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¿Cómo escribir una novela? ¿De dónde salen las ideas para contar una historia? ¿Es el novelista un embustero con patente de corso para ejercitar y ejecutar los más diversos engaños?
Sobre estas y otras interrogantes, vinculadas al ejercicio de la creación literaria, departió el escritor cubano Leonardo Padura en un taller de escritura creativa en La Habana, ofrecido como parte del 1er Festival de Letras Europeas, una de las actividades programadas durante el Mes de Europa en Cuba.
El encuentro transcurrió en una sesión de tres horas de duración; fueron dos conferencias del notable escritor, quien intercambió con un grupo de personas, sobre todo jóvenes, interesadas en el arte de la escritura y la producción de textos novelísticos.
El evento tuvo lugar en la mañana del 22 de abril, en el espacio cultural Ven-Tú, de Cairostudio, lugar de creación vinculado a Aurelia Ediciones, sello editorial bajo el cual han salido en Cuba, en años recientes, títulos como El hombre que amaba a los perros, Como polvo en el viento, Personas decentes, entre otros.

Encontrar a Padura en La Habana, reunirse para escucharlo, no es solo una oportunidad valiosa para aprender de un autor cuya experiencia está cifrada en 14 novelas, cientos de textos periodísticos, así como una producción ensayística solvente. Es también la oportunidad de seguirle la pista, en primera persona, al escritor cubano vivo con mayor proyección internacional en la actualidad.
Por eso, poco importó a los presentes que la dinámica del encuentro no fuera la de un taller en sí, con ejercicios prácticos de intercambio y revisión de textos, debido al tiempo fijado. Padura habló, captó la atención de su auditorio y dio una auténtica clase de escritura creativa. Era, para colmo de simbolismos, la víspera del Día Internacional del Libro y del Día del Idioma Español.
El Premio Princesa de Asturias de las Letras (2015) pasó revista a distintos aspectos, a manera de decálogo, de la creación literaria y ofreció propuestas sobre cómo escribir una novela, para luego abordar la relación entre la ficción y la realidad.
Para el afamado novelista, no es posible plasmar toda la realidad de un fenómeno en una obra literaria, por mucha fidelidad que haya a los acontecimientos y a la verdad. “Ese traspaso de la realidad a la ficción, la realidad que escribimos, implica un tránsito de subjetividad. Siempre hay un punto de vista que nos impone una distancia con respecto a lo que reflejamos. La realidad es el alimento, pero lo que nosotros vamos a dar es ese alimento ya elaborado con determinadas características que dependen de los intereses que tengamos”.

Entonces citó al influyente historiador israelí Yuval Noah Harari, quien en su más reciente libro, Nexus (2024), establece que “la información no es la verdad. Su tarea principal consiste en conectar y no en representar. A lo largo de la historia, ha sido habitual que las redes de información privilegiaran el orden sobre la verdad. La verdad se entiende como algo que representa, de manera precisa, determinados aspectos de la realidad; esa es la razón por la que su búsqueda es un proyecto universal. No obstante, verdad y realidad son cosas diferentes porque, no importa lo verídico que sea un informe, nunca podrá representar la realidad en todos sus aspectos”.
Ese fue el preámbulo para entrar en cuestiones técnicas del proceso de escritura, una especie de guía que, aclaró Padura, no eran propuestas rígidas “porque nadie nos puede decir cómo escribir una novela”.
Más que una conferencia, el autor de El hombre que amaba a los perros propuso una conversación que, a partir de sus comentarios y experiencias, motivó preguntas y nuevas inquietudes en la audiencia.
“Cada uno de nosotros debe descubrir, por sí mismo, el novelista que es, o debe ser. Por ahora, después de haber escrito 14 novelas, creo que tengo una idea de cómo se puede escribir una. El único método posible y válido para aprender a escribir es leer, ver cómo otros escribieron una novela, sobre todo las buenas novelas, y luego intentarlo con las herramientas de las que cada uno de nosotros dispone”.
