Roberto Manzano (Ciego de Ávila, 1949) es un poeta precoz de aparición tardía. En 1963 “comete” su primer poema. De principios de los años setenta del pasado siglo es uno de sus textos más célebres: “Canto a la sabana”, que funda, con madurez sorprendente, el camino de su extensa e intensa obra poética, y que en su momento fue calificado como fundacional del tojosismo[1]. Sin embargo, no es hasta 1992 que aparece su primer poemario: Puerta al camino. Tiene entonces cuarenta y tres años, y es un secreto a voces entre la gente del gremio su originalidad artística y la consistencia de sus juicios estéticos. Percepción que no ha dejado de crecer entre lectores y críticos.
Acaba de arribar a su setenta cumpleaños vigoroso, creativo, cargado de proyectos editoriales propios y ajenos. Ejerce el magisterio en diversos ámbitos, una actividad que recorre su biografía. Entonces es buen momento para dejar sentado cuánto lo queremos y admiramos sus colegas. Manzano es un poeta que nos honra honrar.
¿Qué fue el tojosismo?
Te defino brevemente la poesía de la tierra: tendencia poética surgida a principios de los años setenta, que se caracterizó, entre otros, por los siguientes rasgos: regreso a la subjetividad lírica, recuperación de la relación entre naturaleza y cultura, peculiar de la tradición poética nacional; empleo de la mirada del niño como lenguaje expresivo, apropiación de los espacios rurales y de los pequeños pueblos, reutilización del versículo, la prosa, el fraseo conversacional, pero sobre todo de las formas pautadas y una mayor elaboración sentimental. Hay muchas teorías que explican la procedencia del término tojosismo. Para mí, viene de las huestes estéticas que se sintieron amenazadas. El término era bello, pero se pronunció con especial desprecio.
¿Cuándo tuviste la primera noción de la poesía?
Es más fácil datar un concepto que una noción. La primera noción se me escapa. Entonces me parece que la poesía siempre estuvo ahí, a mi alrededor. Es más cómodo pensar así, y hasta más verdadero. Luego la noción se fue dibujando internamente, agregando universo a su núcleo de ensoñación original. Creció con vivencias y lecturas, con angustias y utopías. Y se me ha tornado una médula incanjeable.
Cronológicamente hablando, ¿cuál es el primer hecho poético de significación en tu vida?
Nacer, hermano: fue un hecho violento y hermoso. Dice mi madre que no lloré. Es una voz autorizada. No importa, lo he hecho después. Aunque no tengo verdadera vocación de llanto. Siempre la esperanza me aurorea la noche mayor.
¿Cuándo te asumiste como un poeta?
Desde el principio, de una manera informe. Siempre con esa ensoñación interior. Pero cuando realmente vi de modo arrasador que me tocaba ese destino con todo su apostolado tremendo fue cuando tuve hijos y el país entraba en situación de catástrofe.
¿Existe un estado de conciencia que podría llamarse de percepción poética? ¿Las visitaciones de la poesía son trances? ¿Qué es más ajustado decir: «soy poeta» o «estoy poeta»?
Existen estados de conciencia que se pueden llamar de percepción poética. Muchos, según los temperamentos y estimativas del mundo. Algunas visitaciones de la poesía son trances. Pero no siempre, incluso te diría: no es lo más frecuente. Lo que se llama trance son prontos muy escasos de la psiquis: con ellos no se pueden llenar quinientas páginas de obras escogidas o completas. Por eso no es productivo asociar la percepción poética con una conciencia en trance. Pero esa percepción es verdad que no es la cotidiana. La poesía, aunque represente una inmediatez total, es siempre extracotidiana. Ella está en el ser, no en el estar. Pero el poeta la entrevé desde el estar: un poeta tiene que estar para ser. Desde ese estar que se elonga extrañamente hacia el ser el poeta junta lo cotidiano y lo extracotidiano en la insólita aduana incandescente de la imagen.
