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Inicio Cultura Literatura

Madre de la luz, madre del agua

Once poetas cubanos le cantan a la Caridad del Cobre

por
  • Alex Fleites
    Alex Fleites
septiembre 8, 2023
en Literatura
1
Áisar Abdalá Jalil Martínez. “Virgencita de la Caridad”, 2016. Óleo sobre lienzo, 36’’ x 48”.

Áisar Abdalá Jalil Martínez. “Virgencita de la Caridad”, 2016. Óleo sobre lienzo, 36’’ x 48”.

Desde que apareció en la Bahía de Nipe, a finales de 1612 o principios de 1613, la imagen de la Virgen María fue conformándose como uno de los primeros elementos de identidad adoptados por los cubanos. Se trata de nuestra advocación mariana, la manifestación de la madre de Dios a tres esclavos: un niño negro y dos indios adultos. Flotaba sobre una tabla en la que se podía leer esta inscripción: “Soy la Virgen de la Caridad”.

Imagen a la deriva, sobre lo que bien pudo ser el resto de un naufragio, a lo largo de cuatro siglos ha ido impregnándose de una densa carga simbólica. Estuvo en la manigua junto a nuestros guerreros, que se encomendaban a ella antes de cargar contra las tropas españolas, mejor apertrechadas y munidas, pero no superiores en valor, y ha estado presente, invocada con devoción, en cuanto propósito, cotidiano o heroico, emprenden los creyentes de este lado del mar.

A través de la Caridad escrutamos el misterio y nos confiamos a su amor de madre vigilante. No hay que ser católico para invocar a la Virgen del Cobre. La religiosidad popular, en sus disímiles manifestaciones, la ha adoptado como guardiana suprema y regente de los destinos. Sincretizada por los yorubas con Oshún, el ocho de septiembre es objeto de exaltación, y cada cual a su modo le rinde homenaje, tanto en la iglesia como ante el modesto altar doméstico, en procesión o en la soledad introspectiva.

Peritos en crisis, esperamos que la Virgen nos tire un cabo para remontar la adversidad, en la inteligencia de que ella no va a resolvernos las angustias, sino que, en todo caso, nos mostrará la senda para el reencuentro con la bondad, la empatía y la honradez. 

Mis hermanos poetas han cantado y cantan loas a la Caridad del Cobre. Unas veces le piden; otras, la celebran; otras, le hablan con la familiaridad que da el cariño. Es la Virgen de la Caridad del Cobre para muchos. Es Cachita, nuestra madre, para todos.

Entre las tantas estrofas poéticas heredadas de los españoles, la espinela o décima es la que más fuerte se apegó al gusto popular. Esa “viajera peninsular” aplatanada en el archipiélago cubano ha servido desde tiempos inmemoriales como puente entre la sensibilidad poética, que es como decir el alma popular, y la reina coronada. Muestra de eso, aunque no sólo, podrá leerse aquí, donde se reúnen en comunión un grupo notable de notables bardos criollos de diferentes épocas y estilos para sumarse a los festejos.

María Zambrano, la gran escritora, observó que, más que en el mar, Cuba parecía posada en la luz. Uno de los poetas que hoy les compartimos, precisamente ha señalado a la Caridad del Cobre como “madre de la luz, madre del agua”. Ábrase paso la poesía hasta el corazón de la mujer y el hombre de mi país, y allí anide en fecha de celebración tan jubilosa.  

Virgen de la Caridad

Cuando yo, inocente niño,

En el regazo materno

Era objeto del más tierno

Y solícito cariño;

Cuando una mano de armiño

Me acarició en esa edad,

Mi madre con ansiedad,

Más grata y más fervorosa,

Me habló de la milagrosa

Virgen de la Caridad.

  

Tratábame sin cesar

De esa imagen bendecida

Por milagro aparecida

Sobre las olas del mar,

Y oyendo yo relatar

De su aparición la historia,

La conservé en la memoria

Desde la ocasión aquella

Y soñaba ver en Ella

Un astro de eterna gloria.