Leonardo Padura recordó su primer intento por escribir una novela, entre 1983 y 1984. El resultado fue un relato breve —de unas 150 páginas— que, después de varias versiones, tituló Fiebre de caballos. “Había leído una novela de Truman Capote que se llama Desayuno en Tiffany’s; estaba completamente maravillado por la historia, los personajes, la densidad de aquello. Al final, Fiebre de caballos tiene ese punto de iniciación, en todos los sentidos, para el personaje protagónico y para mí como autor. Es una novela de la que no me avergüenzo, aunque estén de manera visible todas las dudas del aprendizaje, todas las costuras visibles de las influencias. Desde ese momento me acompañaba un gran deseo: el deseo de escribir una novela, de competir con Truman Capote”.
El creador del personaje de Mario Conde propuso 20 puntos a tener en cuenta para escribir una novela. Primero, hay que tener la idea de lo que se quiere contar, algo que calificó como “un gran misterio”. Luego, buscar la intención, aquello que queremos decir, el “para qué”. Entonces, puedes definir el método de escritura.
Por supuesto, Padura explicó estos asuntos utilizando también ejemplos de su propia obra: “En una novela como El hombre que amaba a los perros, cuando yo cuento toda la línea del personaje de Trotski, tengo que atenerme a una sucesión de acontecimientos que ocurrieron en la realidad. Pero cuando escribo sin tener esa relación con la investigación histórica, tengo mucha mayor libertad.
“Esas novelas —puntualizó— que no nacen de una investigación histórica, por lo general las construyo en el propio proceso de escritura. Tanto es así que en las novelas en las que aparece el personaje de Conde, no suelo saber, hasta el final de la primera versión, quién es el asesino. Yo mato a alguien, porque necesito matarlo para contar la historia. Llego al final y resuelvo con mi galería de personajes. Eso me obliga, por supuesto, a empezar a escribir otra vez la novela con otra información, pero ya sabiendo cuál es la historia que quiero contar”, relató.
Habló también del argumento como el elemento de mayor importancia a la hora de escribir un texto narrativo, “pues ahí confluyen todos los componentes objetivos —los acontecimientos— y los subjetivos que vamos a manejar, desde las motivaciones, actitudes y pensamientos de los personajes. Un argumento se mueve a partir de conflictos. Los personajes que no tengan conflicto no pueden responder dramáticamente ante las situaciones que les presente la novela”.
Por supuesto, en el esbozo trazado por el autor de Como polvo en el viento no faltó la definición de los personajes, la elección del narrador y la persona narrativa. “Mis novelas de Mario Conde están narradas en tercera persona. Es una tercera persona cómplice, porque no sabe lo que piensa el resto de los personajes; solo sabe lo que piensa Conde. Es casi una primera persona escondida detrás de una tercera. ¿Cuál es el punto de vista de Conde? Es el de un hombre de mi generación, con una formación más o menos parecida a la mía, con unas experiencias parecidas a las mías, que ve la realidad cubana desde la esquina de un barrio de la periferia habanera. Por eso puede expresarse en distintos niveles lingüísticos”.
También hizo hincapié en el tiempo verbal en que vamos a escribir, y en el tono. “El tono es la conjunción del tiempo gramatical, la perspectiva narrativa, el carácter de los personajes, la densidad del argumento, los conflictos, el tempo de la narración. Es el sello que distingue una novela, el que imprime el creador al texto y lo convierte en una obra literaria. El tono decide la puntuación, la adjetivación. Es lo más difícil de definir y lo más fácil de identificar cuando se lee la novela”, dijo.
Padura detalló otros aspectos relativos a la definición de la estructura del texto, el tempo narrativo, las formas de manipular al lector —y recordó aquí la maestría de Mario Vargas Llosa en un libro como La guerra del fin del mundo—, así como cuestiones más concretas de la praxis escritural, como el rigor en la continuidad del trabajo, la disciplina, la disposición mental para llevar la historia hasta el final, la necesidad de un lector crítico que acompañe el proceso de revisión, entre otros asuntos ineludibles para todo proceso de este tipo.