¿Crees que hay una percepción respetuosa de la condición/oficio de poeta en nuestra sociedad?
En lo más mínimo. Hablo como acto de psicología social. Ve a las instituciones: serán muy discretos, pero te harán saber que la poesía tiene sus problemas. Ve a los medios de comunicación: serán muy considerados, pero te harán saber que la poesía tiene sus problemas. No ellos: la poesía. Conviértete en un sociólogo intuitivo y encuesta en silencio a tus compatriotas: puede que simpaticen contigo, pero no se esforzarán en lo más mínimo en buscar tus libros para leerte como Dios manda. ¿Para qué seguir? Instituciones, medios de comunicación, compatriotas me expresarán con rapidez y energía que estoy absolutamente equivocado. Yo mismo desearía estar equivocado, la verdad.
¿Cómo convencer a la novia de que el sujeto lírico no siempre es la voz del autor?
Casi imposible. Las relaciones afectivas diarias con un texto no pueden concebir que en medio de un éxtasis se respeten tanto las convenciones de representación. Pero el arte es el arte. Y hasta en el máximo dolor se respetan ciertas estructuras de enunciación. ¿Cómo explicar que las elegías de Luisa Pérez de Zambrana por la muerte de sus hijos cumplan tan rigurosamente con la dulzura de sus endecasílabos? Lo que ocurre con las formas también ocurre con los contenidos. Y en el poema romántico o erótico puede haber, y de hecho siempre las hay cuando los textos son válidos artísticamente, inspiraciones ideales y enunciaciones de carácter convencional. Además, no todas las novias tienen legítima cultura poética.
Dame tres definiciones de «poesía» que no sean tuyas y con las cuales te identifiques.
La primera, de Eliseo Diego, que plantea más o menos que la poesía es una conversación en la penumbra. Aunque es indudable que esa definición tiene una enorme influencia inglesa y norteamericana, es bastante cubana también: caracteriza un modo de hacer la poesía de una rama importante de la tradición nacional.
La segunda, de Lezama Lima, enteramente criolla, define a través de una imagen: la poesía es un caracol nocturno en un rectángulo de agua. Una reminiscencia probable del niño poeta que descubrió alguna noche un caracol atravesando una batea. La reminiscencia era el arca de oro de Lezama. Muy útil esa definición. Además, insiste en dos poleas poéticas: la memoria y la imagen.
La tercera, de José Martí, para mí la más completa, dice que la poesía es el lenguaje de lo subjetivo permanente. Puede haber confesionalidad y misterio, pero si no hay un entronque de la mirada con lo permanente no se produce la conjunción entre la poesía y el poema. El pensamiento poético cubano está sin estudiar como sistema. Pero es tan bello como su producción lírica.
¿Tienes una definición propia de poesía?
Sí, tengo una, pero es una hipótesis para poder trabajar. Tiene que ver con el mundo de las formas, no de la actitud. Me ha resultado muy útil como mecanismo de detección en lo instrumental ejecutado. Rezaría más o menos así: La poesía es la representación del mundo interior a través de la inscripción de imágenes, que son simultáneas, en palabras, que son secuenciales. Por eso siempre digo que en la ciencia de la traducción se encuentran muchas explicaciones de los problemas psicológicos de la representación creadora.
Un poeta venezolano dijo que no sirve para nada, excepto para ayudar a vivir.