  

Pasó mi niñez florida,

Llegué a ser adolescente

Sin borrarse de mi mente

Esa imagen bendecida;

Y en esa edad de mi vida

Para mi mayor ventura,

Supe que esa imagen pura,

Santa emanación del cielo,

Era el amparo y consuelo

De toda infeliz criatura.

  

Supe que clemente y pía,

Consoladora del pobre,

Allí en la sierra del Cobre

Su santo templo tenía.

Supe que allí residía

Desde su primera edad

La imagen que a voluntad

De un Dios supremo, infinito

Trajo a sus plantas escrito

El nombre de Caridad

 

 Juan Cristóbal Nápoles Fajardo

 (Las Tunas, 1829- ¿finales de 1861?)

“Virgencita de la Caridad”, 2020. Óleo sobre lienzo, 40’’ x 30”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

A la Virgen de la Caridad

Virgen de la Caridad,
que desde un peñasco de cobre
esperanza das al pobre
y al rico seguridad.
En tu criolla bondad,
oh madre, siempre creí,
por eso pido de ti
que si esa bondad me alcanza
des al rico la esperanza,
la seguridad a mí.

Nicolás Guillén

(Camagüey, 1902-La Habana, 1989)

“Virgencita de la Caridad”, 2018. Óleo sobre lienzo, 28’’ x 22”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

La virgen anda sobre las aguas

(Fragmentos)

Ofrecimiento del poema

Quiero tomar un asiento
en tu preciosa canoa
(De un loor anónimo)

Déjame tomar asiento
En tu preciosa canoa
Y poner al cielo proa
Navegando por el viento.
Muévame el Divino Aliento
Con su poderoso brío.
Entrame en tu claro río
Y súbeme a los alcores
Donde ángeles ruiseñores
Abren las albas del pío.


                         I

Canta a la luna nueva que está a los pies de la virgen

He aquí la Nueva Luna
Que como delgada ceja
La blanda tiniebla deja
Para revelarnos una
Firme pupila oportuna.
En penumbra y duermevela
He aquí el párpado que cela
Un sol puro en las entrañas.
¡Luna que mi angustia bañas!
¡Ojo que en la sombra vela!


                          II

La Virgen se aparece en Nipe

   Sobre las aguas vinisteis a dar al hombre consuelo
  (Gozos de la VIRGEN DE LA CARIDAD)

El Ave de Gracia llena
Sobre las aguas se posa.
Inmersa apenas reposa
O quiere avanzar serena.
El reino de Anadiomena
Perece, porque esculpida
Luce María adherida
A la concha de la aurora,
Perla de luz cegadora
Al amanecer mecida.


                         III

Entrada en la canoa

Vuestro nombre singular
Tan bello y tan exquisito»
(Gozos…)

¿Qué pie pusiste primero
En la barca temblorosa?
¿Qué huella de austera rosa
Marcó con fuego el madero?
¿Tu cuerpo tornó ligero
Lo que el peso ya vencía?
Pues parece que vacía
La ingrávida barca vuela
Dejando impoluta estela
Por donde pasa María.


                         IV

La Virgen navega en la canoa

En las borrascas del mar
El hombre más afligido
(Gozos…)

Los tres Juanes de rodillas
La regia visita adoran.
Los tres reman, los tres lloran
Mientras la barca sencilla
Va en vilo… La sin mancilla
Sal ciega en montones juntan
Y tornan. Ya se preguntan
Pescadores de la arena
Quién gobierna la serena
Barca que viene a la orilla.

                          V

La Virgen es llevada en andas a la Villa del Cobre

El mar con su gran furor
vuestra imagen respetó
(Gozos…)

La Virgen navega sobre
Andas que le han regalado
Y cruza el ameno prado
Por donde se llega al Cobre.
 Nuestra Señora del Pobre
 Mece al Hijo con cariño
 Y el viento agita el aliño
 Bordado de su vestido.
 Con el vaivén se ha dormido
 Mareado el Divino Niño.