“Una novela debe crear un mundo, con sus leyes físicas, naturales, sociales. Para que ese mundo funcione, debemos darle una lógica y saber construirla. Eso es lo que se queda el lector; el resto es anécdota. El bestseller crea un efecto de adicción inmediata, pero una vez vencido deja la resaca del tiempo perdido. Las buenas novelas, sin embargo, nos dejan una huella, una compañía, un aprendizaje de algo que se comunica con nosotros a través de los conflictos mayores o más vulgares de la condición humana”, reflexionaba el escritor.
Para Leonardo Padura, lo más importante a la hora de escribir una novela, en definitiva, es el reto que asume el escritor.
“¿Qué pasa cuando un novelista escribe una obra más, solo porque quiere, desea, necesita, o le piden que escriba una novela más? Lo que ocurre es que escribe, precisamente, una novela más. El artista debe ser ambicioso, y la ambición implica imponerse retos. El gran reto siempre es el mismo: escribir la mejor novela que uno sea capaz de escribir en el mejor momento en que la escriba y, si es posible, que esa novela sea mejor que la anterior, que sea distinta, que toque las cuerdas de la sensibilidad y la condición humana, que busque estrategias narrativas, estilísticas, culturales, incluso conceptuales. Que la novela por escribir lo rete, lo desafíe a uno como escritor, incluso ponga en duda nuestras capacidades y habilidades. Que sea capaz de conseguirlo o no es una cuestión adicional. ‘Lo logré’, muy bien, aplausos. ‘No lo logré’, qué pena. Pero no dejé de intentarlo”.

Llegar al alma de las cosas
Aprovechamos el break entre conferencias para intercambiar unas palabras con Claudia Acevedo, editora cubana que, junto al fotógrafo Carlos Torres Cairo y Leonardo Padura, lleva adelante el espacio cultural Ven-Tú. Ella develó a OnCuba el nombre de este empeño dinamizador que ocurre entre las paredes de Cairostudio y que “persigue organizar y monitorear acciones dirigidas a todos los que participan en el universo del libro, desde la formación de escritores hasta la comercialización de los libros”.
Así ha sido posible este taller de escritura creativa que forma parte de un programa que sus creadores han querido llamar “Un libro es un show”. Es una de las líneas de acción principales de Ven-Tú y se propone contribuir a crear plataformas sostenibles para potenciar la escritura creativa, la edición y distribución de libros de jóvenes creadores.
Cuenta Acevedo que la modalidad del taller puede variar, según las posibilidades. “Hay formatos que son ciclos de conferencias, como este; otro formato —el ideal— se hizo hace un año: en la mañana se impartía escritura creativa y en la tarde edición. Eran dos grupos diferentes y el resultado devino en un libro que compila textos producidos por los talleristas de un grupo y luego diseñados y editados por la otra tropa”.
Ven-Tú, precisa la editora, proviene de un término que se usa en República Dominicana, en la música. Cuando quieren armar algo improvisado, dicen “Hagamos un ventú” —ven tú con la guitarra, ven tú con los tambores y vamos a descargar—.
Para Claudia, llevar adelante este empeño formativo, aglutinador de experiencias y saberes, es, como decía Flaubert, “llegar al alma de las cosas”. Incluso en los tiempos vertiginosos que vivimos, en Cuba y el resto del mundo.
“El siglo XXI nos colocó en un ecosistema digital que ha impuesto nuevos códigos de comunicación para la sociedad. Se lee de un modo diferente al de hace treinta años; la letra escrita se edita y distribuye por canales diversos. Esas exigencias constantes en la escritura creativa y esos nuevos códigos en la producción literaria son la motivación principal de las acciones de formación que plantea la primera edición del programa Un libro es un show”, comenta la editora.

Entre la verdad y la ficción
Cairostudio está ubicado en calle 24, entre 17 y 19, el Vedado. Es una calle especialmente ruidosa, al menos en el horario en que transcurrió el encuentro con Leonardo Padura, un martes, entre las 10:00 a.m. y la 1:00 p.m.