La poesía es una de las más altas actividades antropológicas. Si uno se coloca frente a su destino y la realidad en las más bajas e inmediatas actividades antropológicas no puede entender la poesía. Mucho menos sus increíbles beneficios. Se trata de en cuál piso del espíritu eres un inquilino habitual. El pensamiento poético cubano tiene sus gallos y sus alciones. Los gallos explican que la poesía sirve para ser una persona de «la madrugada», como decía Alberti. Los alciones entran en la relojería nocturna del alma y tratan de traducir el misterio del mundo interior. Ambos se complementan. Unos proyectan el cono de beneficios hacia la comunidad y otros hacia la persona. El deber de la poesía es acompañarnos a todos. Martí desarrolló una teoría del verso como compañero del alma. Considero que la poesía nos sirve, al menos, en tres aspectos esenciales: como método de conocimiento, como modelo de emancipación y como servicio de espiritualidad. Cada uno de ellos, y los tres en conjunto, son muy largos de explicar. Entonces, si la explicación es tan larga, y no tenemos tiempo para ella, aceptémosla como una fe. La poesía es una fe: de aquí derivan muchos beneficios, todos de una rápida sinergia.
¿Qué te propones como poeta, cuál es tu finalidad? ¿Qué se propone tu poesía? ¿Hay identidad absoluta de propósitos entre el autor y su obra o son entes de alguna independencia?
Mi finalidad como poeta es el mejoramiento. Un mejoramiento que dé con el afuera desde adentro. Mi poesía se propone volver a mirar, para recomenzar. El único ser humano que en Cuba anuló cualquier diferencia entre el autor y la obra fue José Martí. Todos los demás evolucionamos trabajosamente: unos lo alcanzan más rápido que otros, en ciertas magnitudes, o no lo alcanzan nunca. El ideal es que tu palabra seas tú mismo, de punta a punta, sin sobraduras de ninguna índole.
Señala los tres momentos más trascendentes de la poesía cubana.
No los he contado, pero he pensado en ellos: los llamo nodos críticos. No veo que los que explican la historiografía poética cubana tengan extraída una lógica del proceso. No digo que no los adviertan: por supuesto que sí. Los libros conocidos abundan en sus descripciones. Pero no extraen una dinámica, una comprensión discursiva. Me limitaré al siglo xx. Sólo enuncio los nodos. Al comenzar el siglo hay un nodo: tiene sus rasgos propios. El nodo de la tercera década comienza con rasgos distintivos y se despide con anunciaciones también muy distintivas. A 1959 se llega desde todas partes y un nuevo nodo de compleja urdimbre cataliza ese encuentro. Después de 1959 se acelera el proceso, y la historiografía poética pierde su capacidad real de diagnóstico. La creación desborda a la crítica y a la intelección abstracta. Pero lo interesante no es saber que los nodos existen y describirlos. Lo que urge es pulverizar esa visión implícita de que hubo un cambio de pantalla y la interfaz produjo otra visualidad. Se trata de ir de la imagen de entrada a la de salida a través de la caja oscura: dar con la dinámica oculta de su inmanencia. Abordar el transcurso desde su compacta lógica interior.
El colombiano Jorge Zalamea sostenía que no hay pueblos poéticamente subdesarrollados.
Es una definición muy exacta, y muy descolonizante. Sería muy bueno reafirmarla hoy en tanto foro donde se discute el arte. Sobre todo con aquellos que siempre miran hacia los centros simbólicos de poder. Hoy la alienación del pensamiento circular es tremenda: Hegemón está en el centro produciendo márgenes de continuo, y en ocasiones centraliza algunos márgenes, siempre que resulten obedientes y lucrativos. El primer requisito para que Hegemón tenga en cuenta esos márgenes es que sean transgresores por pura inadaptación, y no por deseos enérgicos de transformación. Pero los pueblos, donde aún existen, generan sus propios transformadores simbólicos. Digo donde aún existen porque el proceso de diluir a los pueblos en masas va muy adelantado. Y un pueblo que es convertido en masa ya entra bajo el control absoluto de Hegemón. No es el deterioro económico quien expulsa con más eficacia a la poesía: es el deterioro espiritual.
¿Necesita el poeta el sufrimiento como materia prima?