Emilio Ballagas

(Camagüey, 1908-La Habana, 1954)

“Virgencita de la Caridad”, 2016. Óleo sobre lienzo, 36’’ x 24”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

Miel para Oshún

 

Cuando la virgen estaba por llegar, tú apareciste. 

Cuando el oro se falseaba en el borde de las cosas, en la piel 

de las calabazas, en las cortinas importadas donde 

flotaban ángeles europeos, tú apareciste. 

Alguien sonaba la campanita de bronce pidiendo un milagro.

(Ni siquiera yo me había arrodillado 

ante el hermoso altar, ni siquiera vi al pavorreal 

abrir sobre nosotros su cola poderosa o los mulatos mostrar

el bajo relieve de sus vientres, la línea que desciende

hacia su pubis, cuando tú apareciste).

Nada esperaba. Hace tiempo no espero. 

No había pronunciado tu nombre porque tu nombre no existía. 

No había invocado tu imagen porque tu imagen era poco probable 

en aquel sitio, pero tú apareciste. Planeaste como las águilas

y te posaste en mi hombro mientras la virgen se reía 

y solo yo escuchaba aquel sonido de cristales

bajo mis pies. 

Alguien habló de cierta luz que me rodeaba 

como a los santos de las pinturas renacentistas, como a San Sebastián, 

pero tú no advertiste mi luz, tú no supiste nunca  

que estabas posado en mi hombro, y que toda la noche, 

la virgen intentó que me vieras. 

Tú tenías la ceguera de los cuerpos jóvenes y no viste 

que me arrodillaba ante los pies de Oshún, 

ni que la campanita de bronce sonaba contra mi corazón. 

La virgen se reía y yo era transparente. 

(Atravesaste mi cuerpo varias veces sin notarlo)

Con el olor a chivo y ron barato. Con el olor a hombre 

del sudor que brotaba de la música, tú apareciste 

y no advertiste que eras mi deseo, el pez 

que nunca me atreví a sacar del agua. 

Yo rogaba a la virgen y toda la miel del mundo 

no alcanzaba a limpiar la costra de tu indiferencia.

 

Nelson Simón

(Pinar del Río, 1965)

“La Virgencita de la Caridad”, 2020. Óleo sobre lienzo, 40’’ x 30”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

Vuela Su sombra en el viento

(A la Virgen de la Caridad del Cobre)

 

Vuela Su sombra en el viento.

Descansa en Su luz la ola.

La imagen intacta y sola,

brinda amores, les da aliento.

Salvados en dulce asiento,

regresan, bajo Su abrigo,

a la tierra que es testigo

del divino nacimiento,

del cubano sentimiento

que del milagro ha surgido.

 

Vuela a mí, hoy que mi alma,

de oscuridades se envuelve,

y a tientas ya no resuelve

alcanzar la ansiada calma.

Vuela Virgen a la palma,

que nace asida a mi pecho,

entra al corazón deshecho

y canta con suave trino.

Haz de Tu amor mi destino.

Que sean Tus ojos mi lecho.

 

Silvia Rodríguez Rivero

(La Habana, 1952)

“Virgencita de la Caridad (Ruego a la virgencita de la Caridad por la salud del mundo, en particular por la de nuestra patria desprotegida)”, 2020. Óleo sobre lienzo, 22’’ x 28”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

¿Quién es esta que sube del desierto?

 

Cantar de los cantares 8,5

 

Señora que vas por el borde las aguas,

por el borde de las sombras, donde el ángel no se atreve,

tu aliento sabe a pan, a laúd, a durazno

y el filo de tus dedos corta, una por una, las estrellas desveladas.

Tañedora del cielo, perfil de los dormidos,

dime cuándo pondrás puertas al imposible,

cuándo podrán mis párpados reposar

en la rosa amarilla que segaste al alba.

