poner.

En La Habana me crucifico con vítores,

vuelvo a cargar los cubos de agua,

a bañarme en una palangana

con sangre del cuarto de los gallos.

Cuando esté en París,

voy a soñar con La Habana.

Cuando me muera,

voy a soñar con La Habana.

Cuando sea inmortal

y me agiten como un trapo

tendido al sol.

Damaris Calderón

 

 

Las autoras:

DULCE MARÍA LOYNAZ (La Habana, 1902-1997). Poeta y novelista. Premio Cervantes 1992, Premio Nacional de Literatura 1987. Desde 1959 fue miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, institución que presidió entre 1992 y 1997. Entre sus poemarios más notables se cuentan Juegos de agua (1947),  Carta de amor al rey Tut-Ank-Amen (1953), Últimos días de una casa (1958) y La novia de Lázaro (1993).

ODETTE ALONSO (Santiago de Cuba, 1964). Poeta y narradora. Merecedora de importantes lauros literarios, como el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 1999. Algunos de sus colecciones de poema son: Últimos días de un país (2019), Old Music Island (2017) e Insomnios en la noche del espejo (1999).

LINA DE FERIA (Santiago de Cuba, 1945). Poeta, investigadora y crítica literaria. Merecedora en varias ocasiones del Premio de la Crítica. Se señalan entre sus títulos más notables Casa que no existía (1967), A mansalva de los años (1990), El ojo milenario (1995),  El rostro equidistante (2001) y País sin abedules (2003).

NANCY MOREJÓN (La Habana, 1944). Poeta, ensayista y traductora. Premio Nacional de Literatura 2001, Premio Yari-Yari 2004 de Poesía Contemporánea por el conjunto de su obra, de la Universidad de Nueva York. Entre sus poemarios más notables están Richard trajo su flauta y otros argumentos (1967), Piedra Pulida (1986), Cuerda veloz (2002) y Carbones silvestres (2006).

LIZETTE ESPINOSA (La Habana, 1969) Poeta. Ha publicado los volúmenes de versos Donde se quiebra la luz (2015), Por la ruta del agua (2017), Lumbre (2018), Humo (2019) y Rituales (2016).

MIRTA YÁÑEZ (La Habana, 1947) Narradora y poetisa. Cinco Premios de la Crítica y Premio Nacional de Literatura 2018. Su último libro publicado fue Damas de social (2014, en colaboración con Nancy Alonso).

MARGARITA GARCÍA ALONSO (Matanzas, 1959). Poeta, narradora, artista visual y periodista. Algunas de sus colecciones de versos son: Sustos de muchacha (1988), Cuaderno del Moro (1990), La costurera de Malasaña (2012), El centeno que corta el aire (2013), Breviario de margaritas (2014) y Zupia (2016).

LEYLA LEYVA (Cienfuegos, 1964). Poeta, crítica literaria, periodista. Premio Lourdes Casal de Poesía en su primera convocatoria internacional. Autora de los poemarios Piélagos (2000), Ejercicios carnales (2009) y Estado de espera (2012).

NORMA QUINTANA (Pinar del Río, 1957). Poeta, investigadora y docente universitaria. Su libro más reciente es Memoria de mis días (2018).

MARILYN BOBES (La Habana, 1955). Poeta, narradora y periodista. Dos veces Premio Casa de las Américas, en los géneros de cuento y novela, respectivamente. Su poesía está recogida en La aguja racional (2011).

FINA GARCÍA-MARRUZ (La Habana, 1923). Poeta, investigadora y crítica literaria. Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” 2007 y Premio Iberoamericano de Poesía “Reina Sofía” 2011. Sus colecciones de versos más estudiadas son Transfiguraciones de Jesús en el monte (1947), Visitaciones (1970), Créditos de Charlot (1990), La Habana del centro (1997) y El instante raro (2010).

CHARO GUERRA (Limonar, 1962). Poeta, narradora y editora. Su último libro publicado es Mientras llegan los gatos salvajes (Ediciones Extramuros, 2017).

KELLY MARTÍNEZ-GRANDAL (La Habana, 1980). Poeta, ensayista y crítico de fotografía. Ha publicado Medulla Oblongata (2017). Su segundo poemario, Zugunruhe, aparecerá en el 2020.

DAÍNA CHAVIANO (La Habana, 1957). Poeta, cuentista y novelista. Ampliamente reconocida como una de las principales voces de la narrativa de ciencia ficción y fantástica en nuestra lengua. Es autora de la tetralogía novelística La Habana oculta. El texto que aquí incluimos pertenece al poemario Confesiones eróticas y otros hechizos (1994).

SUSSETTE CORDERO (Cabañas 1982). Bibliotecaria, Poeta y narradora. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Premio de Poesía La masmédula, Argentina. Tiene publicado Arar la sombra (2016) y Yo maté a Marilyn Monroe (2016).

SOLEIDA RÍOS (Santiago de Cuba, 1950). Poeta y promotora cultural. Ha publicado, entre otros, los libros De la Sierra (1977), De pronto abril (1979), Entre mundo y juguete (1987) y El libro roto (1994). El poema que presentamos pertenece al libro Estrías, ganador del Premio Nicolás Guillén de poesía 2012.

REINA MARÍA RODRÍGUEZ (La Habana, 1952). Poeta. Premio Nacional de Literatura 2013 y Premio Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda”. En dos ocasiones ha recibido el premio Casa de las América de Poesía. Entre sus títulos más destacados están La gente de mi barrio (1976), Para un cordero blanco (1984), En la arena de Padua (1992), Páramos (1994), La foto del invernadero (1999), El libro de las clientas (2005) y Bosque negro (2014).

DAMARIS CALDERÓN (La Habana, 1967). Poeta, narradora, pintora, docente y ensayista. Premio Altazor a las Artes (género de poesía) 2014, y Premio de la Fundación Pablo Neruda a la trayectoria, ambas distinciones de Chile. Entre otros, ha publicado los siguientes libros de versos: Con el terror del equilibrista (1987), Duras aguas del trópico (1992), Guijarros (1994), Duro de roer (1999), Con el terror del equilibrista (1987), Sílabas. Ecce Homo (2001), La extranjera (2007) y El remoto país imposible (2010).

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