La victoria también es artística. Hay mucho mausoleo, obelisco y arco de triunfo en la historia de la poesía. Píndaro existe, y la poesía pindárica nunca muere totalmente. El problema para la poesía no es la victoria en sí misma, sino la alienación en que vive la especie humana. El ser humano es una criatura fracturada, absolutamente escindida en sus múltiples planos, que no ha logrado hasta ahora emanciparse de sus esclavitudes sucesivas. Los que aman y construyen no le han podido ganar definitivamente en ninguna parte a los que odian y destruyen. Esa sería una victoria muy compleja, porque el amor no puede someter por la fuerza. La situación en que vive la humanidad es esencialmente dolorosa. Entonces la poesía parece inspirarse por naturaleza en el sufrimiento, que nos duele más que la muerte: pero no es porque el sufrimiento sea la materia prima específica de la poesía. Existe la posibilidad de reeditar el mundo, y la poesía siempre se encuentra reeditando nuestra vida íntima y colectiva.
¿Debería «enseñarse» poesía en las escuelas primarias?
Por supuesto. Como deben enseñarse tantas otras perspectivas humanas. Como la filosofía, por ejemplo. Cada vez que los pedagogos en un país se reúnen para aligerar los programas o para readecuarlos a las necesidades eventuales de un proyecto gubernamental, toda persona de formación humanista verdadera debería poner el grito en el cielo. Simplificar es falsear la realidad. Constreñirla hacia determinados propósitos es una manipulación. La educación debe tener como finalidad la conformación de un ser humano según la más alta plenitud posible. Y la poesía no puede faltar al principio. Ni al final. La poesía trata del mundo interior de los seres humanos. Ha de estar en todas las instancias educacionales, las de la enseñanza general y las de la enseñanza especializada.
¿Cómo enfrenta el envejecimiento biológico un poeta?
Sabiendo que él envejece, pero que la poesía no. La vida lógica (lo bio-lógico) de la poesía es acompañar a la especie humana. Mientras el poeta tenga lucidez de lo real, sobrevive en lo subjetivo permanente.
¿Tiene la palabra poética un don de sanación?
Todo el arte. El arte existe para negociar con la angustia. Pero la poesía mucho más que las restantes manifestaciones, porque trabaja el mundo interior con la palabra, que es el signo de los signos. En principio, lo que se verbaliza se acerca al consciente. Si esa verbalización es poética implica que el consciente acepta también al inconsciente: le ofrece una gran participación. Con ello se neutralizan todas las dicotomías de la vida cotidiana. La vida cotidiana nos tiene polarizados siempre. Y la poesía es modelo de emancipación individual, nos despolariza: si nos emancipa, aunque sea eventualmente, nos ofrece un servicio de espiritualidad: aún más, nos garantiza un método de conocimiento, porque a través de la introspección nos examinamos a nosotros mismos, que es la operación intelectiva más difícil que se conoce. El que vive en la poesía sabe que su presencia es absolutamente terapéutica. En principio, exorciza. Pero si exorciza también fija, tanto obsesiones como anticipaciones. El que tiene una larga práctica poética diferencia bien esos estados, y los controla.
Parece que en la juventud la poesía bulle. Es difícil no sentirse poeta a los 15 años. ¿Y a los 70?
El problema de la poesía es que no tiene edad. La poesía es como el agua, que no envejece. Recuerda que Martí decía que es lo subjetivo permanente. En cuanto a las vocaciones poéticas, las hay de todo tipo: existen Rimbaud y Whitman, que tuvieron modos diversos de crecimiento. Rimbaud entra rápido, y sale rápido también: es centelleante. Whitman demora un poco, se va anillando como los troncos, y acumula largamente. Cada poeta adivina, en lo secreto de sus intuiciones profundas, qué campos mórficos parece traer. Los campos mórficos son los programas ocultos de crecimiento que poseen ciertas naturalezas: en la volátil semilla de la ceiba está ya su arrugada corpulencia final. Si uno pudiera entender desde la juventud qué campos mórficos trae su semilla vocacional, sería magnífico. Pero la creación es un enigma.
[1] El término alude a la tojosa (columbina passerina), pequeña paloma muy frecuente en los campos de Cuba.