Yo sabía el nombre del barro y el de la cítara

pero tú masticas la palabra que impone la luz,

yo alzaba las escrituras en la noche de los murmuradores,

tú descendías en la luz meridiana

con el silencioso estallido de los golfos inocentes.

¿Qué ofrecerte si el crepúsculo, los geranios

y los gatos sin dueño te obedecen?

¿qué cortar para ti, si los pozos te aclaman

con su gemido más hondo?

Señora de los desamparados, de los ciegos y de los poetas míseros,

pongo el azul en tu vitral secreto y renuncio a morirme,

coloco la clave en tu bóveda sombría

y procuro con mil voces apresar las agujas de tus manos,

mas sólo el ciervo solitario puede,

sólo el ciervo – herido y buscando las alturas-

sólo él, con la sangre en el costado,

te alcanzará al fin:

los ojos marchitos y sin concluir la estrofa,

ampáralo, Señora mía, en esta hora

y en la hora

que no debiera ser de nuestra muerte,

justo por el borde de las aguas

o de las sombras,

por donde el ángel no se atrevería.

Amén.

 

Roberto Méndez

(Camagüey, 1958)

Mi madre me regala la Virgen de la Caridad del Cobre

Mi madre me regala

la Virgen de la Caridad del Cobre

encerrada en una urna de cristal,

comprada a tres pesos (CUC)

de escarnio de la devoción,

con los Juanes y Pedros, de mi pueblo,

remando.

Una virgen me regala a otra.

Una mujer a otra.

(Me protegen).

Nacimientos.

Tautologías.

El daño empieza por los pies.


(Latigazos).


Otros prefieran el oro el jade.


Yo las aguas


las tablas de madera


escritas con firmeza sobre las aguas


en mi mesa de mujer sola


de hundirme en la noche


remando.

Damaris Calderón Campos

(La Habana, 1967)

“Virgencita de la Caridad”, 2020. Óleo sobre lienzo, 36’’ x 24”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

Madre de la Caridad

 

sobre estas aguas quisiste ser

estábamos entonces más solitarios

expuestos a los caprichos del mar

y a los rigores de la intemperie

isla extraviada en los confines del olvido

de pronto hallada por la horda

ávida de ocasión saqueo y jolgorio desde siempre

trampolín para rapiñas mayores 

pero descendiste tú Madre de la Luz   Madre del Agua

te presentaste a los más olvidados

los que buscan la sal de la vida a cuenta de ella

y tuvimos abrigo consuelo esperanza

fuerza que detiene los vientos y apacigua las aguas

fulgor que ayuda a germinar simientes y aclarar caminos

Madre de Bondad  Madre de Esplendor

entonas en las tardes un canto de piedad para que tengamos sosiego

y en las mañanas alzas tus altos himnos de aliento para acarrear el día

Madre del Vigor   Madre del Sueño

tu puño ha sido firme con quienes clamaron justicia

a caballo en los montes nos diste valor

y en las calles y plazas nos hiciste fuertes

Madre de Justicia   Madre de Verdad

por ti aún la isla persiste a flote

maravilloso ramo que florece en la más tenaz sequía

piadosa casa que guarda a los afligidos y detiene a los soberbios

Madre de las Lágrimas  Madre de las Sonrisas 

mientras el sol refulja en la brisa y las aguas que recorren la isla

mientras tu compañía alimente y tu mano consuele

aquí estaremos entre las furias del mar y los viles

aquí estaremos perpetuamente levantándonos

perpetuamente esperanzados

perpetuamente agradecidos

porque sobre estas aguas fecundó tu luz

 

Manuel García Verdecia

(Holguín, 1953)

Aparición natural de la Virgen de la Caridad del Cobre

 

(Dibujo de Zaida del Río)

 

En medio de dos bocas de agua se aparece

punta de ola, cresta de gallo fino

muestra la fruta como es: se abre

mi gobernadora.