La bulla de los niños de una escuela cercana se mezcla con el paso constante de carros por una calle habituada al abundante tránsito; un hombre pasa vendiendo papas, otro pregona productos de su carretilla de viandas y verduras, y también resulta incesante el trinar de aves que hacen nido en el estudio. No hay electricidad, pero hay buen clima y eso no es impedimento para la consecución del taller.
A nadie en la sala parecen importarles esos complementos sonoros. Todos escuchan atentos la clase del Premio Princesa de Asturias de las Letras (2015). Por supuesto, durante el break, algunos aprovechan para tomarse fotos con el escritor y pedirle que les firme algunos ejemplares de su obra que algunos llevan consigo.
“Cuando hacemos literatura, ¿cuánto nos importa la verdad?”, arrancó su segunda conferencia el autor de Personas decentes. Entonces, Padura definió dos conceptos: verdad real y verdad ficticia.
“El juego entre verdad real y verdad ficticia es una de las esencias de la literatura. A veces encontramos más sensación de verdad en obras de ciencia ficción que en un periódico que leemos. Si hoy nos pusiéramos a leer y diseccionar todas las cosas que dice 1984, la novela de George Orwell, veremos que dice muchas más cosas verdaderas que el periódico Granma de hoy”.
La novela, a consideración del escritor, establece un juego limpio, conformado a partir de que el novelista cuenta “una mentira como si fuera verdad” y los lectores la leen como si fuera verdad, pero sabiendo que es mentira.
El tema, por supuesto, trasciende la cuestión artística y literaria. “Si para los antiguos griegos la verdad era entendida como un desvelamiento, en la Ilustración se presentaba que la verdad era necesaria para alcanzar la libertad. En el siglo XXI, la verdad ya no se considera útil para el desarrollo de las sociedades; lo estamos viendo de una manera absolutamente dolorosa y peligrosa: el gobierno de los Estados Unidos y su presidente, Donald Trump, mienten constantemente. Saben que están mintiendo, pero todos aceptan lo que dicen aunque sepan que mienten. Ya eso no es literatura, son cosas que tienen consecuencias en la realidad”.
En medio del escenario actual de proliferación de la mentira, los bulos y el cuestionamiento de las verdades, Padura ve en la novela un valor sustancial, pues “es capaz de crear una realidad más reveladora, diciendo, desde sus modos, una cierta verdad que no necesariamente tendría que ser cierta, pero genera cristalizaciones de la realidad que de otra forma no existirían”.
Esa es una de las virtudes —puntualizó el novelista— que tenemos que cuidar en la literatura: la capacidad de fijar la otra verdad que sea diferente al discurso oficial. “La literatura va por otros caminos que no son los caminos de los discursos oficiales. No obstante, en ese juego abierto entre verdad fáctica y la mentira de la ficción existe un puente que el novelista siempre deberá atravesar. Es el puente de la honestidad, algo que es más una actitud ética que una categoría artística”.
Y no faltó un apunte a la verosimilitud. “Si yo escribo que ustedes salen de aquí, se paran ahí en la calle y enseguida cogen la guagua, no es verosímil en la actualidad. Y hablo de algo tan elemental como montarse en una guagua en una ciudad. Muchas veces, en las historias que se cuentan sobre Cuba —y eso a mí me molesta mucho— hay autores que cuentan cosas que sabemos que no ocurrieron. Yo siempre digo que para hablar de la realidad cubana, para ser crítico o mordaz hacia ella, no hay que inventar nada. Hay que contarla tal como es. Lo sabemos todos”.
“Vivimos rodeados de historias. La capacidad que tengamos de tomar de esas narrativas, las que nos interesan, las que según nuestras posibilidades, gustos y preocupaciones nos pueden servir para escribir, es una cuestión muy personal. La novela es el reino de la libertad y se escribe con libertad”, concluyó.