Vuelve la cabeza cuando silban

fija su mirada como flecha en nadie

/ la palma de su mano es sin arista

su plancha de carbón

se disuelve entre brasas

blanco de fuego-hierro, blanco crudo

de la luz

que entra en la carne

y dentro permanece.

 

Vino por boca de agua

pero había estado siempre / se reía

de los números fijos, de los números

corridos

/ en la orilla del cuarto donde no la alumbraban

ni iban a pedirle

en días de resaca

y de despego / duerme

la mañana honrada y defendida

sola.

 

Su pavorreal ha regresado

de una Kenya elusiva

y el ciempiés

protege los linderos

y a la ceiba

y al filo del arpón.

 

El hombre malherido por un tajo

reprime el alto grito: no sepa ella

de simplezas nunca

ni de fragilidad

el darme sin pelear

y mi deriva.

 

Su dureza está aflojada por el rocío.

Y por su boca puede entrar la zarza fiera

la mora venenosa

sin que vayan a cortar su labio, sin que hinquen

su breve corazón cuando despunte el sueño.

 

No sea nunca yo quien la despierte

de su siesta liviana a mediodía

/ déjenla que haga cuanto quiera, que baile

con extraños, que se ría.

 

En la billetera está con nuestros hijos

/ en la fotografía brumosa ante la playa

de Caibarién

entorna los ojos por el sol, ladea un poco

la cabeza para verse hermosa.

 

Consiente a la hora del baile.

Todo lo encuentra bien, dispone

de unas guerras que enfrentamos león contra león

mujer contra mujer en contiendas mortales

a orillas de un egeo donde aguarda

un hombre / tras las cañas de azúcar

y las precisas ligeras cañas bravas

que no proyectan sombra.

 

Sirva el lechón en la mesa familiar.

Reina la reina.

 

Estas vasijas he torneado para ti, sea

la mujer de la casa, la madre

vestida de limpio

en el portal y frente al claro abierto

donde vienen a dormir

bajo plátanos soleados los nuestros animales

/ mil caballos apartando las reses, las guineas

y los carneros santos

echados sobre nuestra eternidad.

 

Sigfredo Ariel

(Santa Clara, 1962)

 

“Virgencita de la Caridad”, 2016. Óleo sobre lienzo, 36’’ x 48”. Áisar Abdalá Jalil Martínez.

Virgen de la Caridad

Acoge, alza, sostén,

bríndate, convida, abraza,

toma un sillón de mi casa,

esta misma tarde, ven.

Cruza el ocaso, el vaivén

del oleaje, los ciclones,

enciende en mí las pasiones,

sé tú la luz de la tarde,

sé el cañaveral que arde,

quédate, no me abandones.

 

Virgen de la Caridad,

habla y camina conmigo,

suplico, cuando te digo

Virgen de la Caridad,

extiende aquí esa bondad,

contéstame los reclamos,

entra al sitio donde estamos,

siempre sirviendo la mesa,

dinos tú qué luna es esa

que en la noche hoy encontramos.

 

Luis Lorente

(Cárdenas, 1948)

 

Ella lo sabe

 

Cuando vaya a Santiago me iré al Cobre,

pero esta vez no pienso pedir nada.

Iré con una flor y una tonada

hasta el altar sagrado de los pobres.

 

Ante esa Virgen, posada como un ave,

me bastará con mirarla y Su Mirada.

Mi silenciosa plegaria será suave.

Lo que voy a callar,

Ella lo sabe.

 

José María Vitier

(La Habana, 1954) 

 

*Nota: Las obras que acompañan a los poemas pertenecen a Áisar Abdalá Jalil Martínez (Camagüey, 1953), quien ha autorizado su reproducción.

Etiquetas: poesía cubanaPortadaVirgen de la Caridad del Cobre
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Poeta, curador de arte y editor afincado en La Habana.

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Comentarios 1

  1. Vanessa says:
    Hace 2 años

    Gracias por todo

    Responder

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